En el día a día de cada uno de nosotros, muy posiblemente no nos fijemos en los cientos de miles de detalles que nos rodean, en las cosas que hacemos, casi de forma autómata e incluso, en aquellos pequeños esquemas o costumbres que tenemos y realizamos cada día, sin apenas darnos cuenta.
En mi caso particular, el primer café de la mañana es un ritual: sentarme a la mesa a contemplar el despertar de un nuevo día, frente a mi taza de café recién colado, como dicen en mi tierra, sólo que ya no lo hago en una manga de tela, sino en una cafetera eléctrica con filtro...Cosas de las tecnologías, aunque no he llegado a las máquinas especiales de hoy, con cápsulas de aluminio que te ofrecen ¨un mundo de sensaciones¨... jajajaja... e incluso te llevan a soñar con un George Clooney particular, si lo hubiera, jajajajaj... En mi mundo actual no hay, jajajajaja.
Bien, esa costumbre mía, me lleva a veces, a compartir de nuevo, a media mañana, cerca de las once, el segundo café, ahora con leche, con algún compañero(a) de clase o trabajo. Se ha convertido en otro ritual, pero nos ayuda a despejar la mente, a escuchar lo que otros, mucho más jóvenes que yo, tienen por decir, compartir o enseñar, y yo que soy una mente con ansias de aprender, me pongo en ¨alerta¨para captar todo aquello que me pueda servir para crecer, para entender y comprender y conocer cosas nuevas cada día, pues espero poder hacerlo hasta el último de mis días.
Sin embargo, donde estoy aprendiendo y descubriendo cosas interesantes es con la tía de mi esposo, qepd, una mujer de casi 93 años, pero con una mente lúcida y llena de ideas, pensamientos y normas de vida interesantes e incluso, a veces apabullantes, por qué no decirlo, jajajajaj.
Hoy, conversando sobre este ritual mío del café de las siete de la mañana, ella me contó la costumbre de su abuela, cuando ella era niña, en su casa familiar, donde vivían la abuela, sus padres y sus siete hermanos. Esta abuela sabia, de la cual guarda recuerdos maravillosos, los despertaba cada mañana con una ¨agüita¨de toronjil, hierba luisa, sidriera, caña santa , hierba limón, pasote y un largo etcétera.
De repente, mi mente asoció sus palabras a la salud de estos siete niños criados y atendidos por esta abuela maravillosa, a los cuales he conocido durante estos cuarenta y cinco años que tengo formando parte de esta familia, mi familia política, pues han sido tíos y primos de mi esposo. Y la salud casi de ¨roble¨que conservaron todos ellos, hasta casi llegar a los ochenta. Ella es hoy la única que queda de ese grupo de chiquillos que cada mañana tomaban la ¨agüita de la abuela Antonia¨
Mi memoria hizo un cruce de información automática, al ir reconociendo las propiedades medicinales y terapéuticas de cada una de esas hierbas, que crecían en la huerta de la abuela, como por ejemplo: la hierba Luisa, que a mi esposo le recetaron una vez para romper los cálculos del riñón, las piedras de urato de calcio que tendía a formar. Y él como buen paciente, se la tomaba cada mañana, aunque supiera a ¨rayos y centellas¨...
Todas y cada una de esas hierbas maravillosas, que ella hoy en día también prepara, seguramente fueron la base de esa fortaleza y salud que todos tuvieron siempre, y ahora yo estoy aprendiendo a usar y diferenciar, así como a secarlas y guardarlas en botes de cristal para ser usados cuando se necesiten. Tomo nota mentalmente de buscar algunas de estas plantas en el Mercado Municipal, para tenerlas en mi cocina, pues además de ornamentales, son una buena forma de mantener la salud de forma natural. Con esto cada mañana, cuando tía se prepara su ¨aguita¨está rememorando ese rito ancestral y familiar de la abuela Antonia que tan solícitamente les preparaba cada día a esos nietos suyos tan amados.
La gente joven hoy en día, ha perdido la costumbre de tomar algo antes de salir de casa, y menos aún de sentarse a desayunar en familia. La vida en su ajetreo cotidiano nos ha hecho perder, sin darnos cuenta, aquellas hermosas y simples tradiciones, donde unos niños inquietos y despiertos compartían con los abuelos y los padres el desayuno en casa, antes de salir para la escuela. Las madres de hoy preparan las loncheras de sus hijos con los bocadillos y el zumo de la ¨merienda¨del colegio. Hay escuelas que dan desayunos y almuerzos a sus alumnos, pero son muy pocas en realidad, pues se necesita de espacio físico, personal capacitado y controles de sanidad estrictos y rigurosos que garanticen no sólo la calidad de los alimentos, sino lo adecuado de la dieta, según la edad de los niños y su nivel de actividad física.
Muy posiblemente, tía cada vez que se prepara una de sus famosas agüitas, esté rememorando en su mente, los momentos vividos junto a esta abuela maravillosa que los cuidó y atendió siempre con mimo y esmero, el mismo que ella le ha brindado a los suyos y hoy a mí, por tanto soy afortunada.
Qué bonito es aprender, compartir los recuerdos del pasado, que sin embargo se hacen presentes en la memoria de los niños que crecieron bajo el amoroso cuidado de una mujer que los amaba y atesoraba como lo que eran: sus nietos amados.
Dios nos bendiga amigos, ojalá todos tengamos un recuerdo de alguna abuela, o tía amorosa o madrina que nos haya amado con tanta entrega e ilusión.
Mireya Pérez
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