No hay nada más majestuoso que ver a una pareja de águilas volar tramontando el viento al unísono como si fueran bailarines en una pieza clásica de Ballet.
Ouk y Ouak son dos jóvenes águilas que han comenzado su travesía por la vida en pareja, aquella que durará toda su vida.
Ellos han estado muy ocupados acicalando el nido, preparando la llegada de los dos aguiluchos, pues Ouak ha puesto dos huevos, ellos los empollan por turnos sin dejar de cuidar y dar calor a los huevos, cuando uno de los dos sale a buscar alimento, el otro cubre con su cuerpo los dos huevos dándole calor, y así al regreso del compañero, se turnan para alimentarse.
Los días se suceden uno tras otro, y ahora, a mitad de la primavera, por fín Ouak siente debajo de su vientre, el movimiento de los cascarones, ella emocionada emite un graznido alertando a Ouk, quien se acerca en silencio y emocionado al borde del nido, allí los dos juntos, se paran para ver henchidos de emoción y con embeleso el final feliz de esta etapa.
Sus aguiluchos emergen de sus cacarones, sanos, casi sin plumas, pero hambrientos, mientras los padres orgullosos se miran y a un gesto casi imperceptible, Ouk emprende el vuelo en busca de alimento para sus crías.
Durante un tiempo ambos se turnarán para cuidar a sus hijos, alimentarlos a través de su pico, cuidando siempre de que no se caigan del nido, ya que ellos habitan en las cumbres más altas, donde ningún humano u otro depredador pueda hacerles daño.
Pasará el tiempo y sus aguiluchos empezarán a tener sus primeras plumas y extenderán sus alas, tratando, sin éxito, de emular a sus padres. Pero Ouk y Ouak se miran y con la mirada lo dicen todo: ¡Qué orgullosos están!
Se acerca el momento de enseñarles a volar, los jovenzuelos se acercan al borde del nido con curiosidad y con anhelo, pero su madre con un graznido les advierte y corren a esconderse.
Ellos también quieren volar, han visto a las águilas y a sus padres, y por ello sueñan con el momento en que, por primera vez, puedan lanzarse más allá del nido y sentir la libertad de volar.
Hoy ha llegado el día, el padre les da las últimas instrucciones y la madre con el pico los empuja hacia el borde del nido. Bouk que es el más temerario de los dos, ya se encuentra en el borde, listo a la primera señal de su padre, y por fín a un graznido de Ouk, el joven se lanza.
Su padre vuela cerca, como alerta, pero el hijo extiende sus alas y aunque al principio, la brisa que sopla le llega al rostro y lo desconcierta, apenas unos segundos después, retoma con firmeza sus ganas de volar y a pesar de no haber hecho un vuelo perfecto, llega al borde de un risco donde su padre le espera:
- Muy bien Bouk_ parece decirle el padre con un graznido.
El joven grazna excitado, queriendo indicarle que se siente feliz. Su padre después de hacerle una caricia con el ala, como si lo abrazara, sale de nuevo en dirección al nido para ayudar al otro jovenzuelo.
Bouki mira hacia abajo y duda, pero de repente, un no se qué lo alienta y a la señal de su madre, da dos pasos y tras la sorpresa inicial, extiende sus alas y custodiado por sus padres logra llegar a donde su hermano lo espera.
Comenzará para los jóvenes la hermosa y maravillosa etapa en la que, gracias al amor y devoción de sus padres, aprendan a volar, incluso atravesando tormentas, pues son las únicas aves con esa capacidad, aprenderán todos los viejos y ancestrales consejos de Las Águilas: cazar, alimentarse, cuidar de los retoños, guiar a los jovenes y ser el referente de la comunidad de águilas.
También aprenderán a estar lejos de los hombres, que los persiguen y cazan sin piedad...
En la naturaleza salvaje, el águila es el ave más poderosa, con una vista prodigiosa, capaz de ver a su presa a distancias casi imposibles, pero ellas sólo cazan o pescan para alimentarse y alimentar a sus crías, no son crueles, sólo siguen el curso natural de la vida.
Este es para mí, el mensaje cifrado de las águilas:
- En primer lugar, su capacidad para acompañarse el uno a la otra, durante toda su vida, son unos de los pocos casos de monogamia de las especies que habitan La Tierra.
- En segundo lugar, su compañerismo y entrega.
- En tercer lugar, su capacidad para entrenar a sus crías a volar, cazar y lograr así preservar la especie.
Quizás por ello, hoy en día, esta mujer que algunos conocen, siente que en su proceso de aprendizaje vital, se fue transmutando y adquiriendo la fortaleza, el ímpetu y la entrega de las águilas, por su familia, su estirpe y su especie.
Es un símil que utilizo muchas veces, pero creo, modestia aparte, que se asemeja mucho a mí.
Sé que este cuento ha sido algo largo, pero en realidad es sólo la primera parte de uno que estoy escribiendo, con amor e ilusión, espero que les haya gustado, si es así, agradezco sus comentarios.
Que Dios los bendiga todos y cada uno de los días de sus vidas y de la mía también.
Mireya Pérez
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