Quién no ha perdido a lo largo de su vida a un ser querido, quién no ha pasado por el sentimiento de soledad, de rabia contenida, desolación, desconsuelo...... y tantos sentimientos. Si la pérdida ha sido por un accidente, parecería que el dolor se agiganta porque aparecen en nuestra mente imágenes o pensamientos, de porqué no me habré quedado hablando un rato más con él, porque no lo invité a salir, por qué dejé que se fuera solo, y tantas excusas que nos plateamos, que en realidad no llevan a nada, estoy convencida que cada uno de nosotros tiene una fecha y hora de llegada y otra igual de partida, aunque sea cruel.
Cuando yo era una niña de apenas 7 años, una madre del Colegio de Monjas donde me crié y eduqué nos contó esta historia que se quedó grabada para siempre en mi corazón y dice así:
¨ Había una vez un hombre muy rico y muy temeroso del Señor, iba siempre a misa, contribuía con la Iglesia, era un parroquiano que comulgaba y se confesaba según las normas de aquellos tiempos, pero a pesar de ser tan devoto y hombre de Fe, tenía un miedo inmenso a morir sin los auxilios de un sacerdote, para que le diera los Santos Óleos y realizar un acto de Contrición.
Un buen día estando en su oficina del banco donde trabajaba le dio un infarto, y gracias al rápido auxilio de sus empleados lograron que lo llevaran a un Hospital y le atendieron,pasó un tiempo en el Hospital,le hicieron las recomendaciones respectivas y lo mandaron para su casa. El era un hombre de cierta posición económica y debido a su temor de que el infarto pudiera repetirse, solicitó al párroco la posibilidad de que todos los días pasara por el banco y oficiara la misa, en esa época los años 1930 aprox., pues el párroco asentiría con mucho gusto, y a la vez le pidió que también oficiara misa todos los días en una pequeña capilla que había hecho en su casa de las afueras del pueblo donde vivía con su mujer y sus hijos y tres o cuatro empleados que realizaban las labores del hogar y mantenimiento de los jardines y frutales de su propiedad. Y así se hizo, durante meses el banquero salía con su chofer para el pueblo a atender su oficina del banco y luego realizaban el mismo trayecto para dirigirse a su casa, al año, cuando el banquero estaba ya más tranquilo, en una tarde de primavera en mitad de trayecto del banco a su casa,le sobrevino otro ataque al corazón,pero este fue fulminante.
El hombre que tanto había temido a morir sin el consuelo de un sacerdote, lo había previsto todo, o casi todo, pues los designios de Dios solo los sabe él.¨....
La Moraleja del cuento que nos contó nuestra querida Madre María Cinta que en Paz descanse, es que debemos tener siempre nuestra conciencia en Paz con Dios, o con aquello en lo que creamos, yo no voy a hablarles de religiones, porque yo acepto las diferencias de opinión y las creencias de los otros, pero sí sé que no hay nada que de más Paz, que cuando tenemos nuestra conciencia tranquila, por ello la importancia de Pedir Perdón para nosotros y pedir perdón al que hallamos herido sin querer o como dice una de nuestras oraciones, ....de pensamiento, palabra u omición.
Cada uno de nosotros venimos con una misión en la vida, y con unos dones que debemos desarrollar y compartir para que a la hora de nuestra hora final, podamos irnos felices, porque la hemos cumplido.
Me dirán,_ pero yo no voy a ir a la Iglesia a cada rato a confesarme_, creo que si rezamos una pequeña oración cada día, si le damos a Dios las Gracias por las cosas y oportunidades que nos ha dado en la vida y si pedimos perdón en un acto de contricción entre el Señor y uno mismo, lograremos esa Paz de las que les hablo. Pero si pueden ir a una iglesia y confesarse o conversar con el sacerdote como si fuera un amigo que nos escucha amorosamente, les prometo que se van a sentir livianitos y sobre todo en Paz consigo mismos.
En estos días han fallecido personas conocidas, compañero de trabajo, amigos de la juventud, seres queridos y también se cumplen aniversarios de partidas de personas que han sido importantes para nosotros de una manera u otra. Recemos por ellas un sencillo Padre Nuestro y pidamos porque estén felices en el Reino de los Cielos. Mientras los recordemos, siempre estarán vivos en nuestro corazón.
Y ahora quiero compartir con ustedes una canción La Canción del Adiós
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