A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

miércoles, 24 de junio de 2015

Aquel que cuida al enfermo...









Cuando alguien toma la decisión de cuidar y atender a otro, sin recibir remuneración alguna, lo hace guiado por el amor, el afecto, el respeto y el cariño, hacia aquel que lo necesita. Nadie le ha impuesto nada, asume su papel como ser humano y como cristiano, y lo entrega  todo en aras del bienestar del otro. Quizás piensen que es un gran sacrificio, pero en realidad para la persona que atiende, le parece la cosa más natural del mundo. Lo que no es natural, son los comentarios de terceros que ¨con buenas intenciones¨ dan su parecer, sobre situaciones personales, que no vienen a cuento.

Para una mujer que está dedicada en cuerpo y alma, en ayudar a su esposo, padre de sus hijos y compañero de toda la vida; el cuidarlo, mimarlo y atenderlo hasta en las cosas más básicas, como puede ser el tener que bañarlo o cambiarle los pañales, si hay que hacerlo. Lo hará como la cosa más natural, porque entiende que si le hubiera ocurrido a ella, alguien tendría que hacerlo, y como cristiana espera que su vida sea un ejemplo para otros, porque nadie sabe cómo va a ser su vejez, ni dónde le tocará la campana de la última llamada, y confía en que llegado el momento, algún alma caritativa la atienda, si hiciera falta.

Lo que no cabe en la cabeza de esa persona, es que alguien ¨con buenas intenciones¨ le diga, que debería tener ¨un consuelo¨ con una tercera persona. Yo les pregunto una cosa ¿ Acaso creen que una persona normal, o una mujer normal, necesita ese ¨consuelo¨para vivir?. ¿ Les gustaría que su propia esposa buscara consuelo en otra parte, si ustedes no cumplen sus espectativas?...

La gente es una cosa seria, se meten en camisas de ¨once baras¨sin saber de lo que hablan u opinan, dan consejos, muchas veces contra puestos, a personas que en lo último que piensan es en ¨eso¨, precisamente. Y faltan el respeto a la pareja que tienen delante, sin saber cómo se sienten al respecto.

Aunque la gente no lo entienda, ni  les pueda caber en la mente, se puede vivir sin ¨eso¨ toda la vida, las mujeres y hombres que han hecho votos de castidad lo saben, y aunque al principio de la enfermedad de la pareja, el otro u otra se siente que le falta algo, y hasta tenga síntomas raros, al cabo de un tiempo, entienden que esta etapa de la vida es así, y lo asumen como parte del ¨paquete todo incluido¨que venía con la frase de ¨en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe¨....

Creo que la gente, de buena fe, piensan que al decir eso, el otro u otra se va a sentir bien o con permiso para hacer tal cosa. Sin pensar que para que una mujer haga ¨eso¨ necesita algo importantísimo: Volverse a enamorar... Sin ese feeling, sin ese pellizco en la piel, sin esa alegría inconsciente al escuchar la voz de o la presencia de..., no hay nada. Y por otra parte existe la confianza, ¿ cómo va a mentirle a su pareja, que la conoce o lo conoce mejor que nadie?. ¿ Creen acaso, que porque ellos sean infieles, el que es nuevo en estos lides, va a poder hacerlo, sin que la persona enferma se de cuenta?. 

Lo que pasa es que ellos no han conocido el amor en mayúsculas, la entrega total, la amistad, el compañerismo, el compartir sueños y secretos, tantas y tantas cosas, que solo las parejas que han compartido toda una vida juntos sabe y conoce.

No hay que tener pena de esa persona que lleva cuidando tantos años, en casta virtud, a su pareja. Lo hace con conciencia, con amor, con entrega, sin que el otro se lo haya exigido, le sale del corazón, siente que es la mejor manera de decirle sin palabras, que aquí está, que siempre puede contar con su apoyo, con su incondicionalidad, que no le va a fallar, a menos que nuestro Señor diga otra cosa.

El aliciente o consuelo del que cuida es que al otro no le ha faltado nada, ni cuidados, ni cariño, ni afectos. Ha tenido y tiene  calidad de vida y de tiempo, en todos y cada uno de los días y noches, a una mano de distancia o a una voz, ahí está para consolar, cuando hay miedo, para hacer reír, para llorar juntos y para compartir lo que ha de venir, en armonía y con corazón.

Si queremos a alguien de corazón, y vemos que está pasando por una situación similar, bríndenles su apoyo incondicional, un hombro donde llorar, o un rato de sana compañía, de risas sanas, que sientan que cuentan con su apoyo, con su comprensión, porque el que cuida sabe que en algún momento, más tarde que temprano, necesitará el apoyo de la gente que los quiere de corazón, y ahí en ese momento descubrirá quienes son cada uno de los¨sabios que aconsejaban¨, generalmente son los primeros en huir despavoridos, porque solo les gusta el cotilleo, la jarana y el bochinche, pero a la hora de la verdad, a esa sólo le hacen frente los valientes.

Soy solo una mujer, que en el transcurso del tiempo tuve que cambiar mi blanco plumaje de blanca paloma, para convertirme en águila, y aprender a cuidar de los que amo, con uñas y garras, y atenderlos con amor infinito. De esposa, de madre y de abuela. Soy sólo yo.


Que Dios los bendiga, que los ilumine en la hora de la verdad, que tengan sabiduría en el pensamiento y en las palabras, a la hora de dar consuelo y de recibirlo. Todos en algún momento estaremos en ambos lados de la balanza de la vida: para recibir o para dar.

Mireya Pérez


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