A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 31 de mayo de 2015

Traer el Amor a nuestras vidas....





No voy a hablarles del Amor poético, ni el amor romántico, no, les voy a hablar del Amor a nosotros mismos y a los demás, en palabras del Dr. Wayne Dyer, de su libro Tu Yo Sagrado, Editorial Grijalbo, Barcelona 1996.

Comienza el Dr. Dyer con un poema del Walt Whitman, que dice así:

Existo como soy, con eso basta
Si nadie más en el mundo lo sabe, permanezco sentado, contento
y si cada uno y todos lo saben, permanezco sentado, contento.

Un mundo lo sabe, y para mi es con mucho el más grande, y ese soy yo mismo.
Y si recibo el reconocimiento hoy o en diez mil
     o en diez millones de años,
puedo recibirlo ahora con alegría, o con igual alegría,
puedo esperar.

  • Lo primero que debemos recordar es fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, por tanto, somos parte del amor de Dios, y no debemos apartarnos de ese sentir único y maravilloso. Pensando en ello cada día, dejaremos de sentirnos indignos y auyentará nuestros miedos, afirmándonos cada día en que somos parte de ese amor infinito de Dios.

  • Debemos perdonarnos y perdonar a los demás; si somos capaces de dejar de auto criticarnos y de perdonarnos por las acciones u errores que hemos cometido, a veces contra nosotros mismos, seremos capaces después, de perdonar a los demás, y en el perdón encontraremos la paz que tanto necesitamos para vivir el día a día.

  • Cuando pensemos o recordemos a alguien, recordemos sólo lo bueno que compartimos con ellos, no las cosas malas, esas deben quedar atrás, incluso sepultadas en el olvido, que es la mejor medicina para sanar nuestra alma, cuando ha sido herida.

  • Siempre tenemos cosas buenas para compartir y talentos que ni siquiera habíamos utilizado, por temor o por vergüenza. No debemos temer, utilicemos todos los conocimientos que hemos adquirido en nuestra vida y compartámoslo con la gente, aunque no reciban una remuneración por ello. Si siempre les ha gustado cantar, ¿Por qué no asistir e ingresar a alguna coral?. Estarán haciendo una actividad que les gusta, y que no reciben dinero por ello, pero sí una recompensa espiritual, porque su alma se siente feliz, y hace feliz a otros, al compartir esa pequeña parte de ustedes.

  • No hagamos caso de los ataques verbales o insultos que alguna persona, en un momento difícil pueda hacer contra ustedes, muchas veces cuando alguien tiene rabia o está borracho, dice cosas de las cuales luego se arrepiente. En esos momentos salga de la habitación, no pelee y respire profundo, cálmese y espere, hasta que el momento haya pasado, y luego si es algo que hay que aclarar, hágalo siempre desde el respeto y con la verdad por delante. No es ser cobarde, es no herir ni hacer daño, ni a unos ni a otros y menos a nosotros mismos.

  • Tenga la certeza de que somos dignos de ser amados tal y como somos y apreciados, por la calidad de ser humano que somos. Pues nosotros somos mucho más que esa sola apariencia física, ese cargo o puesto de trabajo, y por supuesto mucho más que las posesiones que tengan o no. La gente vale por sí misma y por la experiencia que puede aportar. Estemos siempre dispuestos a sumar  y no a restar.

  • A veces nos cuesta ser sinceros con los demás o con alguien especial, por temor a que se alejen de nosotros. Llegado el momento, deberemos afrontar con valor nuestras verdades, nuestras cicatrices y también nuestras victorias. Quizás no haga falta que todos las conozcan, pero si, aquellos que son realmente importantes para nosotros, para nuestro corazón.

  • Hicimos con nuestro pasado, lo mejor que pudimos, con las herramientas que teníamos, y fruto de ellas, somo los seres humanos que somos hoy en día, con nuestra cicatrices, con nuestras luces y nuestras sombras, únicos y maravillosos y sobre todo merecedores de ser amados, comprendidos y  de ser felices. A fin de cuentas a eso vinimos a este mundo: para amar y ser amados, y ser felices y hacer felices a los demás. No hay tarea más hermosa que esa.

  • Hagamos que nuestros pensamientos se centren en el amor y que nuestras acciones se dirijan al amor a los demás, a nosotros mismos y a nuestro entorno. Es al fin y al cabo la búsqueda final de su yo interior, el amor en plena armonía con su entorno y con su vida. No existe libertad más grande que el amor y el ser amados.


Si dejamos atrás el ego, que más que un compañero, ha sido un atormentador, podremos realizar muchas cosas, y emprender nuevos caminos.

La vida no termina hasta que se apaga la luz del escenario, e incluso ahí, posiblemente comiense una nueva etapa. No lo sabemos, porque nadie de los que se han marchado han regresado. 

Pero mientras tengamos tiempo y ganas, debemos hacer por nosotros mismos y por los demás, dejando para los que vienen detrás nuestro legado. Y no hay mejor legado que el amor, así de simple y así de sencillo.

Que Dios nos bendiga y nos permita hacer cosas pequeñas, medianas y grandes, para dejar un legado de amor e integridad a los nuestros y a la gente que nos topamos en este camino que llamamos vida, y que es única e irrepetible.


Mireya Pérez



sábado, 30 de mayo de 2015

Al llamado de mi nombre... Presente Señor!!!!





Muchas veces he escrito sobre el ejemplo que damos, y la inmensa responsabilidad que pesa sobre nuestras espaldas, por ser sencillamente madres.

Hasta el día en que parimos un hijo o hija, somos una chica normal y común, como cualquier otra mujer de nuestros tiempos, pero la vida nos da un vuelco de 360º cuando decidimos ser madres. 

Ahí cambia todo nuestro panorama, y lo seremos hasta el final de nuestros días, aunque en el transcurso del tiempo nos asignen además otros nombres: suegra, tía, abuela, yaya, Tati o Tata. Ya nada será igual...

¿Y saben una cosa?. Aunque duela, aunque las cosas no salgan como lo hemos esperado, valdrá la pena, y cuando miremos las fotos que con el tiempo pierden color y hasta se vuelven sepia o amarillas, sabremos dentro de nosotras mismas, que ese milagro maravilloso de vida que llamamos Hijos o Hijas, son nuestro legado, los hemos llevado en sueños, en nuestro vientre, acunado en nuestros brazos, alimentado, regañado, enseñado, hemos reído con ellos, de ellos y por ellos; pero también hemos llorado sus penas, sus fracasos también han sido nuestros, pero siempre siempre, hemos estado ahí, para aupar, para ayudar, para aconsejar, para escuchar, o simplemente ahí, sin decir nada. 

