A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

martes, 22 de septiembre de 2020

Reconozco que tuve miedo... Eso me hizo buscar en mi interior... Y lo hallé!!!!

A casi cinco años de tu partida física, esposo mío, hoy quiero reconocer que tuve miedo, mucho, mucho más de lo que alguien podría sospechar... 

Los que hoy me conocen, y los que me conocen desde muchos años atrás, nunca sospecharon toda la lucha interior que tuve que realizar para llegar a este día, en el que puedo mirar atrás y ver ese camino de espinas y zarzas, sin amilanarme, sin asombrarme, con apenas un pequeño temblor en mi alma, esa alma que ha tenido que enfrentarse a muchas tormentas, y que gracias a la fuerza de voluntad y a la Fe, se ha sostenido, aunque más de una vez haya caído cara en tierra, con las rodillas ensangrentadas y las ropas llenas de polvo, pero, una vez repuesta del susto inicial, de la impotencia momentánea, ha levantado la cabeza, empujado su cuerpo a erguirse y respirando, con pausas al principio y luego con énfasis, se ha incorporado del todo, mirado hacia adelante, hacia ese horizonte desconocido y sacudiendo sus ropas y su alma, ha empezado de nuevo, más de una vez, he de reconocerlo, pero he vuelto a emprender el camino, acertado no, no era lo importante, lo verdaderamente valioso, era volver a empezar...

Sé por experiencia, que nadie aprende en pellejo ajeno, que por muchos consejos que nos den las buenas personas, no aprendemos si no lo hemos vivido, y que lejos de empujarnos hacia un derrotero u otro, todos sin excepción, tienen la mejor de las intenciones... Pero cada uno de nosotros, lo que puede hacer en esos casos y lo hacemos sin darnos cuenta, es tomar nota de las consejas y utilizar alguna enseñanza en la oportunidad que venga a juego, o si no, guardarla en nuestro reservorio de notas y aprendizajes... Mi padre solía decir que ¨lo que aprendes nadie puede robartelo¨, se queda en tu memoria y acude a tí cuando lo necesitas; a todos nos ha pasado, desde una simple suma o resta hasta complejos y aparatosos engranajes mentales, que sólo nuestras dendritas y neuronas conocen bien, a través de la sinergia de las sinapsis y entrecruzamientos a milésimas de segundo de ese órgano maravilloso que llamamos cerebro.

Tuve la suerte y la tengo, de haber tejido un grupo de amigas y amigos, una hija maravillosa, un yerno y gente fantástica, que han estado y están en mi mundo. Cada uno de ellos, según las circunstancias o según lo iba necesitando, sin yo saberlo, fueron apareciendo en mi horizonte o yo en el de ellos, y me acompañaron y me acompañan, cerca o lejos, no es importante en realidad. Los de cerca  me han prestado su hombro para llorar, me han acompañado en los momentos cruciales, y también en los momentos de alegría, porque en estos cinco años, también he reído, con los nietos, con mi perra, con mis amigas, con los libros, y hasta con alguna que otra peli...

Descubrí para mi asombro, que era mucho más fuerte de lo que había pensado, y reflexionando en mi historia personal, descubrí el momento exacto en que empecé a cambiar, dejando atrás a la mujer temerosa, para dar lugar a la mujer águila que soy hoy día. Águila, porque he remontado más allá de la tormentas y he podido ver al horizonte y descubrir lo maravilloso que hay más allá de las nubes tenebrosas, los truenos no me asustan, tampoco las temepestades, sé que después de una tormenta, el día luce más luminoso y la tierra huele a limpio, los colores son más vivos y la naturaleza sonríe agradecida al agua que la ha inundado y llenado de vida.

Llegado el momento, descubrí que no me sentía sola, aunque viviera sola, descubrí que había en mí una serie de proyectos por realizar, de ilusiones o sueños por trabajar en ellos, pero que cada cosa debía ser a su tiempo, en su momento, dándome permiso a mí misma para, incluso, dar un parón existencial y no sentirme culpable por hacerlo. Yo soy mi único valor tangible, soy responsable de mis decisiones acertadas o no, nadie tiene poder sobre mí, yo marco el rumbo, el ritmo y el momento, nadie más...

Descubrí a la mujer, que fue niña, aquella Luna, de mis cuentos iniciales, que creció a base de golpes, porrazos, aciertos y desaciertos, con amor o con dolor, pero aprendió y hoy es fuerte a pesar de los pesares, sin embargo, no es amargada, al contrario, en su mirada se refleja ese mundo de Paz que la rodea, con su alma, con los demás y consigo misma. No tiene palabras duras, es conciliadora, amiga, madre, abuela, compañera de trabajo, humana...

Soy una mujer afortunada, no puedo más que darle gracias a todos, desde el fondo de mi corazón, por estar ahí, por aceptarme como soy, aunque a veces tengan la tentación de ejercer algún tipo de influjo para que acelere mi ritmo, pero he aprendido que cada uno de nosotros tiene su ritmo propio, su forma de hacer y por supuesto, yo no soy una excepción, sería imposible. Me acepto y los acepto...

Gracias infinitas, a mi esposo que fue un gran maestro, al que extraño, a mi hija, nietos, amigas, amigos, conocidos... Gracias de todo corazón!!!!


Dios nos bendiga amigos lectores


Mireya Pérez




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