Una de las bases de convivencia ciudadana, en toda ciudad o comunidad, es el cumplir y seguir las directrices o reglas establecidas, para poder llevar a cabo el día a día. Dicen que nuestros Derechos ciudadanos comienzan en la observancia de nuestros Deberes. Los unos no pueden existir sin los otros, pues en ese toma y daca reside el mejor de los valores de una sociedad que convive y lucha por ideales tanto democráticos como humanos.
Así que, puestos en este hecho tan simple, les narro a continuación algo que presencié en estos días y que me hizo quizás, ser más consciente del papel que cada uno de nosotros jugamos en esta sociedad en la que vivimos:
Cada día, por la mañana salgo a hacer mis diligencias o mis labores como Asesor Inmobiliario, y para ello tomo la guagua que sale de casa a las 8:45 am. Procuro estar en la parada a eso de las 8:25 para no estar de prisa. Ese día viernes, la guagua pasó a las 8:30 y nos llamó la atención que lo hiciera tan temprano, pero nos montamos y comenzamos el recorrido. Cuando ya habían pasado unos veinte minutos, el chofer recibió una llamada de sus supervisor indicándole que se había adelantado al horario y que debía devolverse a la zona y hacer el recorrido, aunque ya le faltara poco para finalizar el que había empezado media hora atrás.
El chofer se disculpó, nos informó a los pasajeros que debía devolverse a la zona donde habíamos tomado la guagua, a buscar a los pasajeros que, basados en el horario, estaban esperando la misma. Los que no podían permitirse el devolverse, se bajaron en la siguiente parada, los otros, como no teníamos prisa, seguimos en la guagua y llegamos de nuevo a nuestra zona, donde 6 personas esperaban entre molestas y resignadas porque creían haber perdido el transporte que no volvería a pasar hasta las 9 y media y con ello llegar tarde a sus respectivos trabajos.
Me llamó la atención el tono, la forma y el mensaje que nos dejó a todos.
En primer lugar, la persona que llamó a la empresa y reclamó que la guagua se hubiera ido 20 minutos antes de su horario; el supervisor que reclamó con mesura al chofer que ese día se estaba integrando después de las vacaciones, y que por tanto no sabía que el horario se había cambiado, y por sobre todas las cosas, el grado de civilización de la gente, tanto de los que estábamos ya en la guagua, como de los pasajeros que esperaban. Nadie perdió los papeles, reclamaron algo que consideraban justo y recibieron la respuesta que esperaban.
Creo que es un ejemplo de ¨civismo¨bien entendido, nadie usó epítetos ni se rasgó las vestiduras, no hubo una voz más alta que otra, y ambos, tanto el chofer como el reclamante, conversaron en tono cordial y amigable.
Si así nos comportáramos siempre a la hora de hacer valer nuestros derechos, creo que la vida sería mucho más fácil y sana. Nadie perdió los papeles, quizás algunos llegáramos 20 minutos después de lo esperado, pero nadie se ofendió y tampoco vilipendió al chofer, al final quedó como una anécdota más del día, que nos regaló una mañana de 40º C., un bochorno de calor que no vean!!!!, jajajajaj.
Creo que no me equivoco al poner este ejemplo de vida cotidiana, como ejemplo de las buenas maneras y uso del lenguaje y del poder de convicción, pues aunque el reclamante estaba en su derecho, no por ello atacó ni insultó al chofer, al contrario, se saludaron al final, con cortesía y se despidieron cada uno en paz consigo mismo.
Por ello, hoy he compartido este ejemplo, me llamó la atención, pero creo que es algo saludable y edificante, en estos momentos donde en algunos países, sus gobernantes nos demuestran todo menos educación. Por ello, seamos nosotros, los ciudadanos, los que colaboremos con un ¨granito de mostaza¨ de educación y buen hacer ciudadano.
Dios nos bendiga amigos lectores, que tengan una semana próspera y bendecida, llena de salud y alegría.
Mireya Pérez
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