Porque así somos las madres, y no hay dos que sean iguales.

Por eso, cuando me necesitan ahí estoy presente; cuando tengo que hacer mutis por el foro, como el actor que sale de escena por la parte de atrás, también lo hago. Porque no hay nada más fastidioso que una suegra que está presente hasta cuando la pareja se quiere dar un achuchón!!!  jajajajaja.

Saber estar, reconocer cuando es el momento en que nos necesitan y en el que debemos marcar una distancia prudencial, para que se sientan libres, pero no huérfanos de calor, es también una tarea que vamos aprendiendo en la medida que pasa el tiempo... Si todos pasamos por eso o no?... jajajajaj

Y cuando el Señor me mande a llamar, espero poder decir que lo hice lo mejor que pude, que dejé ejemplos de vida, de calidad, de tiempo de calidad, de amor a manos llenas, de gratitud y de humildad, si así lo lograra, mi alma se iría feliz.

Pero todavía tengo cosas por hacer, esto no es una despedida, solo una toma de conciencia, de lo importante que es nuestro ejemplo de vida, y del cual a veces no tomamos conciencia.

Vivamos cumpliendo con nuestro diario deber, caminando cada día un paso más, dando a manos llenas, recordando a los que nos precedieron y siendo agradecidos con todo y con todos.

Dios nos bendiga y nos de salud, entendimiento y voluntad para hacer y cumplir con la misión que nos han encomendado.


Mireya Pérez


miércoles, 27 de mayo de 2015

Soledad...amiga mía... no busques más ,¡Aquí estoy!...








Querida amiga, compañera de tantos y tantos momentos de mi vida. No creas que he huido, no, ni siquiera me he escondido, sólo estaba tan ensimismada en mí misma, que ni siquiera te oí llegar, o quizás llevas ya algunos días, y en mis pensamientos encerrada, no te he escuchado llamarme. 

Ya me conoces, a veces parece que estuviera sorda, sólo atenta a mi interior, que se ha desatado como una tormenta que mueve las piedras que controlan el cauce, y el manantial se ha desbordado, brotando a borbotones, sin poderlo controlar.

En esos momentos, sabes que me recojo en mí misma, y si pudiera aislarme del mundo, lo haría, si pudiera no levantarme y respirar, lo haría...pero el peso del deber, me obliga a levantarme y andar un paso tras otro, pesados, sin alma, sin ganas, pero hay que respirar, me necesitan o me necesita, ya no se qué...

Dos años de ausencia, dos años sin noticias, dos años sin saber qué pasó, dónde, cómo, y yo amarrada de pies y manos y con la garganta seca, y el corazón con latidos muy lentos, no tengo fuerzas, se me van entre los suspiros de mi alma inquieta, que está amarrada, sin poderse desatar...

Señor, ten piedad de mí
Señor, perdóname
Señor, guíame
Señor, en tí confío
Señor, libérame
Señor, ayúdame
Señor, te amo
Señor, aquí estoy
esta pobre alma mía
desconsolada y abatida
Señor, ilumíname
Señor, perdóname
Señor, tu ves mi corazón
mi alma de madre desconsolada
llevame y encuentrame un lugar
donde mi alma pueda descansar
donde mi alma pueda encontrar
el so ciego y la fuerza que necesita
Perdóname  Señor!!!.

A veces no hay consuelo, ni palabras que nos ayuden a encontrar las respuestas que nuestro corazón anhela, sólo la Fe, nos ayuda a seguir adelante, cuando ni siquiera el alma, puede con nuestra pena, ni nuestra tristeza.

Hoy la madre, les pide disculpas, la mujer, lleva muchos años dormida, ausente... pero la madre siempre alerta, sigue buscando, sigue esperando una llamada, una carta, una esperanza, y cuando pasa el tiempo, como ser humano que es, se derrumba, a solas, buscando reponer las fuerzas, para levantarse de nuevo, y lo hará, como el Ave Fénix, más decidida que nunca, sólo que hoy, necesita este desahogo, para no ahogarse en su dolor.

Pido disculpas, pero también soy humana, y soy madre, y la madre ni siquiera puede ponerse de luto, pues no sabe si está o no en este plano de luz....

Hoy pido a Dios consuelo y fuerza para todas las madres, hijas y padres de este mundo, que están pasando por un dolor similar al mío: Danos Señor el consuelo, la paz y la paciencia, porque tu tiempo es Perfecto, y sólo tu sabes lo que anhela nuestro corazón. Amén.

Mireya Pérez.

domingo, 24 de mayo de 2015

Los espacios vacíos....










A lo largo de la vida, y cuanto más larga es, más lo notamos, vamos encontrado espacios vacíos, que se van ampliando aunque no queramos, pues las ausencias de personas amadas, dejan esos espacios, que nadie, nunca, por más amor que nos den, podrán ocupar jamás.

Y no se trata de sustituir a nadie, sólo es que el lugar de alguien a quien hemos amado, le pertenece, única y exclusivamente a ese ser amado. No importa si es un padre o una madre, un hermano, un amigo o amiga, un hijo o hija. Nada absolutamente nada, puede hacer que logremos ver el espacio que ocupaban de otra manera, mas que vacío...

Sin embargo, Dios en su infinita misericordia, nos muestra en el camino, a seres humanos maravillosos, que se montan en el tren de nuestras vidas, a veces por períodos cortos, otros largos e infinitos, cuya finalidad es la  de ayudarnos a sanar las heridas, y aminorar el dolor de la ausencia, y nos infunden luz en el camino que veíamos desolado, triste y oscuro. E incluso logran sacar de nuevo una sonrisa, e ilusiones nuevas, para continuar, sin que por ello, hayamos olvidado al que ya no está, sólo que seguimos vivos, y debemos seguir con la tarea, que desconocemos, pero que se va expresando a medida que vamos caminando palmo a palmo.

