La reflexión de hoy les va a sonar a más de uno o una, porque es algo que muchos de nosotros llevamos ya, como una segunda piel, por distintos motivos, generalmente porque no había otra posibilidad mas que rendirse... y esa posibilidad nunca ha estado dentro de nuestro vocabulario personal.
No es sólo llevar una cruz a las espaldas, es que se llevan también los problemas y circunstancias de aquellos a quienes amamos y a quienes protegemos, incluso de ellos mismos, porque inconscientemente hemos entendido que la única manera de ayudarlos era ser uno, con el que sufre y ayudarlos a conducir su propia cruz.
Las personas que así actúan, lo han hecho inconscientemente, de forma natural, incluso desconocen el momento en el que tomaron la decisión de acompañar, mitigar y ayudar a aquel que necesitaba el apoyo, la mano y hasta gran parte de su tiempo, esfuerzo y tenacidad...
Hasta que un buen día, en algún momento, ellos mismos se quiebran..., no por esa situación, no, sino porque también a ellos les llega el momento o punto de quiebre de su propia vida, donde tendrán que hacer nuevos ajustes emocionales, tomas de decisiones y valoración de las circunstancias. Y lo harán, como han hecho todas las cosas en su vida: de frente, a descubierto, y con los pies en la tierra.
Ahí radica el valor de estos seres humanos ¨resilentes¨, que se han superado a sí mismos, que han logrado vencer los problemas o visicitudes de cada tramo del camino. Sin perder, en el intento, las ganas de seguir adelante, de luchar y de vencer. No conocen el significado de la palabra ¨abandono¨, o ¨claudicar¨, no, sin embargo sí conocen palabras como: superación, lucha, entrega, altruismo, bondad, generosidad, alegría, fe, esperanza, caridad, amistad, y amor a raudales.
Si los observamos, cuando no se dan cuenta, tienen una mirada limpia, diáfana... Su aspecto es de alguien sereno, que está en paz consigo mismo. Pues esa vida interior que llevan, sin hacer alarde, se tras zuma a través de cada poro de su piel, y los hace brillar con una luz especial, y nos infunden paz y serenidad. Si tenemos la suerte de conocer alguien así, nos van a motivar, nos van a ilusionar con sus cuentos, sus historias, que siempre serán edificadoras. Pues aunque conocen muchas palabras, y han visto la cara del dolor en más de una ocasión, ellos no conocen y mucho menos aceptan los apelativos negativos como: rencor..., envidia..., venganza...
Cuando alguien les habla de esos términos, se asombran de que aún hoy en día existan personas que puedan sentir esas cosas, y les extraña que la gente sea capaz de abandonarse a esa pérdida de energía que significa estar pendiente del otro o de la otra y desear lo que no les ha sido dado o que no les pertenece. Llegan incluso a decir, que no sabrían qué hacer en una situación similar, y por supuesto no la quieren para ellos y menos para las personas que quieren, aman y aprecian.
Vienen de superar sus propios miedos, sus temores, su dolor, su desazón y ninguno de ellos quieren eso para nadie más. Si pudieran pedir un deseo: sería el que nadie, sin importar su condición socio económica, cultural o religiosa y política, tengan que enfrentarse a lo que ellos tuvieron que superar.
Conocen muy de cerca lo que eso les produjo, y lo duro que fue vencer esa etapa. Y por mucho daño que alguien les haya hecho en algún momento, son incapaces de desearle el mal al otro. Para ellos la frase: Haz el bien y no mires a quien... es una de las leyes de vida y convivencia más importantes que existen, y es una de las normas que tienen en su vida. Si está en sus manos darte apoyo, puedes contar con ellos a raja tabla. Son verdaderos amigos de sus amigos, padres, hermanos... lo que necesites... ahí están en las buenas y sobre todo en las malas, cuando realmente son necesarios.
Estas personas tan valientes, tan frontales y verticales en su lucha ante el destino, llegan más allá de sí mismos, y son sin quererlo, fuente de inspiración para otros.
Por todo esto me animo a decirles que no envidien ni deseen la vida de aquellos que creemos que lo tienen ¨todo¨. Desconocemos su historia personal, lo que tuvieron que sacrificar, lo que tuvieron que luchar para seguir fieles a sí mismos y a su entorno más cercano. Nadie les ha regalado nada, y si lo que envidian es el carácter, menos que menos...
Cada persona vive el momento y las circunstancias para las cuales está preparado, o para los cuales tiene las herramientas necesarias, incluso las herramientas espirituales, porque se necesita mucha fe para sobre llevar pruebas difíciles, y lo logran, en silencio, sin bulla ni aspavientos... Pero cuántas lágrimas, cuántas noches sin dormir, cuánta tristeza superada a ratos, cuando nadie los ve, en la soledad del¨guerrero¨, que sabe que sólo puede seguir adelante, que ya no hay vuelta de hoja, y que lo único que les queda es respirar profundo, esbozar una sonrisa, encomendarse a Dios y confiar en que los ángeles del camino nunca los van a dejar totalmente solos e indefensos.
Ahí radica su fortaleza, la raíz de su bondad, de su gentileza, de esa sonrisa en la mirada, de la paz que emana de cada uno sus poros. Una paz ganada a base de sacrificios personales, muy humanos y valederos, que los han hecho ser los hombres y mujeres que admiramos. Templo de integridad, honestidad y valor ante la adversidad, y que merecen todo el respeto del mundo y por qué no, también tener la felicidad que se han ganado a pulso...
Dios bendiga a todos y cada uno de los combatientes de la vida, de los que no se han rendido, de los que luchan por ellos y por otros, de los que acompañan, de los que aman en silencio y en alegría, de los que se entregan cada día para ayudar y tender la mano. Para los puros de corazón!!!!.
Mireya Pérez
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