A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

miércoles, 10 de enero de 2018

Poner en Valor...Valorar...Valorarse...










¡Cuántas cosas hemos tenido que aprender a través de nuestra vida!...

De todas ellas, quizás la más difícil haya sido el poner en valor, la propia vida, la existencia, nuestra experiencia vital, conocimientos, y aportes a la comunidad, como seres humanos que somos, aunque no seamos un ente público, sólo una persona normal y común, como tantos y tantos cientos de miles de millones de personas que habitan este planeta azul.

Les comento esto, porque sé por propia existencia, que nunca se nos pasa por la cabeza, el pequeño y a veces gran aporte que hacemos al mostrar, simplemente, con el ejemplo de vida, cualidades y aptitudes, que nos son propias, y que nos diferencian y marcan, sin nosotros percatarnos de ello, porque forman parte de nuestra piel, de lo que somos, y como tal, actuamos en consecuencia, sin darnos cuenta, y por supuesto, sin valorar, lo positivo y bueno que trae para nuestro entorno o para todo aquel, con quien interactuamos en el día a día.

Quizás es, sin darnos cuenta al 100%, nuestro legado mayor: el ejemplo de vida... Porque formamos parte de un intrincado enjambre de seres humanos, interactuamos a diferentes niveles, tomamos contacto y nos movemos en espacios socio culturales y socioeconómicos diferentes, moviéndonos como pez en el agua, sin percatarnos de nuestros sutiles pasos, y mucho menos, está de más decirlo, de las huellas que dejamos.

En estos días, tomé contacto telefónico con un compañero de una empresa filial, a la que yo pertenezco, y de repente, esta persona, al ver la foto de mi whatsap, me preguntó si era la Mireya que había trabajado allá por los años 90 en una empresa de seguros en Caracas... Y sí, era yo, y me quedé perpleja de cómo alguien después de casi 28 años todavía se podía acordar de mí y de mi nombre, jajajaja. Inmediatamente pensé en las vueltas de la vida, después de tantos años, casi una vida, para la gente más joven, nos venimos a encontrar haciendo una actividad similar, en otro país, y en otra región... Recordé  entonces un viejo refrán que dice algo así como: ¨Siempre hay que portarse bien, porque uno no sabe cómo, nos volvemos a encontrar, y la memoria se activa¨... 

La vida es un pañuelo, de los que se llevaban antes en los bolsos, pequeños, y sin embargo, las vueltas que da, nos lleva a reencontrar a gente que no esperábamos encontrar, en sitios que ni sospechábamos... De ahí la importancia de hacer siempre el Bien...

Qué importante es entonces, el haber dejado una huella en la gente, del buen hacer, de la seriedad y de la entrega en el trabajo... Es muy bonito saber que de alguna manera hemos dejado una huella, que alguien se acuerda de nosotros, por cosas buenas, por detalles tan insignificantes como la forma de dar el ¨buenos días¨, por la forma en cómo representamos a nuestros intermediarios o quizás por otros detalles. Como docente, tengo la grata experiencia de ser recordada por mis ex alumnas, a pesar de que hayan pasado más de 35 años que no me ven... jajajajaj...

También por mis madres del colegio, por mis compañeras de clases y del trabajo, así como yo también los recuerdo. Es lo hermoso de haber vivido, de haber compartido y de seguir en el camino de la vida.

Por tanto, amigos, aunque creamos que nosotros no hemos aportado nada a nuestro entorno, la vida nos muestra día a día, que sí, que lo hacemos, algunos con mucha difusión, otros en silencio, pero dejamos huellas indelebles en la memoria de la gente y ahí debe estar el sentido de nuestra responsabilidad, que esa huella sea lo más positiva, edificante y maravillosa que podamos, no por nuestro prestigio, ni mucho menos, sino porque con nuestro accionar, estamos ayudando, de alguna forma, a hacer mejor nuestro entorno, a ayudar a otros a crecer como seres humanos y a que nuestra vida, luchas y sacrificios hayan valido la pena.

Por eso, cuando me toque entregar mi preciosa carga: mi cajita de zapatos existencial, llena de pétalos de flores, lo haré con inmensa alegría y regocijo, pues sé, que no aré en el mar...

Dios nos bendiga amigos lectores, que este sea el principio de muchos días fructíferos y llenos de alegría, de este año 2018 que apenas comienza.

Mireya Pérez


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