Cuando descubro, sin querer, las mentiras o los engaños de alguna persona hacia mí, todavía me sorprendo, no por el ¨aparente daño¨que pudiera haber hecho, no, sino porque la gente pierde mucho al tratar de hacer sufrir a otros, cuando con un No, hubiera bastado...
Puede que la persona en cuestión haya logrado una victoria temporal, pero créanme, que a quien se ha hecho daño es a si mismo. Pues nada hay oculto ante los ojos de Dios. El es la justicia, El es el Perdón y también la vara de medida de los agravios... Yo no lo voy a ver, ni me acordaré otra vez de esa persona, pero cuando llegue el momento, también recibirá lo que ha sembrado... No quiero estar en su piel, pues sólo temo al momento de rendir cuentas ante mi Creador, lo demás, carece de importancia.
Las personas que no viven en consonancia con lo que predican, generalmente tratan a los demás, buscando la manera de ¨resolver o castigar¨aparentes agravios del pasado. Pero el pasado, es eso, algo que sucedió hace eones, que no podemos cambiar, pero del cual podemos aprovechar para crecer, en lo positivo, en lo que tiene de verdad y en lo que no debemos volver a hacer.
Nadie está exento de cometer errores, de todo tipo, yo soy la primera en reconocerlos y en pedir perdón por mi ignorancia, pues sé que muchos de los errores que cometí fueron producto de mi inmadurez, de mi ignorancia y hasta incluso de mi orgullo, pues en algún momento pensé que era ¨la tapa del frasco y la última gota de agua del desierto¨, jajajajaja. Sí, reconozco que ese ser humano, no me gustaba para nada, pero así era, ¡qué horror!, jajajaj.
Sin embargo crecí, aprendí y sigo aprendiendo, gracias a Dios, y la mejor de las enseñanzas que recibí fué la Humildad. Cuando descubrí a San Francisco de Asís, y luego a otros maestros espirituales, comencé a cambiar, hacia adentro, donde nadie lo ve, pero yo sí lo siento, y al fin y al cabo, es con mis pensamientos con quienes vivo, y con los que estaré hasta el final de mis días. ¿De qué vale tener una hermosa cara, unas medidas armoniosas y hasta un look envidiable, si cuando rompes el cascarón te das cuenta que está vacío, que ni siquiera el aire habita en él...?.
Quizás sea culpa de los medios, de las marcas de moda, de lo fugaz de las cosas, que incluso llegan a ser de un sólo uso, pues todo es desechable... Pero un ser humano no puede ni debe ser desechable. Es una creación casi perfecta, la maquinaria mejor diseñada y maravillosa, de todas las que han sido creadas, pero se puede convertir en algo horrible si no la cuidamos, si no le damos el justo valor, y si no la dotamos de otros elementos tan necesarios como el aire que respiramos, esos elementos necesarios no son otra cosa que, Los Valores Espirituales.
Me gusta ver a la gente cuando voy en algún medio de transporte, unos momentos, porque en seguida la gente siente la mirada y se mueven y cambian la expresión del rostro o llegan incluso a respingar, como si sintieran que ¨alguien les observa¨, jajajaj. Pues sí, lo reconozco, lo hago a menudo, porque me llama la atención lo variado y maravilloso que es el Universo, al tener tantos cientos de miles de millones de ¨modelos únicos y perfectos¨, que son los seres humanos, ni siquiera los gemelos univitelinos son exactos, tienen diferencias, que sólo los padres al principio y luego la familia, amigos y maestros, descubrimos a medida que los tratamos. Por ello me fascina observar a la gente. Sin meterme en camisas ajenas, no, sólo observar. Pero de la observación se aprende, y yo procuro aprender todo lo que puedo, porque en la medida que aprendo, me doy cuenta del valor que tenemos, de lo importante que somos, y de la diferencia que podemos marcar en el instante en que tocamos o conocemos a alguien. Si ese ¨encontrarse¨ se traduce en una acción de crecimiento emocional y humano, para el lado positivo, si podemos contagiar el amor que sentimos por los seres vivos, por la gente, por lo sencillo del vivir en Paz con uno mismo y con el entorno...Ahí está la clave del vivir...
La vida, con el tiempo, nos enseña que hay cosas que no tienen valor, pues no nos deja nada de aprendizaje, sin embargo, en la simpleza aparente de miles de ellas, hay un tesoro de conocimientos que pasan sin ser descubiertos, por el aparente brillo y deslumbramiento que produce lo efímero y fugaz.
He conocido personas que al conocerme, me miran de arriba a abajo y casi puedo sentir el ¨click¨ de la caja registradora tomando cuenta de lo que ha costado o no, cada prenda de ropa que llevo, y cómo esa mente, también me ha desechado al ¨pensar¨que no soy interesante, pues no llevo ropa y calzado de ¨marca¨... Confieso que he sentido pena, pero no por mí, sino por esa persona, la vanidad es algo que nos aleja de la gente, o ¿acaso creen que pertenecer a un club de personas X los hace mejores seres humanos?. Viven engañados, pero no me toca a mí decirles cuánto...
Conozco a personas que lo tienen todo y se sienten solas y aisladas, sin embargo, otros, no teniendo nada, son mucho más felices y siempre tienen una palabra agradable, una sonrisa y miles de abrazos que compartir y estrechar...
Por ello, ¿Con qué nos quedamos?... Con lo efímero y fugaz, como la moda que cambia en cada estación, o con lo que forma parte de nosotros mismos: con la esencia del ser humano, con los sentimientos, con la gratitud, con el amor, con la sencillez, con la humildad, con la Fe, con la Esperanza y con los afectos de corazón a corazón.
Me quedo por supuesto, con estos últimos, las cosas pasajeras son simples cosas, sin valor, pues no hay emoción, pero los sentimientos sembrados y cuidados con amor, perduran en el tiempo, embellecen todo lo que nos rodea y llena de calor los espacios aparentemente vacíos.
Así que, una vez hemos decidido perdonar y olvidar a quien nos ha engañado, respiremos, miremos hacia adelante y confiemos en Dios, El sabe mejor que nadie lo que nos conviene, y por qué ocurren algunas cosas a las cuales no le encontramos el sentido, pero tarde o temprano, el misterio se desvela y entendemos el ¨por qué ¨...
Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros, incluso a los que nos han engañado, ellos también necesitan de Dios.
Mireya Pérez
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