Escuchando Hoy a Jorge Bucay, autor del Camino de las Lágrimas, que les he mencionado algunas veces, en uno de sus vídeos de Youtube, he tenido la oportunidad de rememorar lo maravilloso que es el haber nacido y crecer en el entorno que lo hice, con los padres que tuve, con mis hermanos y familiares, con los amigos y el colegio donde me crié y estudié y por tantas y tantas cosas que he vivido y que me forjaron a lo largo del tiempo, haciendo de mí el ser humano que soy hoy en día, ni mejor, ni peor, simplemente yo.
Pensar que somos el producto de un óvulo y un espermatozoide que, por ¨cosas de la vida¨ se atrajeron, fusionaron y dieron lugar a este ser humano... es un Milagro.
El Dr. Rafael Breddy, qepd, nuestro amado profesor de Puericultura y luego en la UCAB, nos diría que el ser humano tenía la posibilidad de formar juntos (femenino y masculino) 72 MM de variaciones y combinaciones posibles para dar a luz el ser que somos y no otros, con nuestras características que asemejan a los nuestros y con otras que nos hacen únicos e irrepetibles, de ahí que los hermanos pueden ser muy parecidos, o como en muchos casos, ni siquiera parecer prójimos, jajajaj. Mi hermano y yo somos así, no nos parecemos para nada, a tal punto, que yo llegué a pensar que era adoptada, y mi madre con el dolor de su alma tuvo que enseñarme la partida de nacimiento para demostrarme que no, que era su hija, pues la ¨inteligencia¨de algunas niñas me habían hecho ver la ¨gran diferencia¨... Tenía entonces yo apenas nueve años.
Lo relevante de esto es que, cada uno de nosotros ha recorrido un camino, que nos ha forjado, que nos ha sometido a pruebas que, incluso pensamos que no íbamos a superar, y aquí estamos en este momento: ustedes leyendo este Post y yo escribiendo estas ideas en el ordenador de casa. El día a día nos ha llevado a este preciso instante, demostrando con humildad e incredulidad que nos hemos superado a nosotros mismos, descubriendo con asombro, que el camino se hace cada día, a veces con pasos cortos, otras veces a trompicones, con carreras que creemos infinitas, con curvas y bajadas imposibles, como si estuviéramos en una ladera y fuéramos hacia abajo en una colina, creyendo que nos vamos a estrellar al llegar, pero no, aquí estamos, quizás con algunas cicatrices y algunas marcas, pero hemos llegado hasta aquí, hasta este mismo instante... Maravilloso!!!
En este momento, el camino de cada uno de nosotros es diferente, único, irrepetible, así también es el paisaje que nos rodea y el que vemos en el horizonte, es por tanto algo propio, personal e íntimo.
Si tuviera la posibilidad de pintar con palabras el paisaje que veo desde la Atalaya emocional de mi alma, les diría que, ante mí vislumbro un ¨hermoso atardecer¨... No porque esté en el ocaso de mi vida, creo que estoy a unos años de acabar la etapa que llamamos ¨verano¨, y entrar entonces a la mal llamada tercera edad, jajajaj, también conocida como Otoño, pero lo realmente importante no es el nombre que le demos, sino cómo nos sentimos, y yo me siento en Paz, en armonía, totalmente tranquila, que no inmóvil, eso jamás, pero totalmente en paz con el mundo y conmigo... Hoy puedo ver este atardecer con un despliegue infinito de colores desde los brillantes amarillos, anaranjados, ocres, azules imposibles, grises y hasta algún tono oscuro casi negro, que significan para mí:
- Lo que he logrado alcanzar como persona emocional que soy
- Lo que he aprendido, lo que he amado, y sobre todo, aquello que procuro compartir cada día, con cada ser humano o no, que se acerque a mi mundo sensorial o espiritual.
- Lo que recibo en afectos y cariño de la gente que me rodea cada día, y a la cual procuro devolverles el 120% del mío
- Lo que agradezco infinitamente a Dios en primer lugar, y luego a todos y cada uno de los que me rodean, incluso a ustedes que me leen, porque soy una persona afortunada, estoy viva, pienso, actúo y trabajo, comparto y sueño, y espero nunca dejar de hacerlo, hasta mi último día.
Soy una mujer infinitamente afortunada por haber llegado hasta aquí y por continuar viviendo y haciendo aquello que amo, poder respirar, saborear, escuchar y sentirse vivo, el poder entregar la mejor versión de uno mismo cada día, no tiene precio y es el ¨Maravilloso Milagro de Vivir¨...
Las carencias, que las ha habido y las hay, sólo me competen a mí, y esas sólo las comparto con muy pocos, o ninguno, no por soberbia o por exceso de orgullo, no, sino porque eso no me limita y tampoco me define. Mis carencias no soy yo, son sólo momentos o cosas, o situaciones pasajeras la mayoría de ellas, insignificantes ante todo lo demás que es pletórico y emocionante. Soy un ser humano privilegiado y a eso es a lo que dedico cada día de mi vida, procuro dar siempre las gracias, porque la abundancia es infinita, ante lo poco que ha faltado alguna vez... Como ven, mi vaso está medio lleno y no medio vacío, jajajaja.
Somos amigos lectores, un Milagro de la Vida, el reflejo fiel de una pareja que se amó, que soñó con crear una familia, que construyó su nido, acunó a su hijos, los crió y amó. Mis padres se amaron con locura hasta el final de sus días y a nosotros, sus hijos, más allá de sus vidas. Así amo yo a los míos.
Hoy, es lo que quiero dejarles a los míos, incluso a propios y extraños, mi legado de amor. Espero que Dios me brinde tiempo de calidad para seguir transmitiendo ese hermoso mensaje que me dieron mis padres:
¨Amar por encima de todo, sin límites¨... O como dice mi nieta mayor:
Hasta el infinito y mucho más...
Que Dios nos bendiga amigos lectores
Mireya Pérez
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