A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 11 de septiembre de 2016

Respira, Reza, Ama....






La película de Julia Roberts y Javier Bardem, se llama Come, Reza, Ama; y aunque es una película del año 2010, no la había visto, pero el destino como siempre tiene sus propósitos, me la puso a tiro de zaping, una madrugada de estas en las que el calor no te deja dormir...Y me enganchó, aunque los críticos han sido duros con la película, a mi, personalmente me gustó, porque me hizo reflexionar en el día a día, en las situaciones que vivimos y cómo reaccionamos ante ellas.

Nada sucede por azar y cada situación tiene una enseñanza, aunque en el momento no la veamos. De todo se sale, para bien o para mal, y de todo se aprende. Dicen los sabios que cuando una situación externa mueve nuestros sentimientos más profundos, es porque hay una lección que aprender, y seguramente sea cierto, aunque en el momento, como estamos en el epicentro del sismo emocional, no lo vemos, y por supuesto, mucho menos lo entendemos o aceptamos.

Para cada persona en particular, la lección tiene diferente significado, para unos es una lección de orgullo, de mantener nuestra cabeza en alto...para otras es una toma de conciencia para centrarnos y no dispersarnos, porque los días se suceden unos a otros y se convierten en semanas, meses y años, sin pedirnos permiso o darnos tregua. Puede que estemos pasando un duelo y nos neguemos a entender que el tiempo pasa y que las heridas se curan, dejando a veces cicatrices que no se ven, otras son grandes y habrá que usar algún tipo de remedio de la abuela para difuminarlas: aloe vera, rosa mosqueta o maquillaje... Pero al alma no la podemos maquillar, sin embargo, sí la podemos ayudar con la Oración, con Respirar y por qué no con el Amor.

Cuando algo nos afecta, generalmente, si no tenemos tiempo de racionalizarlo, nos tomará por sorpresa y nos infringirá un gran dolor, pero con el paso de los días, cuando ya hemos pasado del estupor a la razón, nos damos cuenta de que era irremediable o por lo contrario, no podíamos evitarlo. Pero lo que sí podemos hacer es rezar, por la persona, por nosotros o para pedir ayuda y que la solución se presente ante nuestros ojos y la podamos aceptar. Digo aceptar, porque si estamos en la etapa de la negación o de la rabia, nada nos hará cambiar de opinión, y el problema lejos de solucionarse, o perder importancia, crecerá como una bola de nieve en una pendiente, y acabará por sepultar a la misma persona que la generó.

Desde niña, cuando he tenido una pesadilla, de esas que te despierta llena de miedo, y no puedes volver a dormir, porque tienes miedo de volver al punto en que sentiste terror, he utilizado la oración para sentirme acompañada, para mitigar el dolor o angustia, o simplemente para pedir consejo a aquello que me atribula. Siempre surte efecto: rezar, meditar o aquietar el alma, te da una sensación de paz, de calma, de sentir que no estás sola, que Dios siempre está a tu lado, y que con El nada nos falta. Quizás lo que atribule tus más íntimos pensamientos no se vaya del todo, pero poco a poco sentirás muy dentro de ti, que por muy mala que sea una situación, todo pasa, todo absolutamente pasa, y siempre de esas situaciones saldrás fortalecida, habrás aprendido algo nuevo, aunque en el momento no lo entiendas o puedas siquiera comprender su alcance total.

Por último y no menos importante está el Amar, en mayúsculas, no se trata sólo del amor de pareja, que es necesario y es hermoso; se trata de amar al prójimo como a tí mismo, sí uno de los tres primeros Mandamientos de la Ley de Dios, que muy a pesar nuestro, muchos olvidan. Cuando amamos y respetamos a los demás, no queremos para ellos lo que no nos gusta para nosotros, y por tanto, somos incapaces de ofender, herir o dañar, por el sólo gusto de remover la llaga o para ensalzar nuestra persona, no, jamás haríamos algo así, el sólo pensarlo, nos da vergüenza. Pero hay personas que actúan así, como si regresaran al patio del colegio de la infancia, y se vengaran de la compañera que hizo o dejó de decir algo que queríamos, que necesitábamos o simplemente que había abrazado a alguien que creían era sólo de ellas. En ese momento, la persona vuelve a ser una persona desvalida, solitaria y también rabiosa. Por ello, como seres humanos que buscamos la evolución espiritual y emocional, tendremos que sacar fuerzas, sobreponernos a nuestro propio dolor y elevar una oración por esa persona que tanto necesita ayuda, pero que jamás la aceptaría...

Respirar, para aquietar nos...
Rezar para encontrar consuelo y consolar
Amar para perdonar y perdonarnos...

Creo que son tres cosas que están a nuestro alcance, no necesitamos tener una aureola de santo, siendo simples mortales podemos hacerlo, por nuestro bien, por nuestra salud emocional, y por los demás.

Dios bendiga todos y cada uno de nuestros días. Feliz Domingo


Mireya Pérez



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