Cuando hablamos de cuentos de hadas, a muchas de nosotras se nos viene a la memoria los cientos de cuentos que leímos desde niñas, o las películas animadas de Walt Disney... Por demás está decir, que a mi siempre me han encantado, y miro con total absorción los nuevos cuentos que ven mis nietos, vuelvo a ser una niña más!.
Sin embargo, estas nuevas generaciones en las cuales incluyo a mi nieta que tiene cinco años, ven las cosas con otros ojos, a tal punto que un buen día viendo Froozen, mi nieta me sorprendió con el siguiente ejemplo de mentalidad infantil post contemporánea:
_ ¡Ay Tati, ¿es que no te das cuenta que a todas las princesas les pasa lo mismo?!!!_ y con sorpresa de mi parte añadió_
_ ¡A todas las encierran bajo llave, y luego tiene que venir el príncipe a rescatarlas!!!!!._
Su simpleza y veracidad me dejaron sin argumentos, y mi mente voló en fracciones de segundos por todos los cuentos que recordaba y ni una sola de las heroínas de mis cuentos se escapaba de esta cruel realidad, la oposición de algunos ¨muy malos¨ y la consecuencia: persecución y encierro, en los más vario pintos escenarios, bien bajo el mar, o en la tierra, no importaba, siempre el temible encierro de la princesa, y el valiente joven que acude a ayudarla, sin importar si era príncipe o no.
Animada por esta conversación adulto-infantil, recordé un libro que compré y leí hace ya algunos años que se llama:
La Princesa que creía en los Cuentos de Hadas, de Marcia Grad, Ediciones Obeliscos S.A. 1999.
Y hoy voy a compartir el capítulo final, cuando la princesa después de muchas peripecias y aventuras para crecer como adulto, lee el tan ansiado Manuscrito Sagrado, que dice:
...Creemos que estas verdades son evidentes...Aunque muchas veces no lo son.
I
Somos, ante todo, criaturas del universo: completas, bellas y perfectas en cada detalle, siguiendo los deseos del infinito.
Así pues, nos merecemos por derecho natural ser amados y respetados, y es nuestro deber no aceptar nada más.
II
Así como todo el océano puede verse en una gota de agua, también nosotros somos la esencia de la vida. Al igual que la marea sube y baja, también nosotros nos movemos con el flujo de la vida, aceptando que la única constante es el cambio y que todo es como tiene que ser, aunque muchas veces no sepamos por qué.
III
En los brazos de la debilidad está la fuerza, ansiosa de poder salir. En las garras del dolor, el placer que espera su momento. Y en un camino lleno de obstáculos, la oportunidad que se presenta con ellos. esto es lo que nos brindan estos maestros en nuestras vidas y debemos de estarles eternamente agradecidos.
IV
Formamos parte de un gran plan que no depende de nosotros. Todos tenemos un lugar reservado en este gran proyecto y una razón para existir.
V
La experiencia no es siempre la verdad, pues aparece coloreada por los ojos de quien la ve. Sólo en el silencio de nuestra mente podremos oír la verdad.
La dulce voz que le habla a nuestro corazón igual que un susurro, es la voz del Creador que despierta dentro de nosotros para que seamos conscientes de lo que somos en realidad, de lo que se espera que hagamos y de todo lo que ya sabemos.
VI
Cada momento nuevo es un banquete de infinitas posibilidades. Cada día es una exquisita fruta que espera ser escogida. Una y otra vez, debemos recoger la cosecha, comer hasta saciarnos sin derrochar, pues muy preciado es lo que tenemos ante nosotros.
Y todo lo que es muy pronto será pasado.
VII
Cuando caminamos por el camino de la Verdad, sentimos cómo fluye dentro de nosotros la belleza y la perfección de todo lo que somos, de lo que son los demás y del universo. Hemos elegido el camino de la ternura, de la amabilidad, de la compasión, de la aceptación y del aprecio. Nuestra mente se llena con todas estas cosas y tal plenitud crea amor en nuestro corazón que, a su vez, trae el amor a nuestra vida.
VIII
Cuando seguimos el camino de la verdad somos conscientes también de que lo que ocurre en nuestro interior es mucho más importante que lo que hemos dejado atrás o lo que ven nuestros ojos. Pues lo que sentimos en nuestro interior es nuestro mayor tesoro, la grandeza del universo en sí mismo.
Cuando la princesa terminó de leer el pergamino, se dio cuenta de que todas las peripecias por las cuales había pasado, le habían servido para descubrir algo muy importante:
Por más que siguiera queriendo tener ¨un príncipe o enamorado ¨en su vida, nunca podría volver a ser la la luz de su vida, pues se amaba a sí misma lo suficiente, como para ser feliz... con o sin príncipe.
Descubrió también que:
El amor verdadero significa libertad y crecimiento antes que posesión y limitaciones. Paz y no confusión, seguridad en vez de miedo, significa además entendimiento, lealtad, estímulo, compromiso, conexión y, lo que es más importante, para nosotros, respeto.
Porque cuando uno no es tratado con respeto, aparece el dolor y nadie lo puede evitar...un dolor profundo, molesto, destructivo, capaz de crispar los nervios y que, en ningún caso, forma parte de la belleza que encierra el amor verdadero.
El amor verdadero significa aceptar los desacuerdos como amigos y compañeros de equipo y no como adversarios o rivales, pues el auténtico amor no consiste en luchar o ganar y tampoco significa degradación, crueldad, ataque o violencia. El amor verdadero hace de tu hogar un palacio, no tu prisión.
Debemos recordar siempre que estamos vivos y que el amor de nuestro corazón va a traer amor a nuestras vidas y que todo será como tiene que ser y cuando sea oportuno..., pues todo ocurre como debe ser y a su hora.
Los cuentos de hadas pueden hacerse realidad..., pues nuestros corazones siempre sabrán que el amor verdadero aparecerá cuando menos lo esperemos y cuando menos lo busquemos, llegará y seremos inmensamente felices, a pesar de las dificultades que pueda haber en el camino.
Mujeres del mundo, chicas, princesas del corazón, todas y cada una de nosotras merecemos y debemos ser amadas, por nosotras mismas, y sobre todo como los seres humanos hermosos y maravillosos que somos, ni más ni menos.
Dios nos bendiga siempre, y nos ilumine en el momento de descubrir esa llama eterna del amor, en aquel que está ¨destinado¨para cada una de nosotras, y si ya está en nuestras vidas, que sepamos valorar y atesorar cada momento vivido y compartido.
Mireya Pérez
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