Ninguno de nosotros ha llegado con un manual de instrucciones, y tampoco con la lección aprendida, no, la vamos descubriendo y aprendiendo a medida que vamos pasando y aprobando cada uno de los test, a  los que somos sometidos, a lo largo y ancho de nuestra existencia. Muchas veces habremos aprobado con sobresaliente o con matrícula de honor, y muchas más de las que quisiéramos recordar, habremos salido por las rendijas de la puerta, de tan mal que nos fue, o de lo mal que lo hicimos. Pero la vida, siempre, siempre nos da nuevas oportunidades, y las personas que se dedican a la creación o investigación, saben de lo que les hablo, porque hay que dedicar horas y horas en un proyecto, que al final de mucho tiempo y cuando creemos que está listo, el azar o la casualidad hace que nos demos cuenta que el planteamiento está errado y tengamos que comenzar de nuevo.

Cuando estudiaba el último año de la carrera de Educación en Ciencias Biológicas, y como estaba estudiando en paralelo la carrera de Biología en la UCV, mi tesis de grado la hice en el Laboratorio de Genética de la UCV en el complejo de Investigaciones de Ciencias en Lomas de Bello Monte, en una edificio que supuestamente era una casa solariega construida para Pérez Jimenez,  pero que nunca estrenó, y el gobierno y la UCV, la fue adaptando poco a poco a las necesidades de la facultad de Ciencias. 

Si les digo que en lo que era la piscina, nuestros profesores criaban caimanes del Orinoco, sería sólo un ejemplo de la utilización maravillosa de los recursos que se hacía en aquella época de 1979-80. 

Pues bien, mi tesis era sobre siete cepas mutante de Escherichia coli,  la bacteria que además de producir colitis y diarrea, también forma parte de la colonia de bacterias que podemos encontrar en forma normal, dentro de un examen de heces fecales. Salvo que si hay en demasía, nos produce enfermedades. 

Bien, llevaba ya diez meses haciendo pruebas sobre estas cepas, tanto en condiciones de crecimiento aeróbicas (presencia de oxígeno), como en anaerobiosis (ausencia de oxígeno). Y habíamos llegado, mi tutora y yo al convencimiento de que, dos de las cepas mutantes no crecían en anaerobiosis. Recuerdo que ese sábado, había ido al laboratorio, para recoger todas las cosas, poner en orden mi mesa de trabajo y sacar los últimos resultados... pero ahhhhh, sorpresa, las dos últimas muestras, de repente, presentaban crecimiento, y eso hizo, que tuviéramos que repetir de nuevo todos los experimentos. 

No pude graduarme con mis compañeras de clase en octubre de 1979, tendría que esperar a presentar la tesis en abril del año siguiente, y graduarme con otros estudiantes de otras facultades, y no con mis compañeras y compañeros. Pero así es la ciencia, nada es absolutamente cierto.

Treinta y cinco años después, hace ya dos años, volví a estudiar la carrera en la Universidad de La Laguna, en Tenerife, claro que lo que en aquella época era meramente una teoría, ya lo sabemos e incluso está totalmente identificado, y ¿saben?. Ha sido una experiencia maravillosa, mis profesores de esta facultad, eran más jóvenes que yo, y muchos de ellos no habían ni siquiera empezado a soñar con ser Biólogos, cuando yo me gradué en 1980, pero la vida es fantástica, y me ha dado la oportunidad de conocer, estudiar y descubrir infinidad de cosas y personas maravillosas. Y sobre todo, demostrarme a mí misma que la edad no es un impedimento, al contrario, volver a la facultad, estudiar en la Biblioteca, descubrir y reconocer cosas que había aprendido, ha sido memorable. Y lo logré!!!!.

Los espacios vacíos, si los examinamos en un microscopio, nos demostrarán que no es tal cosa, que entre uno y otro, hay algo que lo habita, invariablemente la naturaleza y Dios nos demuestran a cada palmo del camino, que lo que consideramos un error o un castigo, es todo lo contrario, una nueva oportunidad. Aún el dolor de la pérdida del ser a quien más hemos amado, es una lección, no para nosotros, que lo sufrimos y sufriremos, sino como imagen en el espejo, reflejará nuestras acciones, para que otros puedan verlas y aprender.

Nunca me había dado cuenta de lo importante que son nuestras acciones, de lo importante que es el accionar de cada día, y de cómo, sin saberlo, influimos en los demás. Hasta que alguien me hizo una pregunta, y me quedé helada, en el sitio, como el que dice, y ahí caí en cuenta de la gran responsabilidad que tenemos, para con nosotros mismos, y para con los demás. Mi actuación, de cada día, que a mi me parecía insignificante, lo había sido  todo para otra persona, y ha hecho que reaccione ante lo adverso con serenidad, sin perder la compostura, y saber esperar el momento oportuno para hablar y aclarar las dudas, sin ser presa del desatino del momento, al contrario, segura de sí misma y entera y valerosa. Y me ha llenado de gratitud infinita y de orgullo personal, porque quiere decir que a pesar de todo, algo hice bien, y eso es muy bueno para mi alma.

Los espacios vacíos, siempre estarán entre nosotros, e incluso se irán haciendo cada vez más numerosos, pero si en vez de ver el vacío, vemos las infinitas posibilidades de aprendizaje, enseñanza, colaboración y actitudes ante la vida y el entorno, sabremos que nuestro dolor, será apenas un suspiro, y que habremos aportado en la vida de otros, conocimientos invalorables para su crecimiento como individuos y como grupo. Y la vida habrá valido la pena vivirla, aún y sobre todo, por encima del dolor y de nosotros mismos.

Que Dios nos bendiga, nos de serenidad para aceptar las pruebas del camino, entereza y valor para seguir adelante y la capacidad de sonreir, aún cuando el alma del payaso, que algunos llevamos dentro, quiera llorar. Como le decía a mi hija cuando era niña: - Te prometo que mañana llloraré contigo....

Los amo y los recuerdo siempre, a todos y cada uno de ustedes, donde quiera que estén.

Mireya Pérez


jueves, 21 de mayo de 2015

Buscar la forma de curar las heridas del alma.



Relámpagos del Catatumbo, Maracaibo, Edo. Zulia, Venezuela

A menudo, a lo largo de nuestras vidas, hemos conocido a personas que sufren de un mal del alma: la cólera, la irritación... pareciera que siempre están amargados con ellos mismos, con el mundo, con la vida.

