Una de las lecciones más importantes de la vida, me las dio mi suegra, Nieves, que en Paz descanse...Fue una mujer excepcional, adelantada a su tiempo, moderna, siempre impecable, elegante, genial y magistral a su manera, pero sencilla y humilde, aún dentro de esa elegancia tan suya...
Me sorprendió, porque ella recogía a los pordioseros de la calle, los llevaba a su casa, los hacía que se ducharan, les daba ropa de sus hijos, les daba de comer, y de ahí en adelante, estaba siempre pendiente de ellos. Cuando las cosas en la ciudad se empezaron a poner difíciles, en cuanto a seguridad personal, no dejó de hacer esto, pero ya se dedicó a las mujeres, les hacía bañarse, les daba ropa de su tienda, las alimentaba y procuraba que siempre estuvieran bien de salud, no las quería ver en pésimas condiciones... Infinidad de veces, si estábamos almorzando en alguna Fuente de Soda, en mesas externas, las hacía sentarse a la mesa y les hacía servir un plato de comida, lo mejor que tuvieran, al principio los mesoneros que nos atendían querían sacar a estas señoras del lugar, pero al estar al aire libre, en una zona de acceso popular, se acostumbraron y ya sabían que la Sra. Nieves, en algún momento, haría algo de esto, e incluso le preguntaban, si ella quería que le prepararan algo para que estas personas se lo llevaran, y ella contenta asentía.
En su casa siempre se atendía a la familia que viniera a la ciudad para algún papeleo, o por vacaciones, etc. Hermanos, sobrinos, primos, ahijados... y un pare de contar, todos sabían que en su casa, nunca les faltaría un plato de comida caliente, un techo y una cama o lecho donde dormir. No era rica en posesiones materiales, pero sí era un alma generosa. Y ese fue el legado que nos dejó a todos, incluyéndome a mi, su nuera y a mi hija, su única nieta hembra.
Católica practicante, creyente y devota, a la hora en que se enfermó, no le faltó el apoyo de las mujeres de la familia, entre todas la cuidamos y la atendimos, en turnos, pues mi hija y yo estábamos trabajando y estudiando, sin embargo, no le faltó soporte, ni afecto, ni amor, hasta su último día. Y aún hoy que hace casi 19 años que se fue, la recordamos con infinito amor, pues no sólo dio a manos llenas, sino que nos dejó un legado de amor y de entrega, así como un ejemplo de vida a seguir. Aunque ella fuera inconsciente de que así lo hacía.
Por ello, hoy, he querido hablar no sólo de ella, sino de la importancia que tienen nuestros actos, conscientes o inconscientes. A veces reaccionamos de una manera u otra, sin darnos cuenta de que somos observados y de que al final o en algún momento de nuestras vidas, ese juicio al que todos tememos, llega de la manera menos esperada, en los ojos y la memoria de aquellos que nos conocieron.
¿Cuál ha de ser mi legado?... He tratado, en la medida de mis posibilidades de ser un alma generosa, entregada, amable y gentil con la gente, respetuosa con los demás, amorosa con mis seres queridos, sean éstos o no de mi sangre, de ahí que a veces me haya comparado con un árbol que me encanta desde niña, el Flamboyant o árbol de fuego, pues este árbol crece con un tronco fuerte y una copa amplia y frondosa, capaz de dar abrigo a cuantos quieran refugiarse en su sombra, alegre y colorido...
No tengo apego a los bienes materiales, me adapto a las circunstancias, y jamás miro si la persona tiene o deja de tener, me interesa la gente por si misma, por lo que son como personas, pues así yo aprendo cosas, que de otra manera sería imposible conocer, soy feliz cuando la gente a la que amo y aprecio les va bien, también sufro y me preocupo cuando tiene algún sufrimiento, pues quisiera evitar que la gente padeciera o tuviera problemas, sobre todo, no quisiera nunca, que la gente llegara a pasar ni siquiera cinco minutos del camino, que una de mis amigas sabias llama, el camino de espinas...Ni siquiera aquellas personas que en algún momento de mi vida, se equivocaron conmigo y quizás me hicieron soltar alguna lágrima...
Pero yo crecí, me hice a mi misma, me sobre puse a mis limitaciones, y aferrada a mi Fe, a mi Esperanza, levanté mis hombros y emprendí con optimismo mi camino, aún sabiendo que iba a tener muchos escollos, momentos duros, difíciles e incluso amargos, pero lo acepté todo con tal de que pudiera ayudar a la persona que amaba a sobrellevar y luchar contra su enfermedad, que duraría 16 años, muchos años. El a cambio, me dio el soporte afectivo, la compañía, la amistad, la complicidad y el afecto que necesitaba para continuar y luchar por él, por nosotros y por nuestros hijos.
Ese es el gran legado que le dejamos a los nuestros, que siendo simples seres humanos, jamás nos mostramos ni amargados, ni resentidos con la vida, ni con Dios, y mucho menos con la gente. Aceptamos lo que nos tocó y enfrentamos todos y cada uno de los procesos, unidos y confiados uno en el otro, hasta el último minuto.
Me dicen que les he dejado el listón muy alto, creo que sólo se puede hacer lo que tenemos que hacer con amor y confiando en Dios, no hay otra forma de actuar. Si amas a alguien, si perdonas y te perdonas, sólo puedes actuar con entrega, amor y devoción, dándole gracias a Dios de cada pequeño gran instante de la vida¨ que nos ha dado: Los hijos, la llegada de los nietos, esa pequeñas manitas confiadas que se aferran a tus dedos, por primera vez y que te roban el corazón para siempre.
¿Cuál es mi legado para mis hijos y nietos?... Dar amor y amar a manos llenas... En mí siempre encontrarán: el plato de comida caliente, una manta con la cual cobijarse y un refugio de paz a donde llegar y sentirse en un hogar. Pero sobre todo, un par de brazos para abrazar y un corazón que late por ellos y para ellos.
Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros, que no nos falte nunca el amor, ni a quien abrazar en la vida.
Mireya Pérez.
Gran legado "Dar amor y amar a manos llenas..." , un abrazo grande Mireya
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