Seguramente pensarán que ya se me fundió un fusible!, jajajaj. No, para nada, se los puedo asegurar.
Pero nuestra Alma aunque sea un intangible, que nos habita, se queda a veces, dolida por los ¨palos recibidos¨, con cicatrices emocionales que debe curar y atender con mimo y, como no, con cierto miedo a volver a ser maltratada.
Sin embargo, pasado el tiempo prudencial, que varía según cada individuo, ella vuelve a sentir alegría y ganas de seguir adelante y lo hace y nos hace levantar la mirada, fijarla en algún punto en la distancia y brindarnos el soporte para ¨volver a empezar¨, sólo que más sabia, con más de una lección aprendida, para su mochila existencial.
Las cicatrices emocionales se curan a su tiempo, de manera diferente para cada ser humano, porque eso es algo que nos diferencia y enriquece, y además nos lleva a tener reacciones que jamás hubiéramos esperado llevar a cabo, si no fuera porque ella va evolucionando, a través de las diferentes etapas que le ha tocado vivir y siendo cada vez más sabia, más serena, más tranquila, no inmutable, pero sí entendiendo que todo tiene un por qué y que de todo, absolutamente de todo se sale, tarde o temprano. Pues ¨no hay dolor que dure cien años ni cuerpo que lo resista¨, jajajaj.
En la vida real o física, las heridas externas las vamos disimulando con aceites esenciales como el de la rosa mosqueta, con el aloe vera, o con otros productos comerciales que tienen a estos mismos ingredientes como elemento principal, y la paciencia y constancia hacen el resto. Si, por ejemplo, no terminan de irse del todo, siempre se puede recurrir a un buen maquillaje corrector y el defecto se difuminará y será apenas perceptible...
Pero con el Alma, se tiene que empezar con una etapa que a veces es muy difícil de enfrentar: el autoanálisis, no porque nos consideremos culpables del daño percibido, sino porque a menudo, hemos pecado de incautos y no hemos establecido la distancia emocional adecuada con respecto a ese tercero que nos ha hecho daño o que nos ha desestabilizado emocionalmente y nos sentimos culpables. Sí, como leen, culpables.
Me dirán que no hicieron nada para merecer ese hecho, pero a veces sin saberlo, somos demasiado generosos con los otros, sin límites a veces, y aquel que no tiene la madurez suficiente para saber hasta dónde llegar, se aprovecha y de un zarpazo destruye lo que nos tocó años superar. Nos ha pasado a todos, porque confiamos en la gente, porque suponemos que la gente va a obrar como nosotros lo hacemos, y nos olvidamos que cada quien ejerce el libre albedrío y en esa libertad está el hacer o no uso de todas las herramientas para bien o para mal, y lastimosamente para algunos, ese otro prefiere destruir antes que construir.
Para el Alma herida, sólo le queda el volverse a su interior, como si de un ¨retiro espiritual se tratase¨y buscar en su yo interno, el consuelo al dolor, y el Perdón, no sólo a nosotros mismos, porque nos equivocamos en nuestros criterios sino también a aquel o aquellos que nos han herido. En la medida que ese Perdón vaya surgiendo desde el fondo de nuestra alma y la vaya inundando de calor y algo de alegría, veremos cómo poco a poco, la vida vuelve a sonreír en nuestro alrededor y sentimos de verdad que estamos en el proceso sanador de nuestra alma, gracias al encuentro con nosotros mismos y con Dios.
El tiempo que es un viejo muy sabio, la oración que es nuestra conexión con Dios y la paciencia y amor que sentimos incluso por aquellos que nos han fallado, hacen el resto. Porque nos hieren más aquellos que amamos, que los que son simples conocidos, el dolor infligido por un hijo, una pareja, una amiga es lacerante, porque la confianza ha sido traicionada y duele mucho, demasiado. Pero no hay dolor que el perdón no ayude a curar, ni corazón que no se vuelva a sanar, gracias a la fe, la oración y la confianza.
Así que amigos busquen en las horas bajas, y en las de alegría también, el consuelo y el amor de la comunión con Dios. El regalo maravilloso de sentirse unidos por algo más fuerte que todo lo creado: el Amor y gracias a él seréis capaces de tender de nuevo Puentes de amistad, de perdón y de gratitud, porque siempre podemos comenzar de nuevo, desde un nuevo punto de partida y continuar el camino o empezar uno nuevo. Ahí está el gran milagro de esas almas que nos habitan, que van evolucionando, mejorando y moldeándose para ser cada vez más semejantes al Creador.
Dios nos bendiga amigos lectores, que tengan un día realmente bendecido.
Mireya Pérez
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