Cuando un ser humano pasa por una situación de estrés emocional, y no tiene consuelo en algo, porque no ha llegado su momento de aprendizaje, o porque ha olvidado lo que le enseñaron en casa, en la escuela, o porque ha perdido la fe: en sí mismos, en los demás e incluso en Dios. Seguramente expresan su rabia interior, con desafueros externos, que a personas sensibles, les llena de temor y hace que la gente los vayan dejando como casos perdidos, y se conviertan cada vez más en seres huraños y extraños, que nadie quiere y a quien nadie se atreve a acercarse.

Y hace falta en esos momentos, el consuelo de un alma generosa, que a pesar del miedo, busque la forma de aquietar esa alma atormentada y llenarla de paz, de nuevas ganas de vivir, que le permita reconciliarse con ellos mismos y con el mundo.

Para ello he encontrado un cuento que me parece fantástico y aleccionador:

...Cuentan que en la antigua China, en la época del Emperador Ming, un guerrero afamado por su valentía y  arrojo, volvió a su casa después de estar más de dos años alejado de su esposa y familia, peleando en alguna zona alejada, siguiendo las órdenes de su Capitán.

Cuando llegaron los rumores de que el joven guerrero volvería a su casa, la esposa loca de contenta, empezó a cocinar durante varios días, montones de platos y manjares, para que al llegar su amado, pudiera agazajarlo como merecía, y ver así, como su llegada llenaba de alegría a su familia y a su esposa.

Sin embargo, el guerrero no quiso entrar en la casa, y por el contario, prefirió dormir en el bosque cercano, con su manta en el suelo, como había hecho los últimos años, durante la guerra.

Sin embargo, la esposa no se amilanó y le llevaba todos los días, los alimentos que tan amorosamente había preparado, y todos los días, sin miramientos, el joven tiraba por los suelos, las bandejas y los manjares, negándose a hablar y comer nada de lo que su esposa le traía.

La joven apesadumbrada, buscó consuelo en la familia, y una de sus cuñadas le aconsejó que fuera a visitar a la vieja de la aldea, que seguramente ella le daría algún remedio para su amado. Corrió con alas de alegría hasta la casa de la anciana, que luego de escuchar sus penas, le dijo que ella le prepararía una medicina ancestral, pero que necesitaba las barbas de un Oso de Luna Blanca que estaba en las montañas que se veían a lo lejos, pero que debía ser muy cuidadosa, pues el camino estaba lleno de peligros.

La joven preparó un atado con algunos aprovisionamientos y salió feliz hacia las montañas, no sin antes pedir permiso a la misma para entrar en sus confines:
_ Montaña sagrada de mis ancestros, permíteme entrar en tus caminos, pues necesito curar a mi amado- y reclinando la cabeza en acto de respeto,comenzó su largo ascenso.

Cuando encontraba un riachuelo, le pedía permiso al río, para atravesarlo e ir en busca de la ayuda para su amado, y el río le respondía con el brillo de sus piedras mojadas y el murmullo de sus aguas cantarinas, y la joven seguía su camino...

Siguió ascendiendo, y empezó a hacerse el camino más difícil, pues ahora debía escalar entre piedras monumentales, y la joven pedía de nuevo permiso a la montaña para seguir su camino, y la montaña parecía que respondía, al dejar ver su clara cima, cubierta por la nieve.

Y escaló y escaló hasta que su vestido hermoso se fue haciendo jirones, y sus pies, apenas calzados con unas zapatillas, la llevaron a la falda de la montaña cubierta de nieve, y de nuevo la joven oró a la nieve para que la dejara llegar hasta la cueva del Oso de Luna Blanca, y un rayo de sol iluminó su pico, y le pareció ver una señal que le permitía seguir su camino, y no sintió como sus manos heridas por las sarzas, y arañada por las piedras, ni sus pies, mal cubiertos, se llenaban de frío...Su alma, solo quería encontrar al Oso de Luna Blanca.

Y por fin, al atardecer de aquel día tan largo, la joven llegó a la cima, y oteando el camino, encontró un pequeño saliente, donde guarecerse y esperar el día siguiente para buscar al Oso.

Durmió la joven toda la noche, sin siquiera tomar algo de la comida que había traído. Al día siguiente, cuando apenas se estaba despertando, sintió el ruido que hacían los pasos fuertes de un animal sobre la nieve, y vio con asombro, por primera vez al Oso de Luna Blanca, negro como la noche y enorme, y se etemorizó, pero de repente, pensando en su amado, volvió la cordura a su mente y enseguida trazó un plan, y lo puso en práctica.

Cuando vio que el oso se dirigía a la boca de una cueva enorme, se aprestó a llenar un cuenco que traía con algo de alimento, y lo puso en el camino, y corrió a esconderce en una roca grande, desde donde podía ver sin ser vista.

El Oso salió de la cueva y olfateó el aire, descubriendo con su olfato agudo, la presencia del alimento que la joven le había servido, se dirigió con paso lento, y dio vueltas alrededor del cuenco, olfateando, hasta que se paró al lado y se comió todo lo que había, y luego se retiró a su cueva.

Contenta, la joven volvió a su escondite y preparó un nuevo cuenco para el día siguiente.

Temprano en la mañana, se cercó de nuevo a la cueva del oso, y esta vez, se escondió detrás de unos árboles que estaban más cerca. Y de nuevo el oso salió de su cueva, olfateó el aire, y descubrió el cuenco, que estaba vez estaba más cerca, y volvió a darle una vuelta, y nuevamente comió su contenido. Alejándose de nuevo a su cueva.

Así pasaron varios días, hasta que en el úlimo día, la joven al poner el cuenco, se quedó parada a unos poco metros de él, esperando con ansias, la llegada del oso.

El oso de nuevo se dirigió al cuenco, pero esta vez, vio a la joven que tiritaba de frío, y con algo de miedo, pero que se resistía a bajar la mirada. El oso comió lentamente y luego se paró y miró a la joven y le dijo:

_ ¿Eres tu la persona que me ha estado alimentando todos los días?- le dijo a la joven.

_ Sí,_ dijo la joven_ he sido yo, Señor de las montañas.

_ Y no me tienes miedo?-

_Un poco Señor, pero tengo una misión que es más importante que yo, mi Señor.

Y la joven le contó al oso toda su pena y pesar por su amado, y cómo la vieja anciana del pueblo le había pedido unos pelos de la barba del Oso de Luna Blanca.

