A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

viernes, 2 de septiembre de 2016

Cuando recibimos un golpe inesperado....



A veces, cuando estamos más metidos en nuestros sueños, trabajando para alcanzarlos, poniendo todas nuestras ganas, nuestro esfuerzo e incluso el alma... Alguien de repente, nos dá un parado, que casi nos deja sin aliento, por lo duro e inesperado del ataque. ¿Pero qué sucedió? ¿ Dónde está nuestro error?... Y la vida nos para de repente, como si hubiéramos topado con un muro inquebrantable...

La sangre brota a borbotones a nuestro cerebro, la cara se nos pone roja, o lívida, según la persona...Y zas!, nuestro cerebro se bloquea, el golpe es muy fuerte, la afrenta enorme!!!. Pero por qué???. No hay respuestas.

Esas personas existen, y están a la vuelta de la esquina, agazapadas en su mundo pequeño, mezquino y débil. Sí muy débiles, porque sólo aquel que es débil, ataca con furia y con nepotismo, sin haber sido atacado, sólo para demostrar, su pequeña cuota de poder. Injusto, dañino, vano y mezquino, un pobre ser humano, al fin  y al cabo...

El consejo no es fácil y casi imposible: ¨ RESPIRAR¨ profundamente, ciegamente, cerrar los ojos y dar un paso hacia atrás...Respirar, aunque en ello se nos vaya la vida... simplemente respirar!!!!.

Quizás cuando estemos alejados de la persona podamos pensar mejor las cosas, y ver qué podemos hacer; a veces no se pueden aclarar las cosas, como sería nuestro comportamiento racional, pero hay personas, que, para nuestro dolor, no están preparadas, y quizás nunca lo estarán para razonar, para disculparse o para perdonar, muy posiblemente ahí esté el problema, porque existen personas que desconocen el sentido del verbo Perdonar, y perdonarse... Están ciegas, sordas, insensibles al dolor causado. No, su ego les dirá que eso era lo que tenían que hacer, jamás reconocerán sus errores, mas sin embargo, serán los primeros en detectar los de los otros y señalarlos como el ángel castigador de los infiernos, en el que su alma pueda que se encuentre.

Qué difícil entender y casi imposible, tender los puentes para buscar la conciliación y la paz. Es quizás uno de los episodios de nuestra vida más difíciles de entender, aceptar y perdonar, para luego olvidar y volver a sonreír. Algo que nosotros si podemos hacer, pero el otro no.

Nuestra condición de católicos o cristianos creyentes, nos lleva a la oración por el otro y por nosotros, para buscar la forma de ayudar, pero sin que la persona se sienta perturbada. Nuestra fuerza espiritual, la nobleza de espíritu y la confianza de que Dios escucha nuestras oraciones, nos reconfortará, y quizás llegue también a esa alma atormentada, que ha dejado de creer, que tiene miedo a perder lo que le sirve de acicate, sin darse cuenta, que si fuera más accesible, más noble y escuchara su propio corazón, quizás la vida sería diferente, o las consecuencias menos desastrosas.

Lo que les pido es muy difícil, es quizás por ello que Jesús nos dijo que: Si tu hermano te da una bofetada, pon tú la otra cara... Poner de nuevo la mejilla, qué difícil es!!!. Así a veces es el perdón, algo difícil de dar, y de recibir...

Recemos por esas personas que necesitan de la oración y que hace mucho tiempo dejaron de creer. Por aquellos que han perdido la alegría de vivir... A veces creen que su dolor es el más grande del mundo... Pero no tenemos siquiera conciencia de nuestro error, existen personas que llevan una cruz tan grande y sin embargo, en su rostro no hay rabia ni dolor, y por supuesto, jamás infringirían dolor sólo por demostrar su cuota de poder, nunca lo harían.

Recemos también por nosotros para que podamos perdonar, aunque nunca reconozcan el dolor que han causado, no necesitamos eso, sólo recobrar nuestra paz, nuestra serenidad y nuestra confianza en los seres humanos. Pues son muchos los que actúan con bondad y respeto, en comparación a los vengativos o crueles. Estos últimos son apenas una brizna en el viento.

Que Dios nos bendiga.

Mireya Pérez




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