Qué difícil es a veces, hablar con la verdad, con la mirada directa al interlocutor, sin temor a ser juzgados, ni señalados...
Sin embargo, es la mejor opción, para todo aquel que cree y confía en la máxima que dice:
La verdad siempre vencerá a la mentira!!!.
Pero muchas veces, la gente, por temor al reproche, al juicio incesante, al qué dirán y a tantos y tantos prejuicios, inculcados a través del tiempo, se escusan en lo que llaman ¨mentiras blancas ¨, para ocultar algo, que más temprano que tarde, saldrá a la luz, aunque no queramos, aunque nos de miedo, aunque nos cause vergüenza o dolor...
Por ello, debemos ser ante todo, honestos con nosotros mismos. Podemos tratar de engañar al otro o los otros, pero al que nunca podemos engañar es a nuestro Yo interior, al que habita y al que somos en realidad. Porque conocemos nuestros sentimientos, nuestros pensamientos más íntimos, nuestros sueños, lo que nos da aliento y lo que nos desalienta, lo que nos da alegría y lo que nos la roba... No hay nada de nuestro mundo interior, que nuestro Yo interno no conozca, y a él no lo podemos engañar, por más que queramos, siempre en algún momento nos va a traicionar el subconsciente y zas!!, saldrá a la luz aquello que más temor nos producía, o aquello que nos daba dolor o vergüenza... Y ¿ para qué ocultarnos de nosotros mismos?... No vale la pena!!!.
No es fácil para ningún ser humano, reconocer sus flaquezas, sus problemas, sus tristezas, desilusiones o añoranzas. A veces, incluso, pensamos que eso nos va a restar méritos, y aunque ya he hablado muchas veces sobre ello, lastimosamente es nuestro ego, de nuevo, el que nos juega malas pasadas...
Mi madre solía decir que: ¨al que quiera saber...mentiras con él...!!!. Y ¿saben una cosa?...la única que se engañaba era ella, la gente no es incauta, ni tonta, ni necia... No podemos sobre estimar o infra valorar al otro, porque simplemente, hay cosas que se declaran presentes ellas solas.
Hay otro refrán que dice: ¨La verdad y el dinero, no se pueden ocultar¨... Tarde o temprano se encuentran, tarde o temprano se descubre la mentira, así se lleven años o siglos en descubrirla.
Para Dios no existe el tiempo, como lo medimos los humanos, es solo una fracción de segundos en comparación con el infinito, y al final, la verdad prevalece, y las mentiras caen como tarjetas de naipes en un castillo construido en el aire...
Crea además so sobra, pues el que miente, siempre tiene miedo de ser descubierto, y cuando ocurre, quisiera que el piso se abriera y lo tragara, o hacer como el avestruz, que esconde la cabeza en el suelo, para no ver, sin darse cuenta que deja expuesta toda esa enorme anatomía, que jamás pasa desapercibida.
¿Para qué mentir?. Es mejor ser honestos, a pesar de todo, nadie va a juzgarlos, peor de lo que ya ustedes se han juzgado, porque nosotros mismos somos peores jueces, que el tercero que nos mira o escucha; antes de ser señalados, ya nosotros mismos nos hemos señalado.
Y es realmente injusto para los demás y para ustedes, porque al ser deshonestos, alejamos a la gente que en realidad nos importa, hacemos que la gente deje de creer en nosotros, incluso dejamos de creer en uno mismo, y si tu no confías en tí, en tus valores, en tus puntos positivos, en tus fortalezas, ¿cómo alguien de fuera va a creer en tí, si tu mismo no te valoras?.
Pero siempre podemos empezar de nuevo, reconocer los errores, enmendar el camino, y hacernos la promesa a nosotros mismos de no sucumbir ante la promesa falsa de la mentira y encarar las verdades, por más duras que puedan ser. Nunca serán tan duras como lo imaginan, pero para ellas se preparan, y poco a poco, con valentía, con ganas de evolucionar, con respeto a sí mismos, irán enarbolando la bandera de la honestidad, hasta que pasado el tiempo, aquel tiempo de aparente oscuridad, sea solo un mal recuerdo...Un aprendizaje, de los muchos que hemos venido a aprender, a evolucionar y a entender...
Muchas veces el mejor juez, el mas humano, es aquel que alguna vez pecó, que cometió errores, pero que supo enmendar su camino y lo logró, y si hay redención para el pecador, también lo hay para el que ha cometido el error de dejarse llevar por malos consejos, y gracias a la dedicación, a la oración y al deseo de superarse, logra superar sus miedos, abandona su falsa zona de confort, y se lanza a la aventura de ser siempre honesto, consigo mismo y con los demás.
Sin importar las críticas, las censuras, o los juicios. Porque al único al que tienen que rendir cuentas es a sí mismos y a Dios, y El siempre está dispuesto a perdonarnos, lo demás, hay que dejarlo al tiempo...
Se que ser honestos no es fácil, pero es el camino correcto, de otra manera caeríamos en una espiral de mentiras que al final se encuentran unas con otras y no podemos dominar. No vale la pena, en serio se los digo.
La verdad como bandera o como estandarte, nos da libertad, nos da seguridad en nosotros mismos, no va a causarnos más dolor, al contrario, ayudará a sanar más rápido las heridas. No las podemos evitar, forman parte del equipaje de aprendizaje de la vida. Pero nos proporciona seguridad en nosotros mismos, valor ante lo inevitable y templanza ante las circunstancias a las que seremos sometidos tarde o temprano, pues todos, absolutamente todos, no importa nuestro nivel socio económico o socio cultural, tendremos que hacer frente al dolor, por pérdidas irreparables, al miedo y a la enfermedad.
Casi nadie se escapa de ello, pero si somos conscientes de quiénes somos, de lo que somos capaces de lograr y confiamos en Dios y en nosotros mismos, aún en los momentos difíciles, encontraremos consuelo e incluso Dios nos pondrá en el camino, ángeles que nos ayudarán a capear el temporal, que nos tenderán la mano, así como nosotros lo haremos a nuestra vez, con los otros.
Así es la vida, la honestidad nos abrirá puertas insospechadas y allanará el camino, cuando creamos que ya no hay más por donde caminar...
Sólo hay que tener Fe, Amor y Esperanza...Y querernos un poco...
Que Dios nos bendiga a todos y a todas.
Mireya Pérez
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