De todos los artículos que he escrito a lo largo de este blog, creo que este es el más sincero y cercano que he logrado expresar en palabras, o quizás no, jajajaja.
Porque existe algo a lo que, cada ser humano, independientemente de su edad, condición socio económica o nivel socio cultural debe enfrentarse. Ese algo es el dolor, bien sea físico, orgánico o emocional...Cada vez que ese ´ente ´aparece, hay que mirarlo, descifrarlo y enfrentarlo y evitar así que éste se apodere de nosotros, es quizás el mayor lujo que nos podemos dar. Hacer frente al dolor con valentía, sin sobresaltos, pero de frente, siempre de frente, como los valientes guerreros que somos, ni más ni menos....
El dolor cuando aparece en el horizonte del ser humano, lo toma casi siempre por sorpresa, he escuchado a lo largo de mi vida, diferentes comentarios y/o confesiones de personas que habían tenido una vida casi plana, sin sobresaltos, y que de repente, ante el dolor, se quedaron mudos, en shock, sin poder reaccionar, o sin poder hacerlo a tiempo... Pero la verdad es que, ante el dolor, no hay previsión alguna que podamos hacer, sólo cuando hemos conocido algunas de sus caras, habremos podido construir las herramientas que creíamos necesarias para nuestra defensa y nuestro ataque para sobrevivir o sobrellevar ese embate del destino que siempre nos toma por sorpresa, irremediablemente...
Conocemos casos, como no, de personas que han sucumbido al dolor, irremediablemente, y no sabemos o jamás sabremos la índole y el empuje de ese monstruo que pudo más que la persona misma. No somos quién para juzgar, ni para poner el dedo en la llaga, cosa que hace mucha gente insensible o que creen, en su ignorancia, que a ellos no les va a pasar. Yo, desde mi experiencia vital sólo puedo decirles, que dejen de juzgar, nadie puede usar los zapatos del otro, porque después de andar con ellos cientos de kilómetros, se amoldan al pie que los lleva, y no les hace daño... Sin embargo, cuando otro se los pone...Aparecen las llagas...
Qué hacer entonces ante ese monstruo de mil caras... Lo primero, serenarse, respirar una, dos, tres veces... las que hagan falta hasta lograr que el sonido descompasado de ese corazón que nos anuncia en cada latido que seguimos vivos, se calme, y poco a poco la angustia sea suplantada por la serenidad, aunque sea por minutos, y si las lágrimas aparecen, no las contengan, lloren, desahoguen ese valiente corazón, nadie tiene por qué sentir miedo a la opinión o sentir de otros. No... Si necesitas llorar, hazlo... Si necesitas gritar y no quieres que te oigan, pues agarras una toalla o paño limpio, te metes en el aseo o baño, lo muerdes y gritas a todo pulmón...La fuerza de ese grito no saldrá de esas cuatro paredes, pero tú habrás podido desahogar ese dolor que llevas escondido tanto tiempo y que te está minando por dentro, como si fuera un monstruo que crece dentro de ti y hay que sacarlo afuera, hasta que sea la calma y la tranquilidad la que llene ese espacio que te carcomía...
Después, como si fuera la cosa más natural del mundo, y así lo es, sal de esa habitación y haz votos contigo mismo, sí como lo oyes, hazte una promesa a ti mismo, para que la próxima vez, seas capaz de enfrentar sin doblegarte, de luchar sin desfallecer, y si te hace falta llorar, hacerlo sin desparpajo, que nadie es de piedra y las piedras también se desmoronan... Así de simple y así de claro.
Cuando logramos sonreír y respirar a pesar del dolor, hemos logrado avanzar muchísimo, aunque no lo crean, y para aquellos que ya son maestros en desafiarse a sí mismos, seguramente el recordar aquellos episodios en los que creían no iban a poder salir adelante, y lo hicieron, rememorarán que a pesar de todo, salieron adelante y vencieron al primer gran enemigo, ustedes mismos, el que más fustiga y examina, exige y muele a palos a cualquiera, nuestro ego y nuestra mente...
Ahora, gracias a esa nueva herramienta lograda, la serenidad, podemos respirar ante el enemigo, dar pausa a la vida, y después de nuevas bocanadas de aire, sonreír y dar el primero, el segundo, el tercer paso... Y así sucesivamente, quizás todavía no corran, pero con el tiempo lo harán y hasta saltarán de gozo y alegría... Porque, como dice el refrán
- No hay mal que dure cien años... Ni cuerpo que lo resista...-
Amigos lectores, esto de lo que les he hablado hoy, lo conocen, lo han vivido, y si no es así, lo habrán escuchado... Pero lo más importante es que, aprendan a desahogarse, a gritar si hace falta, pero a no desfallecer, porque el miedo paraliza, pero la fuerza de voluntad, el amor a uno mismo y a los nuestros, y la Fe, siempre, siempre les va a servir de apoyo y podrán volver a sonreír, y una vez venzan esos primeros estragos, los otros serán más fáciles de enfrentar y de luchar, tendrán herramientas emocionales e incluso un núcleo de apoyo que les servirá para batallar en grupo y salir airosos.
Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros, porque la última palabra aún no ha sido escrita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario