Las parejas de águilas formaban y alicataban sus nidos, más allá, entre los riscos, entre las zarzas, donde ningún otro tipo de ave pudiera llegar y poner en peligro su delicada carga.
Esta primavera ella ha puesto dos huevos, y se turnan para empollarlos, a ratos ella, a ratos él, pues el hambre arrecia y hay que salir a cazar, pero siempre volvían contentos con alguna presa para el otro...
Sin embargo, esta tarde ella emprendió el vuelo, y la noche llegó y ella no regresaba... Su pareja, nuestro ¨águila especial¨, la espera inquieto, pero algo en su fuero interno le dice que ¨algo¨ha pasado, nunca ha estado tanto tiempo alejada del nido, y mucho menos cuando falta tan poco para que los aguiluchos emerjan de los huevos empollados con tanta dedicación.
El no se atrevió a dejarlos y a pesar del hambre, aguantó con paciencia, extrañando a su pareja que por más de veinte años lo había acompañado, habían sido compañeros y pareja desde que llegaron a adultos... Tantos vuelos, tantos recuerdos, tantos horas de vuelo jugando con el aire, con el viento, retando a las tormentas, sobre volando el mar de nubes, llegando más allá de lo que otras aves habían llegado... Y lo hicieron juntos, llenos de alegría, de vida, eran perfectos y magníficos con sus alas desplegadas haciendo arcos perfectos y su vuelo en armonía era un poema en acción.
Ahora, después de muchos días, casi agotado, ha sentido bajo su abdomen, un movimiento, y con cuidado se para en el borde del nido, mirando hacia adentro, donde de repente, emergen uno detrás del otro, dos aguiluchos, con piel suave y sensible, sin plumas, graznando pidiendo comida.
El los acoge, como puede, los mira y le parece milagroso que hayan podido salir del cascarón, para él el tiempo ha perdido su noción de ser, lleva tantos días sin alimento, solo pendiente de no dejar sin calor su preciado regalo, que por momentos solo atina a mirarlos, pero no sólo él tiene hambre, también sus aguiluchos, y una vez que se cerciora de dejarlos bien cubiertos, para impedir que sean presa de otro ave de rapiña, les da una última mirada y se enfila hacia la llanura en busca de alimento. No ha dejado de pensar en ella, y está seguro de que algo sucedió que le impidió regresar, pero no tiene tiempo que perder, debe encontrar algo tierno para sus aguiluchos y emprende su búsqueda con energías renovadas.
Allá abajo, entre los matorrales, logra divisar a una liebre, que al sentir la vibración del aire, y el aleteo del ave, trata de correr y esconderse, pero no llega a tiempo y el águila certera lo atrapa con sus patas, fuertes y tenaces, y ahora ya laxo, es llevado hasta el nido. El águila a la par que vuela de vuelta al nido, otea con cuidado los otros nidos, pero sus compañeros están atareados, haciendo lo mismo que él, atender a sus crías.
Durante meses volará, cazará, y dará de comer a sus crías, hasta que poco a poco les salgan las primeras plumas, crezcan y traten de salir del nido, lo que hace que su custodia sea casi un tormento, pero al final, cuando ya ha pasado el invierno, están listos para aprender a volar, y en esa comunidad de águilas, pareciera que la actividad se ha intensificado, los padres águilas y sus compañeras emiten sonidos de alegría y de júbilo, pero también de cuidado, pues la nueva progenie va a empezar a volar....
Al principio mira con recelo a sus aguiluchos, pensando en los pro y en los contra, pero como padre con cierta experiencia en el entrenamiento de nuevos águilas, pues este era su quinta progenie, entiende que sus hijos quieren ya lanzarse a volar, a conocer el mundo más allá de los confines del nido que les ha dado abrigo y protección, y están impacientes, y así se lo expresan a su padre con los graznidos y el aleteo de sus alas. Así que puestos en la tarea, los anima y con graznidos les da las ultimas indicaciones, y ellos se lanzan al vacío y él con ellos, presto a ayudarlos, pero salve un pequeño contratiempo con el viento, los aguiluchos lo han pasado genial, y regresan al nido llenos de bríos y alegría, graznando para indicar su gozo de la experiencia que es volar.
Su padre ahora los somete a un entrenamiento exhaustivo, no sólo en cuanto a vuelo, caza y seguridad, sino también a lo más importante, quedar siempre alejados de un animal grande, inteligente y mejor cazador que ellos: los humanos. Los chicos deben volar siempre lejos de sus asentamientos, pues en un descuido, los humanos les darán caza, no para alimentarse, sino por puro placer.
Y así llegó el día, la mañana amaneció brillante y el aire se sentía fresco con una ligera brisa. Las águilas jóvenes, emocionadas, miraban hacia el fondo del risco, han pasado casi un año entero entrenándose, formándose, creciendo y haciéndose fuertes, y ahora les toca la gran prueba: seleccionar su pareja y hacer el cortejo nupcial, que les otorgue la pareja que tendrán para toda su vida.
El cortejo se realiza con la presentación del águila a la joven que pretenden, a veces hay varios pretendientes, y ella escogerá al que le parezca más fuerte, seguro de sí mismo y que le asegure una buena progenie para continuar con la especie. Sus hijos están listos y por suerte no han escogido a la misma joven, hubiera sido terrible ver competir a sus hijos por la misma águila joven. Pero no fue así, y tras unas horas de duelos en vuelos, arabescos y algún que otro graznido, cada uno de sus hijos tiene su pareja, los ve volar jubilosos en busca de un lugar seguro donde construir sus nidos.
Hasta este día, nuestra águila había estado tan atareado cazando, entrenando y vigilando a sus hijos, que no se había dado cuenta de que el tiempo había pasado, y ahora mirando con orgullo a sus hijos, se da cuenta de que es hora de que él emprenda su vuelo, en solitario, pues su pareja nunca volvió, posiblemente falleció, y ahora, algo en su fuero interno le dice que debe emprender el vuelo, uno diferente a todos los que ha hecho hasta ahora.
Así que hoy, después de ver a sus hijos con sus parejas, realiza un giro alrededor de ellos, y se aleja con un graznido, lanzándose en su vuelo más allá del mar de nubes que cubre las laderas del monte, dirigiéndose sin saberlo, a un nuevo destino...
El Destino de Las Águilas....
Este cuento pertenece al libro que estoy escribiendo, pero he querido compartirlo con todos ustedes, como un regalo anticipado de Navidad.
Que Dios los bendiga, estoy total e infinitamente agradecida con todos y cada uno de ustedes, que me acompañan sin saberlo, en esta etapa de mi vida, pues yo, como el águila de mi cuento, debo hacer también un viaje, sólo que es ¨espiritual¨, hacia adentro de mi alma, para volver a emerger más fuerte y más serena. No es fácil convivir con la soledad física, con la ausencia del compañero, pero la vida es así, y hay que seguir, ese es el camino.
Gracias mil
Mireya Pérez
Gracias por compartirlo Mireya, es hermoso, un abrazo enorme :)
ResponderEliminarGracias Regina, un abrazo gigante que Dios los bendiga.
ResponderEliminarGracias Regina, un abrazo gigante que Dios los bendiga.
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