A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

martes, 24 de octubre de 2017

Incomprensión...Un mal de nuestros días?...









Por deformación emocional mía, y debo reconocerlo como tal, tiendo a pensar siempre, lo mejor de todo el mundo. Es algo que no puedo evitar, siempre me ha asombrado la actitud de la gente ante los demás, esperando siempre lo peor. Pero a la vista de algunos acontecimientos, a veces, muy a mi pesar, debo darles razón.

Cuando recibo la peor bofetada que alguien puede recibir de otra persona, mi respuesta se queda en el más absoluto e innegable congelamiento, me vuelvo de piedra, literalmente mi alma se queda congelada, como si la hubieran enterrado en un iceberg, sin mediar adaptación al medio ambiente, y no puedo reaccionar a tiempo, ¿por qué?, no lo sé, pero es tanto mi asombro y el dolor que me causa, que quedo congelada, por segundos, hasta que lentamente la sangre inunda mi rostro y me pongo roja hasta la raíz de mis cabellos, pero sigo muda...

Luego mi mente racional empieza a funcionar y lentamente, desde la tranquilidad y la serenidad, trato de hablar con aquel que ¨ha intentado maltratarme¨. Digo intentado, porque al fin y al cabo, aquel que trata de hacer daño a otro, no puede hacerlo realmente, a menos que en verdad, sea algo físico. Si se trata de una opinión o de algo mal interpretado, sólo el asombro y el estupor que causa, momentáneamente, puede hacerte mella si así lo permites. En mi caso, me causó un asombro total, y reconozco que algo, desde lo profundo de mi alma se rompió, quizás porque la persona, sin sospecharlo siquiera, destruyó una concepción que tenía de ella, posiblemente errada, a la luz de los acontecimientos, pero yo amaba a esa persona de una forma que no podría describir, la tenía en el más alto aprecio, e incluso era un modelo de virtud y honestidad, que descubrí era sólo apariencia, para el público de galería, y jamás en el peor de mis momentos o angustias, hubiera sospechado.

No puedo decir que sea una mala persona, no lo es, pero la razón de su accionar no reside en los valores y principios con los cuales fui criada, y yo ingenuamente creía que era un ¨hermoso ejemplo de vida a seguir¨...

Si soy justa, quizás no debo ni siquiera opinar al respecto, pero ha sido un motivo para que yo reflexione sobre las circunstancias que me rodean y aclare un poco más, si cabe, mis sentimientos ante los posibles embates de la vida.

En primer lugar, debo tomar en cuenta que es un ser humano y como tal, propenso a cometer errores, yo lo hago a diario, sin que por ello, el mundo se acabe. Pero, la verdad sea dicha, esa persona no tiene culpa, fui yo quien le coloqué en un pedestal que no le correspondía, y es mi responsabilidad, que su actitud me haya hecho ver las cosas de una forma que jamás hubiera sospechado.

Cuando, ante su reacción totalmente cerrada a cualquier razonamiento  conciliador de mi parte, no me permitió seguir intentando restablecer un diálogo. Me retiré y alguna lágrima furtiva salió de mis ojos, fruto del cristal emocional que se había fracturado en mí, en ese momento, confieso, me sentí herida... La persona se cerró en banda y mis argumentos a favor de la conciliación se enfrentaron a un muro infranqueable...

De repente me di cuenta lo importante que es el conocimiento, la educación, la formación, la moral y los valores éticos y espirituales. Aunque jamás lo hubiera creído, los seres humanos, por muy encumbrados que estén, no dejan de tener un nivel de educación o falta de ella, y cada quien, siempre mirará las cosas, desde el cristal con el que ve todo a su alrededor. Lamentablemente para esa persona el cristal no es nítido y transparente, en realidad sólo le deja ver, lo que quiere ver, lo demás, si no es del color que acepta, no existe o no interesa, así de sencillo.

A partir de ese momento, vi más claro todo el panorama que tenía ante mí, y descubrí cosas que hubiera sido mejor no saber nunca. Pero la vida es así, no me corresponde hacer juicio de valor. Su vida es eso: suya, yo bastante tengo con la mía.

Pero, como todo trae un aprendizaje, este episodio me trajo una lección de vida: ¨no esperes de lo demás, lo que no tienen para dar¨. El refrán que dice:

_ No esperes Peras del Olmo... 

Es cierto, porque el olmo da nueces, y las nueces vienen envueltas en una cáscara dura, como la madera, aunque su corazón tenga buen sabor y se parezca tanto a nuestro cerebro, por su apariencia con circunvoluciones e istmo que une las dos partes de ese fruto seco tan apetecible.

Al final conversamos, pero se mantuvo en sus trece, al respecto, no se pudo solucionar nada, no hubo vencedores ni vencidos. A mí me tocó recoger los pedazos rotos de esa parte de mi aprecio que fue despreciado, pero no es culpa de la persona, su mente no está preparada para otro tipo de relación más que la que ha establecido desde el principio, la equivocada he sido yo, pues no supe ver las señales y ha sido mi error.

No significa por ello que deje de relacionarme con esa persona, sólo que ahora he entendido mi papel, la responsabilidad que me ha sido asignada y que nada más puedo aportar, pues no es aceptado ni necesario.

La actitud de la persona es:

Todo lo tengo, todo lo poseo, nada necesito de los otros...

Aunque me haya movido el piso emocional, debo respetar  su sentir y mantenerme en una posición neutral, meramente profesional, para esa persona las emociones son para los tontos, los incautos, y yo, aunque asombrada debo aprender esta nueva lección de vida. Porque al final es eso: una lección de vida.

Al final de cuentas, sólo puedo darle gracias a Dios porque estoy viva, porque pienso, siento, porque a pesar de los embates de la vida, sigo creyendo en la gente, rezando y confiando en que todo sucede por una razón, en que la vida continúa y vale la pena Vivir.

Dios nos bendiga amigos lectores, que tengan un feliz día.

Mireya Pérez



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