A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 10 de julio de 2016

La Resiliencia no tiene género...







Cuando hemos hablado en otras oportunidades del tema, quizás hayan pensado que esta capacidad de sobreponerse a los problemas, superar una enfermedad o simplemente sobrevivir a la adversidad, esté signada por un género: masculino o femenino... Pues no, los géneros que nos separan y nos unen, no nos derivan a una mejor o mayor capacidad para vencer a los problemas, tampoco son propiedad o característica única del género femenino, clara que no, también los hombres de nuestro planeta, son resilientes, lo que pasa es que se enmascara con la valentía, la fuerza muscular, o la fuerza de otro tipo. Pero ellos también superan problemas, se crecen ante la adversidad y se convierten, sin quererlo, en ejemplos de lucha y de logros.

Aunque conozco muchos casos, y me siento profundamente agradecida de haberlos conocido, hoy voy a compartir la lucha y el valor de un hombre joven, quien a sus 28 años de edad, tuvo que luchar contra una de las enfermedades más difíciles que puede un ser humano enfrentar, y quien a pesar de  no haber logrado al 100% vencer a la enfermedad, sí ha podido minimizarla, hasta el punto que, los accesos de dolor o de avances de la enfermedad han sido mucho menos evidentes, y le han permitido alcanzar cuotas de nivel de vida, que otros en su caso, no han logrado.

El joven en cuestión se llama Bernart Soldado, autor del libro: Poder Múltiple. Vive la vida que seas capaz de imaginar. Editorial Pinguin Random House, Diciembre 2015.

Bernat, tenía su puesto para firmar libros, en la feria de San Jordi, justo al lado del mío, es un joven discreto, con mirada pentrante, como si quisiera leer tu alma, pero no te hace sentir incómoda, no, al contrario, te anima a conversar. Compré su libro, y él a su vez compró Mi Hijo Pródigo; a lo largo de la jornada, fuimos conversando, y le pedí autorización para hablar de él y su libro en mi blog, por supuesto dijo que sí, que sería un honor...

A veces los libros, me piden un espacio de tiempo para ser leídos, como si intuyeran que el momento para ellos no ha llegado, como si el ¨tiempo de lectura¨ para ellos debiera ser el momento mágico y maravilloso que ellos necesitan, no una lectura veloz, sino más bien dedicada, introyectada y digerida. Así que hasta la última semana, no había podido sumergirme en su lectura, y aproveché el viaje de dos horas que iba a realizar, para llevarme este libro, y leerlo con calma y asimilar su mensaje.

Todos y cada uno de nosotros hemos tenido la oportunidad y la experiencia de conocer o contactar con el dolor, la enfermedad o los problemas, digo esto, porque sé a ciencia cierta, que nadie es ajeno a ello. Pero, por más que conozcamos o sepamos que nadie está exento de sufrir el dolor, nada nos prepara para él, ni para sus consecuencias. Así le pasó a este hombre joven, un buen día, cuando compartía con sus amigos, una noche de copas en una disco, le vino la primera de las señales de esa enfermedad: La esclerosis múltiple, la misma que tiene Stephen Hopkins. Su pierna izquierda no tenía control de su pie, y al notarlo, antes de caer al piso, logró asirse de uno de sus amigos, quienes lo llevaron a emergencias en un hospital...

Bernat pasó más de quince días sometido a todo tipo de pruebas y análisis clínicos, hasta que al fin, después del primer ataque, los médicos pudieron llegar a la conclusión de cuál enfermedad se trataba. Para un hombre joven de 28 años, con todo el futuro por delante, fue un gran mazazo, lo bloqueó y lo derrumbó por completo, se mudó a casa de sus padres, y literalmente pasó el primer año y medio, tumbado en el sofá o en su cama, deprimido, ansioso, de mal humor renegando de la vida y de todo...

Pero luego de ese momento, un buen día decidió ponerse metas, había conocido a una persona que con problemas de salud había logrado superar y hacer una carrera olímpica, que abarca tres modalidades: nado, ciclismo y carrera... Se conoce como Ironman, y verdaderamente hay que ser un hombre de hierro para lograr hacerlo. Y Bernat se abocó a ello, por tanto comenzó a nadar en la piscina municipal, hasta recorrer diariamente 3.000 metros, luego añadió a su rutina el ciclismo, siempre siguiendo por Internet los avances y consejos de ese hombre que fue sin quererlo, su gran mentor, poco a poco añadiría el ciclismo a su rutina, hasta llegar a recorrer 40 Km diarios; dedicaba a su entrenamiento dos a tres horas, pero no contento con esto, decidió sacar los estudios que había abandonado a los 16 años, y a pesar de los breves momentos de recaída, logró sacar el bachillerato e inscribirse en la Universidad. Haría su carrera de Traductor e Intérprete. Lo hizo en los cuatro años que tiene estipulada la carrera, y aunque tuvo ligeros brotes de la enfermedad, sus compañeros de clase nunca sospecharon lo que le ocurría, cuando se ausentaba por el tratamiento, sólo decía que se había ausentado por asuntos propios. Nunca nadie sospechó que él luchaba contra esta enfermedad.

Los años han pasado y Bernat hoy, a sus 38 años, se ha hecho especialista en Inversión Bursátil, Traductor Oficial, conferencista y escritor. Su enfermedad le ha dejado una imperceptible cojera, pero él sigue entrenando todos los días, ha hecho tres Ironman, y sigue luchando y ayudando a otros a vencer sus miedos.

Es uno de los tantos ejemplos de Resiliencia que conocemos y es un buen ejemplo para superar la adversidad. Es él acaso especial?. No, pero supo un buen día tomar las riendas de su vida, y construir con los ladrillos que tenía, al ser humano y cercano que hoy conocemos. Nos anima a no dejarnos vencer por la adversidad y a superar nuestros miedos.

Digno ejemplo amigos y amigas!!!.

Por ello, hoy les animo a no dejarse vencer por la adversidad, muy pocas personas tienen una vida plana sin escollos, creo que estos están para que podamos fortalecernos y superarnos a nosotros mismos, por supuesto que no es fácil, pero si otros lo han logrado, nosotros también podemos. Sólo nosotros nos ponemos límites y sabemos cómo vencerlos.

Que Dios nos bendiga todos y cada uno de nuestros días.

Mireya Pérez.


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