A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 17 de diciembre de 2017

Silencio... Para recomponer las piezas descolocadas de la vida...






Para aquellos que me han seguido a través de estos cuatro años, este silencio mío tan acusado, les puede parecer extraño, quizás incluso, hayan llegado a pensar que se acabó la luz que me iluminaba o que las musas se fueron de paseo y no encontraba mi voz...

No, no ha sido nada de eso, sólo que, como aprendiz de la vida, un buen día descubrí que, sin querer, al poner en blanco y negro todo lo que pensaba o sentía, aunque para mí era una especie de ¨terapia¨, para ustedes, mis lectores, podía llegar a ser motivo de preocupación, y ¨la madre¨ que hay en mí, se cuestionó a sí misma y resolvió no volver a cometer ese desliz, jajajaj.

Por ello, si estoy en horas bajas o preocupada por algo, no escribo, me tomo mi tiempo, como lo que es, en realidad: un tiempo de reflexión, de autoanálisis... y cuando ya están las piezas en el sitio que, personalmente creo que deben estar, entonces sí, le doy rienda suelta a mis palabras, pensamientos y sentimientos.

Es parte de la ¨madurez emocional¨que me habita. Mi responsabilidad como persona que comunica o lleva un mensaje, tratando siempre de que sea el más veraz y auténtico posible, sin manipulaciones ni malos entendidos.

Cuando hacemos silencio, y sólo escuchamos al entorno que nos rodea: como nuestra propia respiración, por ejemplo; descubrimos de repente, sonidos que habíamos bloqueado intencionalmente o no, y de nuevo, quizás, percibimos los sonidos de la naturaleza: los pájaros, el viento, la brisa, el mar, los niños en el parque, la gente que habla al pasar, la música de algún coche o piso, el murmullo de la vida que sigue su curso, aunque quizás uno haya paralizado, por un tiempo, su transitar, simplemente para ver al horizonte y observar las diferentes manifestaciones de la vida que están sucediendo en ese mismo instante.

Eso he estado haciendo todo este tiempo...

Este año que finaliza en pocos días, ha sido, por decirlo de alguna manera, ¨peculiar y enrevesado¨...

Cuando se ha llegado a mi edad, 62 años, no se puede decir que no se ha vivido o visto cosas... sería una ilusa, y no lo soy. Pero ¡caramba! , este año se ha llevado ¨La palma¨y no de oro precisamente...

Así como a nivel geológico, este año 2017 ha movido Cielo y Tierra, con los huracanes más feroces de los cuales hemos tenido noticia, o con los terremotos más destructivos... Así, mi vida también sufrió cambios muy bruscos, fuertes... Las bases de mi existencia emocional se trastocaron, casi se puede decir que, de la noche a la mañana, perdí el ¨suelo¨donde me afincaba, perdí la venda que protegía mi vista, y me sentí de repente, ciega y muda...

¡ Qué momentos tan amargos!...

Pero, como siempre ha ocurrido en mi historia personal, a lo largo de estos años, cuando creía que el dolor me haría sucumbir, o la tristeza o desolación no me permitiría seguir adelante, de repente, sin saberlo, llegaron a mi vida grupos de seres humanos, de distintos orígenes, a escalas distintas, que, de nuevo, de forma ¨milagrosa y maravillosa¨, tendieron puentes, abrieron puertas y llenaron de luz y esperanza renovada esta vida mía, que pensaba, no había tenido sentido ni propósito...

Sí, yo que soy por naturaleza optimista y positiva, me derrumbé... Me sentí totalmente desbastada...

Pero, cuando se ha sembrado tanto, cuando se ha tratado de dar siempre lo mejor de uno mismo, la vida, en su mágica existencia, te devuelve con creces aquello que has dado, aunque lo recibas, de repente, como me sucedió a mí, de gente que no esperabas, de personas que con sólo mirarte, creyeron en tí, te apoyaron y te dieron ánimos de nuevo.

Poco a poco, con la ayuda de esos personajes maravillosos, he ido recomponiendo las piezas descolocadas, me he sentido de nuevo, querida, apreciada, amada, comprendida y apoyada. Falta mucho todavía por arreglar, por colocar en su justo lugar, pero parte de la alegría perdida, aparece en el horizonte, la luz de la esperanza brilla de nuevo y la Fe, que nunca me ha abandonado, me dice que vamos bien....

Tengo que darle gracias a muchas personas, no las voy a nombrar, pero ellas saben quiénes son, a todos ellos y ellas, van mis palabras de agradecimiento, pues llegaron o reaparecieron en mi vida, cuando pensaba que ya no tenía fuerzas para seguir, que no lo iba a lograr... Pero estaba equivocada, pues nunca he estado totalmente sola, aunque a veces, así lo haya pensado o sentido. En mi entorno cercano, en mi trabajo, en mi vida afectiva y en este mundo mágico que son las redes, he encontrados a personas maravillosas, a las cuales siempre les estaré eternamente agradecida.

Amigas a las que quiero, se unieron a mí en oración y acción, con comprensión y ánimos infinitos, mi lucero también, me apoya y me alumbra, mis nietos maravillosos, mis niñas queridas, ellas saben quienes son, jajajaj, todas hicieron un frente común, de apoyo y estímulo, para creer de nuevo, para pensar y para comenzar por enésima vez, con ilusión y entrega... Pues la vida es eso, un nuevo amanecer cada día, para derrochar y utilizar las 24 horas que nos dá la vida cada día.

Gracias infinitas desde este corazón, que ha demostrado ser más fuerte de lo que pensaba. Les quiero de corazón a corazón. Gracias por formar parte de mi historia personal. Dios les bendiga. 

Mireya Pérez



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