Uno de los Valores que los seres humanos debemos luchar por acrecentar y ponderar, en el día a día, es el Sentido de la Equidad, de la justicia, sin verla desde el punto de vista jurídico, sino desde el punto de vista de las emociones, de nuestra forma de ser y actuar en consecuencia.
Tiene mucho que ver con la forma en cómo abordamos y solucionamos los pequeños grandes problemas que la vida nos presenta, la forma en la cual interactuamos entre nosotros, porque de la manera como enfrentamos las situaciones adversas, así también actuaremos antes las ¨aparentes injusticias de la vida¨.
Para empezar, la vida no es justa o injusta, simplemente es. Cuando algo sucede o irrumpe de repente en nuestras vidas, la mayoría de las veces carecemos del control sobre ellas, pues no emergieron o aparecieron de forma prevista. Estas situaciones, la mayoría de las veces nos sacuden, nos abaten con fiereza, nos descolocan de nuestra zona de confort, e incluso rompen todas nuestras barreras emocionales, dejándonos al desnudo, sin posibilidad de responder inmediatamente.
Hemos escuchado muchísimas veces decir a la gente, y a nosotros mismos, que ¨la vida no ha sido justa¨, que tal o cual cosa no debía haber pasado... Pero lo que ocurre es que las situaciones se presentan, simplemente por ellas mismas, no hay castigo divino, no hay retaliación, ni venganza. Simplemente ocurren por el simple hecho de que era lo que tenía que suceder. Ocurren sincronizadamente, sobre todo, cuando son el resultado de un accidente no provocado o de naturaleza catastrófica. En situaciones de esta índole nos hemos preguntado cientos de veces:si hubiera ido por tal vía y no por la autopista... Si me hubiera retrasado un poco más y hubiera llegado tarde a tomar el tren o el avión... Si se hubiera controlado más... Podría pasarme toda la tarde enumerando los diferentes si hubiera que podríamos citar. Encima nos dicen que el futuro o nuestro destino no está predestinado, entonces ciegos de dolor, lanzamos improperios a diestra y siniestra y enfocamos nuestra rabia contra Aquel que nos dió libertad y poder de decisión.
Llegados a este punto, sólo nos queda la aceptación ante lo imposible, la resignación a lo sucedido, y la elaboración del duelo, al que nos sometemos, independientemente lo neguemos o no.
Pero nuestro sentido de la equidad, también se pone de manifiesto cuando aceptamos los errores, cuando vemos que podemos reaccionar y enmendar lo sucedido...
Salvo la muerte... Todo lo demás puede ser mejorado y enrumbado hacia el lado positivo de la vida. Cuando entendemos que no estaba en nuestras manos el evitar tal o cual situación, pero que, a pesar de lo difícil, esa etapa nos ha dejado un aprendizaje, quizás el más doloroso de todos, pero aprendizaje al fin.
También somos equitativos cuando aprendemos a reconocer los valores y virtudes del otro o de los otros, cuando no tratamos de tapar o menoscabar la inteligencia o conocimientos del otro. Cuando somos incapaces de atribuirnos algo que fué realizado por otros, ahí es en donde nuestro sentido de la equidad se pone a prueba.
He visto, a lo largo de mi vida, a algunos personajes a los que llamo ¨arribistas ocupacionales¨, haciendo pasar por propios, ideas o esquemas que habían realizado algunos de sus subalternos, se apropiaban del trabajo de otros, sin la más mínima duda, ni inquietud. Sin embargo, cuando alguien actúa de esa manera, quizás piense que ha engañado al jefe, a la organización, etc., pero a mediano plazo, cuando el esquema robado sea puesto en marcha, no podrá defenderlo y mucho menos mejorarlo, pues no sabe de dónde salió y cómo se podían evitar algunos procesos... Aquí la ¨vida¨pone de manifiesto su propio sentido de la equidad o de la justicia...
Ninguno de nosotros somos perfectos, cada uno de nosotros tiene sus propios defectos y virtudes, incluso existen seres humanos que poseen la virtud de convertir un defecto en algo muy positivo, que lo hace único y especial. Por tanto, desarrollar nuestro sentido de la equidad, el dar valor a lo que lo merece y reconocer los valores de otros, no nos hacen mella, no nos quita valor, al contrario nos hace más humanos, cercanos, únicos y verdaderos.
Tratemos de dar ejemplo de equidad en nuestro trato a los demás, independientemente de su nivel socio cultural o socio económico, todos y cada uno de nosotros tenemos y merecemos el respeto y la atención de quienes nos proveen de servicios, del señor que nos vende o del que nos compra, pero sobre todo, ser equitativos con nuestro entorno familiar, laboral y de vecindad. Al tratar a la gente con respeto, nos hacemos merecedores a nuestra vez del mismo respeto.
En cuanto a la Justicia Divina, ya se encarga Dios de eso, no nos compete, sólo nos queda confiar en que siempre ocurre lo que era mejor, aunque por dentro, no entendamos la razón, pues no hay razón. Lo que ha de ser será, sólo debemos confiar en que, de esa situación también, saldremos adelante, sólo que más sabios, más humildes, más cercanos.
Que Dios nos bendiga cada día e ilumine nuestro entendimiento y nuestra razón.
Mireya Pérez
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