_ Bueno joven, pues acércate a mi, y arranca esos pelos de barba que necesites, has sido muy valiente y debes amar mucho a tu joven esposo.

La joven entre miedos y esperanzas, se acercó al Oso de Luna Blanca y agarró tres pelos gruesos de su barba y los arrancó, y sintió como su corazón se encogía al sentir el rugido de dolor del oso, quien sólo se acercó y le dijo unas palabras al oído, que sólo ella escuchó...

Contenta, con su precioso tesoro, volvió a pedirle permiso a la montaña, a la nieve y al río para travesar sus dominios, y luego de unas horas llegó a la casa de la anciana, cubierta de polvo, con la ropa hecha jirones, su cara y su cuerpo todo sucio y arañado, y la larga cabellera trenzada, toda deshecha, pero con un brillo de esperanza inusitado en su mirada.

_ Veo que lograste tu propósito, niña.

Y la joven sin aliento, le entregó su preciado tesoro: tres blancos cabellos gruesos de las barba del Oso de Luna Blanca. La anciana los miró y luego de examinarlos, los echó a la brasas del fuego de su hogar, y la joven desconsolada, vio cómo chisporroteaban y desaparecían abrazados por el fuego.

_ Ahora mi niña, vuelve con tu amado, dijo la anciana.

_ Pero no me has dado nada... dijo la joven.

Al contrario, has aprendido una gran lección, ahora corre hasta tu amado y pon en práctica lo que has aprendido...


Y ustedes pensarán _ ¿ Cual fue la enseñanza?...

La enseñanza amigas y amigos, de este cuento no es más que la Paciencia.

Cuando amamos a alguien, tanto que seríamos capaces de perder la vida para ayudarlos, podemos utilizar La Paciencia, para poco a poco lograr ese objetivo. Sólo el amor y la Paciencia, pueden lograr la cura del alma de esa persona que está herida, que sufre y que no sabe cómo pedir ayuda. Y es en el amor de aquellos que lo conocen o la conocen, cuando se puede lograr curar, poco a poco las heridas del alma, y obrar el milagro maravilloso de rescatarlos de sus miedos, sus temores y curar y cicatrizar las heridas abiertas. 

El Amor y la Paciencia, son dos remedios infalibles, y debemos aplicarlos siempre, con todos, porque a veces, nosotros también necesitamos del amor y de la paciencia de los que nos rodean, es un suave fluir en ambos sentidos, y es realmente maravilloso.

Que Dios nos bendiga siempre, que nos brinde la oportunidad de amar, de tener paciencia, de saber esperar, y de poder sanar y ser sanados, ahí reside el secreto más grande y hermoso de la vida, junto al Perdón.

Mireya Pérez. 


martes, 19 de mayo de 2015

La Luz del Alba y la Brisa de la tarde...








Cuando era una mujer muy joven, siempre tenía sueños románticos, no de pareja, pues ya estaba casada y con hijos, sino de hacer pequeñas cosas que siempre había soñado con realizar, pero que el tiempo, el día a día, o la seguridad personal me lo habían impedido.

Uno de esos sueños bonitos, de los que no cuestan nada, era caminar al atardecer de un día lluvioso o con neblina, por una playa solitaria, con  mis pantalones remangados, para no mojarlos, y un suéter con mangas largas y bolsillos, donde esconder mis manos, y caminar arrullada por el ruido de las olas, por la orilla de la playa, sintiendo la brisa acariciar mi rostro, y si caía algo de lluvia, de la que llamamos en mi tierra ¨garuita¨, mejor!!.

Siempre me ha gustado caminar bajo la lluvia... De niña, cuando  salía del colegio  y estaba lloviendo,  caminaba despacio hasta mi casa, disfrutando del placer de sentir la lluvia en mi cara, lo malo era que al llegar a casa, mi madre me regañaba con razón, pues podía enfermarme, darme una pulmonía o quizás algo peor, pero es que siendo yo un signo de agua, pues es para mi, mi mágico elemento, claro está, jajajaja.

Pues bien, un día, estando de vacaciones en el Oriente del País, en un Resort enclavado en un lugar precioso, y con una playa maravillosa, se presentó de repente la oportunidad, que yo tanto había anhelado, y mi marido, que me conoce mejor que nadie, me dijo de repente:

_ Anda, vístete y sal a caminar a la playa, que yo te estaré mirando desde el balcón_ cumple así tu sueño!!

_ ¿ En serio?- exclamé- creo que ha sido uno de los mejores regalos que me ha dado en la vida, a parte, claro está de mis dos hijos, que son lo más grande para mi corazón de madre y de mujer.

Y rauda y veloz, corrí a mi maleta a buscar un par de vaqueros, una camiseta, mi suéter, unas alpargatas para mis pies y corrí, escaleras abajo, hasta llegar a la playa, y ahí estaba, mi amado mar, limpio, cristalino, susurrante... Y el sol empezaba a desdibujarse en el horizonte, brindándome un caleidoscopio de colores, únicos de esa tierra de Gracia, llamada Venezuela.

Pues me remangué mis pantalones, me saqué mis zapatillas y caminé lentamente a lo largo de la playa, de una punta a la otra, sintiendo la brisa acariciar mi rostro, y la espuma del mar, jugando con mis pies y la arena... 

Uno de los sueños, que luego, ya mayor, he vuelto a hacer muchas veces, pero en otras latitudes, ante otro mar, otra arena, otra luz, diferente, pero también única.

Creo que a veces, en nuestro ajetreo diario, no nos damos cuenta de las cosas simples de la vida, y de lo accesibles que son a nuestra vida. Y quizás perdemos energía, afanados en buscar otros placeres, que son efímeros, que luego de saciados, no nos dejan recuerdos en los sentidos y ni siquiera en el cerebro... Y es una verdadera pena...

Otra de las cosas que me encanta hacer, y que aprovecho cada vez que puedo hacerlo, es sentarme en la grama de algún jardín, de alguna plaza, o de alguna vereda, y poner las palmas de las manos en contacto con la tierra, cerrando los ojos, tratando de escuchar el murmullo de la naturaleza, que no es silente, al contrario, tiene luces, colores, aromas, sonidos muy diversos, y si hay pájaros, o aves de hermosos plumajes,mucho mejor!!!; el canto de  los grillos, que a veces son tan molestos, pero que en esa sinfonía natural, suenan maravillosos, te hacen sentir parte de la naturaleza, y al rato, en nuestro corazón, retumba gloriosa la magnífica sinfonía de la vida, que transcurre en y a través de nuestros sentidos y la propia naturaleza. 

