La vida misma es una montaña rusa con colinas posibles, otras inmensas, que a veces creemos imposibles de escalar, como el Everest u otros, pero que al llegar a la cima, nos hacen darnos cuenta que el camino sigue y toca bajar por una pendiente que quizás nos haga estrellarnos contra la ladera o no... nadie sabe.
Esta cristiana que piensa y que siente, se ha estrellado muchas veces, y por los vientos que soplan, seguramente lo haré unas cuantas más, porque en mi ignorancia cometo errores de apreciación, por ignorancia o porque tenía que aprender algo nuevo, que la vida es así... que ya lo sé de sobra, que no se llegan a los 60 sin haber cometido errores y aciertos, que también los he tenido..!!!!!! jajaja.
Pero a veces, hay zonas de la piel o sentimientos que son más sensibles que otros y de repente chocas contra la pared de la indiferencia del otro o de los otros y ese rasguño duele mucho, pues la piel queda en carne viva y las lágrimas que han estado represadas a base de un esfuerzo sobre humano, se desgarran como el velo invisible de la vida y surgen a borbotones, y te ahogan, y te duelen y ese llanto desconsolado te minimiza y te sientes totalmente abatido, como si ya no hubiera esperanza.
Pero, cuando secas la última lágrima y el corazón se acompasa, respiras profundo, parpadeas, y te prometes a ti misma que ésta ha sido la última y ya no más. O por lo menos, ya no por los que nos han herido, ellos te han enseñado una lección dura: la indiferencia... Pero la has aprendido, y debes continuar, como si nada, pero ha pasado algo, has perdido la fe y la confianza en esa persona o esas personas, y aunque no les niegues el habla, ni te des por enterada de lo ocurrido, haz cambiado, y ellos han perdido...
Estas fechas tan marcadas en nuestra memoria colectiva como venezolanos, como latinoamericanos, donde la familia y los amigos son el pilar fundamental de nuestras fiestas, donde el regreso al hogar es tan importante...
Las lágrimas por la ausencia, también nos ahogan el alma, porque en la medida que pasan los años, y te ves obligada a elaborar los duelos respectivos, notas la ausencia en los puestos de la mesa que van quedando vacíos, o que son sustituidos por nuevos personajes que llegan para quedarse, pero que no palían ese dolor sordo y mudo que nos arropa y llena de frío helado, el frío de la ausencia que sabes definitiva...
He llevado todo este tiempo la bandera de la tranquilidad y la paz interior que me acompañan, pero hoy cuando me dispongo a montar el árbol de Navidad que me ha pedido mi nieta, he sentido de repente ese vacío profundo de dos de mis amores más grandes, que seguramente me miran desde el Cielo, pero como ser humano que soy, me hace sentirme sola y desconsolada...
Nunca he envidiado a nadie, me parece mezquino desear lo que otros tienen, pero hoy si he notado, quizás más que nunca esas ausencias, quizás porque los recuerdos de las Navidades en casa, con los niños pequeños, con la algarabía de hacer tantas cosas, de adornar toda la casa, hasta los baños, de la Navidad, de la compra de plantas de Pascua en Sartenejas, en los viveros que habían al lado de la Universidad Simón Bolívar... De la preparación de los rosquetes, de la compra de regalos, de decirle a los niños que el Niño Jesús soplaba sobre el Planeta y todas las cajas de regalos se llenaban con aquello que ellos le habían pedido... Ahhhhhhhhhhmis Navidades en casa!!!!!.
Ahora tengo la responsabilidad de crear nuevos recuerdos, para ello, como dicen mis amigas, tengo por lo menos 30 años más de vida por delante, no se yo si será así, pero que Dios las oiga y los ángeles digan amén...!!!!
Hoy me prometo a mi misma, pues al final soy la única que me voy a acompañar hasta el final, que trataré de no dejarme llevar por sentimientos de tristeza, autocompasión ni congoja, estoy viva, pienso y escribo, y tengo valores y aptitudes, así como virtudes valiosas, que forman el ser humano que soy, ni mejor ni peor que otros, pero que me definen y me caracterizan, y estoy sana: emocional, espiritual y físicamente, y eso en estos tiempos es importantísimo.. No me enseñaron a quererme, pero yo he aprendido sobre la marcha a querer y admirar al ser humano que se asoma a mi espejo cada mañana y ahora aprenderé a darle además, mismos y afectos.... Suena raro verdad?. Pero eso hace falta. Y aunque nos parezca mentira, nos hace falta a todos.
Y si algún día vuelvo a llorar, espero que sean de alegría, que también las hay, así que me dispongo a ser yo misma cada día de mi vida, mejorando y cambiando hacia algo mejor, haciendo cada día una mejor versión, alguien que cuando le toque partir se vaya alegre y feliz de haberlo dado todo e intentado todo...
Dios nos bendiga a todos y cada unos de nosotros.
Mireya Pérez
Realmente espero que no llores, pero si lo haces, no tengas miedo de hacerlo, estas ausencias sentidas, también son parte de la vida, y así como no hay luz sin oscuridad, las lagrimas se atesoran porque tambien vienen del alma, un abrazo enorme, TQM
ResponderEliminarGracias amiga, que Dios te bendiga.
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