A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

sábado, 18 de febrero de 2017

Las prioridades en nuestras vidas...







Muchos de ustedes, creerán que eso de las prioridades, son cosas de personas engreídas, superfluas e incluso egoístas. Sin embargo, es algo natural y normal que realizamos de forma automática, sin tomar conciencia real de ello. 

Tomemos por ejemplo, el hacer una visita al Supermercado; si es la compra de la quincena, muy posiblemente comiencen a poner en el carrito, las cosas más pesadas y voluminosas, por ejemplo: el pack de 6 litros de leche, el detergente de 3 Kg, los paquetes de papel sanitario y de papel para la cocina, los productos de limpieza, etc.,  siguiendo en el orden, posiblemente pasen por el área de enlatados y busquen los productos que suelen comprar, y así hasta llegar a la parte de carnes, pescados, huevos y hortalizas y frutas... Todo esto para evitar que se aplasten con las cosas más pesadas...

Esto lo hacen de forma mecánica, saben incluso, en qué pasillo está la categoría de productos que buscan y van directo. Sin embargo, cuando no tienen claro qué es lo que van a comprar, quizás paseen con tranquilidad por cada uno de estos sitios, mirando y observando precios, calidad, utilidad y oportunidad. Aquí no han hecho caso, en absoluto, de las prioridades, simplemente han ¨curucuteado¨, como dicen en mi tierra, y las ¨necesidades¨ habrán aparecido, en la medida que se han puesto en contacto visual con algo que les hacía falta, aunque no fuera de urgencia, por ejemplo, un bombillo para el pasillo de las habitaciones.

En la vida de cada persona, dependiendo de su estatus socioeconómico o cultural, se establecen las prioridades, no sólo porque es lo que se acostumbra en la familia, o en el medio social, sino también porque cada persona separa, a su libre albedrío, lo importante de lo menos importante e irrelevante. Es lo que hace a cada ser humano diferente, interesante y único.

Existen personas para las cuales el tener ciertas cosas, representa su nivel de éxito profesional, familiar e incluso social. En las altas esferas ejecutivas, mientras más alto estás en la jerarquía, se establecen códigos, no escritos tales como:
1) El ejecutivo exitoso, tiene coches de marcas como: (Mercedes Benz, BMW, Audi, Range Rover, etc.).
2) Los hijos estudian en colegios de mucho prestigio, donde incluso hay que inscribirlos con años de antelación, para conseguir una plaza de estudiante (algunos casos llegan a los extremos de inscribirlos, desde el momento en que les han dicho qué sexo va a tener el bebé).
3) Son socios de Club sociales de alto nivel y juegan Golf... Muy importante!!!...
4) Viajan tres o cuatro veces al año, al exterior... etc...

Podría enumerar cientos de cosas más, pero no viene al caso. 

Como verán, para cada nivel, aunque no nos guste decirlo o reconocerlo, existen códigos y normas no escritas, que establecen la forma de desenvolverse en el medio a donde quieres llegar, o en el que quieres estar y ser reconocido como tal. ¡Cuánto tienes... cuánto vales!!!...

Sin embargo, todo pasa, y en algún momento de ese camino, te das cuenta o te enfrentas a la verdad de que ¨eso ya no te llena¨y entonces buscas como sediento, aquello que en realidad sí valía la pena... Vuelves sin querer a lo básico, pero que te produce muchas más satisfacciones, que lo meramente mundano y artificial.

Según el grado de evolución emocional y espiritual, las prioridades irán cambiando para la persona o el núcleo familiar, llegando al compromiso de tener ¨Tiempo de Calidad¨, antes que cantidad de tiempo desperdiciado... Los beneficiados directos son los familiares más cercanos, amigos e incluso compañeros de trabajo. Porque al dejar de lado el estrés constante de la competición profesional, las personas empiezan a disfrutar de lo que hacen, del aprendizaje, e incluso de las charlas que cada vez se hacen más frecuentes. Puede que incluso descubran, de repente, una faceta de la pareja, que antes no habían tomado en cuenta. Eso es realmente maravilloso...

Separar lo importante, de lo necesario, establece un antes y un después, en la evolución emocional del adulto que somos. Para cada uno serán cosas o situaciones diferentes, pero irán cambiando en la medida que avanzamos, maduramos o evolucionamos, incluso, surgirán ideas y momentos nuevos y gratificantes, acumulando de esta manera: recuerdos y no objetos, que después pueden convertirse en lastres. 

Ahora, a cambio, reconocemos que somos más libres que antes, porque las cosas, las situaciones o entornos, no nos poseen, sino que disfrutamos de la libertad de escoger, de seleccionar y de intervenir, cuando lo creemos oportuno y no cuando las situaciones nos obligan.

Hagamos un análisis de nuestra situación personal, cuáles cosas podemos cambiar o mejorar; cuáles podemos apartar y por cuáles vale la pena hacer sacrificios o luchar. De ahí en adelante, estableceremos las metas a conseguir y podremos discernir lo importante, de lo irrelevante y actuar en consecuencia.

Que Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros.

Mireya Pérez


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