Quizás por eso, añore el poder hacer alguna caminata por veredas, como las que hacía alguna vez, en el Parque Nacional el Avila, en Caracas, bien por La Julia, bien por Altamira, o bajando desde el teleférico hasta Los Venados, especie de museo botánico y estación forestal... 

Recuerdos y más recuerdos...

Por supuesto, escribir ha sido, es y será uno de mis más grandes sueños, que estoy realizando ahora, que ya puedo hacerlo. Saramago, Nóbel de Literatura Portugués, dijo una vez, que empezó a escribir su primer libro a los 58 años... Y yo bueno, en eso ando, un año mayor... jajajajaj.

Y me encantaría poder pintar..., pero reconozco que no tengo ese don, que sí tiene mi hija, pero como hay escuelas de arte para adultos, pues lo pongo en mi lista de cosas por hacer, que tengo un montón!!!. 

Espero si, que el Señor me de el tiempo suficiente, porque las ganas, esas las tengo de sobra!!!!.

Que Dios nos bendiga cada día, con las cosas simples y hermosas de la vida, que nos de salud para disfrutar y apreciar todas sus maravillas, y que podamos contarle a los nuestros, esos pequeños grandes milagros de cada día.

Mireya Pérez





lunes, 18 de mayo de 2015

Cuento: Piel de foca, piel del alma







Entre los últimos libros que he leído, se encuentra este libro maravilloso MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS, de Clarissa Pinkola Estés, B de bolsillo, Barcelona 2013. 

Y cuando lo leí me encantó este cuento, que con su permiso, voy a compartir con ustedes.

Como su autora nos indica,antes de comenzar la narración, el cuento se basa en aquello de lo que estamos hechas, de nuestras raíces, y de la necesidad de utilizar nuestro instinto con regularidad para poder encontrar el camino a casa, a nuestro yo interior, a nuestra alma, lo que nos anima a seguir adelante con nuestro camino.

...En una época pasada que ahora ya desapareció para siempre y que muy pronto regresará, día tras día se suceden el blanco cielo, la blanca nieve, y todas las minúsculas manchas que se ven en la distancia son personas, perros u osos.

Aquí nada prospera gratuitamente. Los vientos soplan con tal fuerza que ahora la gente se pone deliberadamente del revés los parkas y los mamleks, las botas. Aquí las palabras se congelan con el aire y las frases se tienen que romper en los labios del que habla y fundir a la vera del fuego para que la gente pueda comprender lo que ha dicho. Aquí la gente vive en el blanco y espeso cabello de la anciana Annuluk, la vieja abuela, la vieja bruja que es la mismísima Tierra. Y fue precisamente en esta tierra donde una vez vivió un hombre, un hombre tan solitario que, con el paso de los años, las lágrimas habían labrado unos profundos surcos en sus mejillas.

Un día estuvo cazando hasta después de anochecido pero no encontró nada. Cuando la luna apareció en el cielo y los témpanos de hielo brillaron, llegó a una gran roca moteada que sobresalía en el mar y su aguda mirada creyó ver en la parte superior de aquella roca un movimiento extremadamente delicado. Se acercó remando muy despacio a ella y observó que en lo alto de la empresionante roca danzaban unas mujeres tan desnudas como sus madres las trajeron al mundo. Pues bien, puesto que era un hombre solitario y no tenía amigos humanos mas que en sus recuerdos, se quedó a mirar. Las mujeres parecían seres hechos de leche de luna, en su piel brillaban unos puntitos plateados como los que tiene el salmón en primavera y sus manos y pies eran alargados y hermosos.

Eran tan bellas que el hombre permaneció embobado en su embarcación acariciada por el agua que lo iba acercando cada vez más a la roca: Oía las risas de las soberbias mujeres o eso le parecía; ¿ o acaso era el agua la que reía alrededor de la roca? El hombre estaba confuso y aturdido, pero, aún así, la soledad que pesaba sobre su pecho como un pellejo mojado se disipó y, casi sin pensar, como si fuera lo que tuviera que hacer, el hombre saltó a la roca y robó una de las pieles de foca que había en la roca. Se ocultó detrás de una formación rocosa y escondió la piel de foca en su parka.

Muy pronto una de las mujeres llamó con una voz que era casi lo más bello que el hombre jamás en su vida hubiera escuchado, como los gritos de las ballenas al amanecer, no, quizás como los lobeznos recién nacidos que bajaban rodando por la pendiente en primavera,  pero no, era algo mucho mejor que todo eso, aunque, en realidad, daba igual porque, ¿Qué estaban haciendo ahora las mujeres?.

Pues ni más ni menos que cubrirse con las pieles de foca y deslizarse una a una hacia el mar entre alegres gritos de felicidad.

Todas menos una. La más alta de ellas buscaba por todas partes su piel de foca, pero no había manera de encontrarla. El hombre se armó de valor sin saber por qué. Salió detrás de la roca y llamó a la mujer.

_ Mujer... sé... mi... esposa. Soy...un hombre... solitario.

_ No puedo ser tu mujer_ le contestó ella_, yo soy de las otras, de las que viven bajo el mar.

_Sé...mi...esposa_ insistió el hombre_ Dentro de siete veranos te devolveré tu piel de foca y podrás irte o quedarte, como tu prefieras.

La joven foca le miró largo rato a la cara con unos ojos que, de no haber sido por sus verdaderos orígenes, hubieran parecido humanos, y le dijo a regañadientes:

_Iré contigo: Pasados los siete veranos, tomaré una decisión.

