Creo, sin lugar a dudas, que lo más hermoso del ser humano, es la sensación de alegría y dulzor en el corazón, cuando hemos hecho algo, que nos lleva a pensar que hemos cumplido, con aquello que creemos o consideramos un deber: el deber de hacer algo bien.
Así me he sentido y me siento la mayoría de las veces, ayer fue uno de esos días... Hace unos meses, atendiendo a un aviso en las redes, llamé y acudí a una cita para ver una propiedad. Conocí a su dueña, y enseguida empatice con ella. Comenzaría así una relación, en la que, después de 40 días de trabajo en equipo, junto a mis compañeros, y ella misma, logramos lo que nos habíamos propuesto: vender su propiedad.
Pero lo más hermoso, no ha sido en sí la venta, que siempre lo es, lo hermoso en realidad es la amistad y el acercamiento que hemos creado, no sólo en ella, sino también con su seres más cercanos, su madre e hijo. Es ahí donde reside lo maravilloso de hacer bien, aquello que nos proponemos hacer. Muchas veces no tenemos idea de lo grandioso y significativo que puede llegar a ser un encuentro, un primer contacto o el desarrollo de nuestro trabajo, hasta que, como ayer, logramos alcanzar la meta que nos habíamos establecido, y adicionalmente, llevamos alegría y esperanzas de una nueva vida libre de problemas, como lo hicimos ayer, para ese ser humano que ha confiado en nosotros, en nuestra capacidad de trabajo.
No es para nada, mérito sólo mío, en este trabajo, todos y cada una de las personas que formamos parte de este equipo de trabajo, hemos puesto nuestro granito de arena, para llevar a buen fin, este barco de ilusión, y nos hemos sentido satisfechos, y lo seguiremos haciendo, gracias a Dios, porque ayer fue esta chica, hoy y mañana lo estaremos haciendo con otras personas, que también depositan su confianza en nuestra persona, en lo que representamos y en lo que creemos: en el trabajo bien hecho.
Creo que eso es uno de los momentos más gratificantes de cualquier profesión, sin importar el nivel sociocultural o económico. Cuando hacemos algo bien hecho y cuando incluso, ese hacer conlleva, como ayer, el sentido de alegría, optimismo y fe en el mañana, que se ha abierto para esta joven mujer y su hijo. Lejos quedan ahora, las horas de incertidumbre, de miedo, angustia y hasta resquemor. Creo que ella, sin darse cuenta ha cerrado una etapa, una puerta y a la vez ha abierto cientos de ventanas a su porvenir, y la luz que ha entrado furtiva en su habitación, esta mañana, debe haber brillado con más intensidad en la ventana de su vida.
Gracias amiga, porque de ahora en adelante ha nacido una amistad, por tu confianza, gracias por la paciencia y por el crecimiento que significa también para nosotros. Porque cada cliente satisfecho, representa una alegría y una satisfacción.
Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros.
Mireya Pérez
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