Cuando estamos sumergidos en la vorágine de los días, el tráfico, el trabajo, los niños, la escuela, la casa, etc... La vida se nos va en un plis plas, sin darnos cuenta... y un buen día, te despiertas una mañana y los chicos se fueron de casa, estudiaron, se casaron... un pare de contar y de repente... la casa se siente sola, y si tienes la inmensa suerte de que tu pareja esté contigo, pues seguramente se encontrarán con que hace mucho tiempo, por no decir años, que no conversaban sobre cosas diferentes a la vida en familia, los hijos, las actividades extra escolares y un largo etc... Pero ahora que la casa está en silencio y que sólo están él y tu, te das cuenta de que no sabes de qué hablar....
A nosotros nos pasó, cuando mi hija mayor cumplió sus 25 años y el varón tenía 19, ellos ya no querían ir a pasar el fin de semana en la playa en familia, cada uno tenía sus propios planes, y mi esposo y yo, nos fuimos a la cabaña que habíamos alquilado, y de repente, nos miramos y nos echamos a reír... la canción que tantas veces le había cantado, se había echo realidad repente y sin aviso, para nosotros significaba que teníamos casi 28 años dedicados a los chicos y nosotros como pareja, habíamos relegado esa parte tan importante, para otro momento.
Fue un fin de semana para conocernos de nuevo, para volver a ser ¨los novios¨que habíamos sido y seguir adelante, este nuevo camino.
Hoy no voy a hablar de ¨ese camino¨del cual les he hablado en otras oportunidades, no, hoy quiero hablar de la maravillosa oportunidad que tenemos las parejas, cuando los hijos emprenden su vuelo y los padres vuelven, aunque sea a ratitos, (pues la vida sigue formada por los deberes y derechos de cada quien: su trabajo, sus amigos, la familia, etc.) a presentarnos la oportunidad de compartir y enriquecer la vida en pareja, desde la madurez y la inteligencia emocional de las personas que han llegado juntas a la vida adulta e incluso a la madurez, por encima de los 45 años o más.
Siempre me encantó ser ¨la novia¨, y mi esposo siempre tuvo un detalle sencillo, pero bonito, de regalarme cada martes de la semana, una chuchería venezolana llamada Miramar: frutas y frutos secos bañados en chocolate..., eran por aquel entonces mi perdición, jajajaj.
Yo por mi parte, siempre trataba de que el regreso a casa, aunque los dos trabajábamos, fuera siempre agradable, compartíamos casi todo, aunque siempre me dejó mi espacio, para compartir con mis amigas y amigos, un jueves en la noche, para sentarnos en una tasca y conversar de todo y reírnos incluso de nosotros mismos; él por su parte lo hacía al mediodía, cuando almorzaba con sus amigos y tomaba su Whisky con agua, y comía todas las cosas ricas, que yo no sabía cocinar, jajajaja. Siempre fue un amante de las carnes, y no era extraño verlo en restaurantes cuya especialidad eran las carnes a la parrilla. Pero a mi, me llevaba los sábados o los domingos, y si teníamos suerte, a lo mejor los chicos nos acompañaban, es que ya eran adultos y tenían sus propios amigos y actividades...
Cuando los años transcurren, y no nos fijamos en que el tiempo ha pasado, si no has disfrutado de las pequeñas grandes cosas de la vida, luego quizás te sientas molesto con la vida, porque no te dio las oportunidades que creías merecer. Y aunque nos duela decirlo, así no son las reglas del juego, de este juego que es la vida.
En algún momento de estos últimos 16 años, las cosas cambiaron inexorablemente, pero traté con toda la voluntad de la que soy capaz, de que el tiempo compartido fuera siempre de ¨Calidad¨, atesorando para mis recuerdos, los momentos hermosos, las palabras que me enamoraron, los gestos casi de ¨payasos¨que me hacía, sin importarle si nos veían o no, siempre fue y fuimos, los mejores amigos del mundo, y la adversidad, cuando se hizo presente, no logró distanciarnos, al contrario, nos hizo más fuertes, unidos, luchadores, pues la batalla no la hacía en solitario, si él era el Capitán de nuestro barco, yo era su timonel, siempre lista y dispuesta a apoyarlo, en cada recodo del camino, con entereza y con amor.
Pero nada de esto hubiera sido posible, si no nos hubiéramos amado, aceptado y perdonado, el uno al otro, pues nunca hemos estado exentos de errores, todos los cometemos, pero nunca lograron menoscabar la confianza del uno en el otro. Jamás discutíamos, no porque no tuviéramos nuestra diferencias, que las teníamos y a veces hasta gordas, pero es que a mi no me gustan las peleas, y los gritos, menos, así que, cuando algo no estaba bien o no estábamos de acuerdo, yo esperaba el momento oportuno, cuando a él casi se le hubiera olvidado el ¨asunto¨, jajaja, yo venía y cuando ya nos íbamos a dormir, en el silencio de nuestra habitación, me sentaba y le planteaba aquello que me parecía que habíamos hecho mal o cuya solución no era quizás la que él había planteado.
Sin darnos cuenta, esa forma de actuar como pareja, ha marcado a mi hija, a tal punto, de que ella se niega a discutir, y como yo, espera el momento oportuno, cuando las mareas se hayan calmado y conversa con su esposo, conciliando así la situación sin menoscabar el amor tan profundo que sienten el uno por el otro.
Por ello, siempre hago hincapié en la importancia del ejemplo, de las acciones que emprendemos, de la forma en la que tratamos al otro, a los amigos, a los hijos, pero sobre todo a esa persona que nos ha escogido y a quien hemos escogido para compartir esto que llamamos Vida.
Ahora, lo más importante es Vivir, en plenitud, con alegría, con inteligencia, con empatía, entendiendo que somos personas diferentes, pero que en la unión está la fuerza.
Respetando y admirando en la pareja, aquello que lo hace diferente a los demás. Sin querer cambiar su manera de ser, pues eso no lo vamos a lograr nunca, pero si los aceptamos y nos aceptan como somos, muy posiblemente lleguen a la conclusión de que así, como son, son perfectos y maravillosos. Y si además de parejas, amantes, padres, suegros, abuelos, compañeros, llegan a ser los mejores amigos del mundo, estarán plenamente felices consigo mismos y estarán más unidos que cualquier pegamento que exista o el hombre haya inventado, pues estarán el uno al otro unidos por una fuerza que lo puede todo y lo transforma todo, El Amor...
Que Dios los bendiga y puedan vivir en la plenitud del Amor incondicional y verdadero.
Mireya Pérez.
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