Así pues, a su debido tiempo tuvieron un hijo al que llamaron Ooruk. El niño era ágil y gordo. En invierno su madre le contaba cuentos acerca de las criaturas que vivían bajo del mar, mientras su padre cortaba en pedazos un oso o un lobo con su largo cuchillo. Cuando la madre llevaba al niño a la cama le mostraba las nubes del cielo y todas sus formas a través de la abertura para la salida del humo. Sólo que, en lugar de hablarle de las formas del cuervo, el oso y el lobo, le contaba historias de las morsas, la ballena, la foca y el salmón...pues ésas eran las criaturas que ella conocía.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, la carne de la madre empezó a secarse. Primero se le formaron escamas y después grietas: La piel de los párpados empezó a desprenderse. Los cabellos de la cabeza se le empezaron a caer al suelo. Se volvió naluaq, vieja, de un blanco palidísimo. Su gordura empezó a marchitarse. Trató de disimular su cojera. Cada día y sin que ella lo quisiera, sus ojos se iban apagando. Empezó a extender la mano para buscar a tientas el camino, pues se le estaba nublando la vista.

Y llegó una noche en que unos gritos despertaron al niño y éste se incorporó en la cama, envuelto en sus pieles de dormir. Oyó un rugido como el de un oso, pero era su padre regañando a su madre: Oyó un llanto como de plata restregada contra la piedra, pero era su madre.

_ Me escondiste la piel de foca hace siete largos años y ahora se acerca el octavo invierno. Quiero que me devuelvas aquello de lo que estoy hecha_ gritó la mujer foca.

_Pero tu me abandonarías si te la diera, mujer_ gritó el marido.

_No sé lo que haría: Sólo se que necesito lo que me corresponde.

_ Me dejarías sin esposa y dejarías huérfano de madre al niño. Eres mala.

Dicho lo cual, el marido apartó a un lado el faldón de cuero de la entrada y se perdió en la noche.

El niño quería mucho a su madre. Temía perderla y se durmió llorando... hasta que el viento lo despertó. Era un viento muy raro... y parecía llamarlo..¨Ooorukkk, OOruukkk¨.

Saltó de la cama tan precipitadamente que se puso la parka al revés y se subió las botas de piel de foca sólo hasta media pierna. Al oír su nombre una y otra vez, salió a toda prisa a la noche estrellada.
_ Ooooruuuukkkk.

El niño se dirigió corriendo hacia el acantilado que miraba al agua y allí, en medio del mar agitado por el viento, vio una enorme y peluda foca plateada... la cabeza era muy grande, los bigotes le caían hasta el pecho y los ojos eran de un intenso color amarillo.

_ Ooooruuuuk.

El niño bajó el acantilado, y al llegar abajo, tropezó con una piedra_ mejor dicho, un bulto_ que había caído rodando desde una hendidura de la roca. Los cabellos de su cabeza le azotaban el rostro cual si fueran mil riendas de hielo.

_ Oooooruuuuk.

El niño rascó el bulto para abrirlo y lo sacudió...era la piel de foca de su madre. Percibió el olor de su madre. Mientras se acercaba la piel de foca al rostro y aspiraba el perfume, el alma de su madre lo azotó como si fuera un repentino viento estival.

_ Ooohh_ exclamó con una mezcla de pena y alegría, acercando de nuevo la piel a su rostro. Una vez más el alma de su madre lo traspasó.

_ Oooh_ volvió a exclamar, rebosante de infinito amor a su madre.

Y a los lejos, la vieja foca plateada...se hundió lentamente bajo el agua.

El niño saltó de la roca y regresó a toda prisa a casa con la piel de foca volando a su espalda y cayó al suelo al entrar. Su madre lo levantó junto con la piel de foca y cerró los ojos agradecida por haberlos recuperado a los dos sanos y salvos. Después se puso la piel de foca:
_¡Oh, madre, no lo hagas! _ le suplicó el niño

Ella lo levantó del suelo, se lo colocó bajo el brazo y se fue medio corriendo y medio tropezando hacia el  rugiente mar.

_Oh madre!¡No!¡No me dejes!- gritó el niño.

Y de repente la madre, pareció que quería quedarse junto a su hijo, pero algo la llamaba, algo más viejo que ella, más viejo que él, mas viejo que el tiempo.

_ Oh madre, no,no,no- gritó el niño.

Ella se volvió a mirarle con unos ojos rebosantes de inmenso amor. Tomó el rostro del niño entre sus manos e infundió su dulce aliento en sus pulmones una y otra vez, tres veces. Después, llevándolo bajo el brazo como si fuera un valioso fardo, se zambulló en el mar y se hundió cada vez más hondo. La mujer foca y su hijo respiraban bien debajo del agua y nadaron hasta llegar a una ensenada submarina, la ensenada de las focas, en la que toda suerte de criaturas comían, cantaba, bailaban y hablaban. La gran foca macho plateada que había llamado a Ooruk desde el mar nocturno lo abrazó y lo llamó ¨nieto¨

-¿Cómo te fue allí arriba, hija mía?_ preguntó la gran foca plateada.

La mujer foca apartó la mirada y contestó:

_Hice daño a un ser humano, a un hombre que lo dio todo para tenerme: Pero no puedo regresar junto a él, pues me convertiría en prisionera si lo hiciera.

_ ¿ Y el niño?_ preguntó la vieja foca_ ¿ Y mi nieto?_ continuó la vieja foca macho.

Lo dijo con tanto orgullo que hasta le tembló la voz.

_ Tiene que regresar, padre. no puede quedarse aquí. Aún no ha llegado el momento de que esté aquí con nosotros.

Y se echó a llorar. Y juntos lloraron los dos.

Transcurrieron unos cuantos días y noches, siete para ser más exactos, durante los cuales, el cabello y los ojos de la mujer foca recuperaron el brillo. Adquirió un precioso color oscuro, recobró la vista y las redondeces del cuerpo, y pudo nadar sin dificultad alguna. Pero llegó el día del regreso del niño a la tierra. Aquella noche el viejo abuelo foca y la hermosa madre del niño nadaron flanqueando al niño. Regresaron subiendo cada vez más alto hasta llegar al mundo de arriba. Allí depositaron suavemente a Ooruk en la pedrosa orilla bajo la luz de la luna.

Su madre le aseguro:
_ Yo estoy siempre contigo. Te bastará con tocar lo que yo haya tocado, mis palillos de encender el fuego, mi cuchillo, mis nutrias y focas talladas en piedra para que yo infunda en tus pulmones un aliento que te permita cantar tus canciones.

La vieja foca macho y su hija besaron varias beses al niño. Al final, se apartaron de él y se adentraron nadando en el mar.Tras mirar por última vez al niño, desaparecieron bajo las aguas. Y Ooruk se quedó porque todavía no había llegado su hora.

