Si alguien tuviera la oportunidad de conocer su futuro, quizás cambiaría todos y cada uno de los sucesos, hechos y situaciones que estarían plasmados en esa especie de vídeo anticipado...Pero gracias a Dios, venimos al mundo como el pintor ante un lienzo blanco, sin manchas, impolutos, con todo por crear, de hecho, así sucede. Las imágenes y situaciones se irán formando día a día, con el transcurrir del tiempo, formando edades como la infancia, la pubertad, la adolescencia, juventud..., etc., etc...
Un día, quizás, en la antesala de un suceso que, aunque conocido o esperado, resulta sin embargo, en desconocido para el protagonista indiscutible de su propia historia, se encontrarán con sorpresa ante la realidad, su realidad, no la de otro ser humano, sólo la de él o la de ella. Pues cada individuo es el protagonista principal de su historia personal, con actores secundarios, miembros de su entorno, incluyendo a los figurantes, que aparecerán en algunos momentos, pudiendo quedarse grandes temporadas, o simplemente aparecer en la pantalla, para luego salir, a veces, sin dejar huella alguna; como si hubieran sido parte, apenas del paisaje que nos circundaba.
Si pensamos en el recorrido que nos ha llevado a este momento, y lo miramos con objetividad, seguramente se extrañarían de los grandes pequeños milagros que sucedieron, o del por qué de algunas situaciones que nunca entendieron, y sin embargo, ahora al rememorarlas, las ven con ojos distintos, porque ahora son más sabios, han aprendido más de una lección en su vida, y notan con sorpresa, lo irrelevante que había sido. Muy posiblemente les asombre el haber perdido tanto tiempo en aquella situación que no tenía razón o sentido verdadero como tal. Pero déjenme que les diga, que cada situación vivida, e incluso sufrida, era necesaria para que evolucionaran como seres humanos.
Dicen los entendidos en el tema, que no nos vamos sin aprender lo que hemos venido a aprender, así como tampoco debemos irnos, sin haber enseñado lo que teníamos que compartir y enseñar. Si sucediera de otra forma, en realidad la vida de esa persona, hubiera sido vana y sin sentido...
Así que, aunque crean que ustedes no hacen la diferencia, bájense de ese error, su vida es importante, no sólo para ustedes mismos, sino para todos aquellos a los cuales, vuestra imagen, recuerdo y enseñanzas, les ha quedado grabada en el recuerdo. Sin embargo, sí tenemos algo que tomar en cuenta, y es que esos recuerdos deben ser positivos, edificantes, amorosos y gratos. No desperdicien energía en tener sentimientos negativos, que dañan al que los emite, mucho más que al que, supuestamente va dirigido, pues la mala vibra sólo le pertenece al emisor, no al supuesto blanco, pues este tiene la potestad de no darse por aludido y ahí se queda, sin llegar al blanco, y como un bumerán se devolverá al que lo ha lanzado.
Por ello, cuando llega el momento de partir, de pasar de este plano de vida al plano espiritual, como dicen los maestros, el legado que dejemos a nuestros seres queridos, independientemente de los bienes materiales o no, debe ser el recuerdo de esos cientos de millones o quintillones de momentos vividos y compartidos. Eso en realidad no tiene precio y es algo que es hermoso edificar en la gente que amamos y queremos.
Ayer, cuando hicimos el viaje al sitio donde mi esposo, de niño, fue el niño más feliz del mundo; entre los cientos de recuerdos vividos, uno de ellos fue el que mi hija recordó de su padre, algo que para nosotros siempre fue especial: el sentarse en la mesa de la cocina en la noche de un sábado o domingo, tomando una copa de vino y conversar hasta las tantas, de cosas grandes y pequeñas, pero siempre únicas y maravillosas... ¿Saben una cosa?...Mi hija le pidió a su esposo, que el día de mañana, él tuviera con su propia hija, momentos así. Y yo, como madre y abuela, sé que mi yerno lo hará, pues sin saber que para nosotros, esos momentos eran especiales, muchas veces se quedó con su suegro hablando de todo y de nada hasta las dos o tres de la mañana. Para él también su suegro fue un ser excepcional.
Cerré un capítulo inmenso de mi vida, algo para lo cual, ni en mis más locos sueños, pensé que podría realizar o siquiera que sería yo la que lo realizaría. Pero la vida es así, hace mucho tiempo que dejé de cuestionarme o de hacer preguntas, ni siquiera busco el por qué.
Yo soy un ser finito, que he tenido un principio, un transcurrir por la vida, y en algún momento, como todos, partiré, ligera de equipaje, sólo rodeada de los cientos de miles de pétalos de flores que he ido guardando con celo y amor infinito, en mi equipaje personal, que yo llamo alma y que es la que me habita.
Por eso, a pesar de las lágrimas que a veces me traicionan, me siento feliz de poder haber cumplido hasta su más mínimo sueño. Ahora me toca a mi, seguir mi camino, por donde quiera que el me lleve, y por el tiempo que deba transitarlo. No opongo resistencia alguna, simplemente doy gracias infinitas por todo lo vivido, aún por las lágrimas, pues sé que ellas han sido parte del cincel con el cual he sido y soy esculpida.
Creo que debemos vivir, estudiar, reir, compartir con la gente que amamos, con los amigos y amigas y con los nuevos conocidos o por conocer, siempre desde el afecto, desde la ternura, desde la alegría, pues no sabemos cuál es la fecha de partida, pero sí que ese ticket está en algún recodo del camino.
Dios nos bendiga todos y cada uno de los días de nuestra vida, ruego para que seamos capaces de valorar las pequeñas grandes cosas de la vida, de atesorar momentos maravillosos y de sembrar hermosos recuerdos en aquellos a quienes amamos y respetamos.
Mireya Pérez
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