Con el paso del tiempo el niño se convirtió en un gran cantor e inventor de cuentos que, además, tocaba muy bien el tambor, y decía la gente que todo se debía a que de pequeño había sobrevivido a la experiencia de ser transportado al mar por los grandes espíritus de las focas. Ahora, en medio de las grises brumas, se le puede ver a veces con su kayak amarrado, arrodillado en cierta roca del mar, hablando al parecer con cierta foca que a menudo se acerca a la orilla. Aunque muchos han intentado una y otra vez cazarla, no han podido. La llaman la resplandeciente, la sagrada, y dicen que, a pesar de ser una foca, sus ojos son capaces de reproducir las miradas humanas, aquellas salvajes, sabias y amorosas miradas.

Este hermoso cuento del norte de Alaska, de los Inuit, nos alerta de la importancia de mantener nuestra individualidad, porque muchas veces, quizás demasiadas, nos hemos dejado influenciar por el medio ambiente que nos rodea, por la gente, por la pareja, por los miembros del equipo, etc. Dejando a un lado nuestro ser, nuestra esencia, para tratar infructuosamente  de mimetizarnos, y es algo imposible, se los digo yo...

El hecho de que formemos parte de un equipo, de una pareja, de una organización, etc., no implica que debamos perder, ni mucho menos, menospreciar nuestros orígenes, nuestras creencias, ni nuestro parecer. Cada ser humano es único, e importante, y cada uno tiene algo interesante y valioso que aportar al conjunto, no debemos nunca olvidarlo. Porque de lo contrario, con el paso del tiempo, iremos perdiendo energía, vitalidad, luz en la mirada y sobre todo habremos perdido las ganas de vivir, de luchar, de seguir nuestros sueños, y seremos como la mujer foca que perdió su piel.

Podemos convivir, tener pareja, hijos, amigos, grupos. Pero nunca, nunca debemos perdernos a nosotros mismos, no es justo y tampoco honesto que dejemos perder u olvidar lo que nos alienta, las ilusiones, las ideas, que nos diferencian, que nos animan, que nos dan vida.

Sumemos, pero no restemos parte de nuestra vida, sacrificando nuestra alma, creyendo que así seremos mejores personas, no, solo seremos un imagen de algo que no es, y no podemos ni debemos jamás dejar de ser nosotros mismos. Tenemos una responsabilidad inmensa con nuestro Creador que nos hizo a su imagen y a su semejanza, con energía vital, con emociones, con risas, con canciones que sólo puede cantar nuestra alma, no la dejemos marchitar como la joven mujer foca.

Tenemos la valiosa e inmensa tarea de ser nosotros mismos, con nuestras luces, con nuestras sombras, pero al fin y al cabo, únicos.

Dios nos bendiga siempre.

Mireya Pérez.


sábado, 16 de mayo de 2015

El camino marca una dirección... y la felicidad debe ser el resultado.



Una de las cosas más importantes que me han pasado en estos últimos quince años, fue descubrir a nuevos autores, escritores y personas que me han ayudado, sin darse cuenta, a seguir mi evolución como ser espiritual, porque llegada una etapa de mi vida física, me di cuenta de que lo externo, aunque nos proporcione cierta estabilidad, cierto status, etc., no nos llena, y a veces incluso es un obstáculo para seguir evolucionando.

En escritos anteriores, he conversado sobre la importancia de que las posesiones materiales no nos posean a nosotros, e incluso he destacado una verdad que es absoluta:¨nada de lo que poseemos se va con nosotros a la hora de partir, al contrario, todo se queda en este plano, e incluso causa desasosiego a los que nos heredan¨.

Leyendo de nuevo un libro de Jorge Bucay, El Camino de la Felicidad, Pinguin Random House Grupo Editorial, 2004; encontré un cuento que me ha parecido interesante compartir con ustedes: 

Cuestión de Resultados...

Había una vez en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González. Uno era un sacerdote de la parroquia y el otro era taxista. Quiere el destino que los dos mueran el mismo día.

Entonces llegan al Cielo, donde los espera San Pedro:
_ ¿Tu nombre?_ pregunta San Pedro al primero.
_ Joaquín González.
_¿ El sacerdote?.
_ No, no, el taxista.

San Pedro consulta su  planilla y dice:
_ Bien, te has ganado el paraíso. Te corresponden estas túnicas labradas con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes. Puedes ingresar...
_ Gracias, gracias... _dice el taxista.

Pasan dos o tres personas más, hasta que le toca el turno al otro.
_ ¿Tu nombre?
_ Joaquín González.
_ El sacerdote...
_ Sí.
_ Muy bien, hijo mio. te has ganado el paraíso. Te corresponden esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito.

El sacerdote dice:
- Perdón, no es por desmerecer, pero... debe de haber un error. ¡Yo soy Joaquín Gonzáles, el sacerdote!.
_ Sí hijo mío, te has ganado el paraíso, te corresponde la bata de lino...

_ ¡ No puede ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, vivía en mi pueblo. ¡Era un desastre como taxista!. Se subía a las veredas, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, manejaba muy mal, tiraba los postes de los alumbrados, se llevaba todo por delante... Y yo me pasé setenta y cinco años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia.¿ Cómo puede ser que que a él le den la túnica con los hijos de oro y la vara de platino y a mi esto?. ¡ Debe haber un error!.

_ No, no es ningún error_ dice San Pedro_ Lo que pasa es que aquí, en el Cielo, nosotros nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones como las que ustedes hacen en la vida terrenal.

_ ¿ Cómo,no entiendo?.

_ Claro...ahora nos manejamos por resultados...Mira, te lo voy a explicar, en tu caso y lo entenderás enseguida. Durante los últimos veinticinco años, cada vez que tu predicabas, la gente se quedaba dormida en la iglesia; pero cada vez que él manejaba, la gente rezaba.¡¡Resultados!!!. ¿Entiendes ahora?.

Y dice Jorge Bucay...

¨Evaluar la vida a partir de resultados es una postura demasiado menor para tomarla en serio. Privilegiando el resultado puedo con suerte conquistar momentos de gloria.
Sin embargo, privilegiando el proyecto y siendo éste el camino ¡Puedo cambiar esos momentos de esplendor por el de ser feliz!¨.

El Camino marca una dirección. Y una dirección es mucho más que un resultado.