A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

viernes, 20 de junio de 2014

La Diosa Fortuna.... esquiva mujer



Nota: Esta obra no ha sido esculpida por ningún ser humano, sólo la sabia naturaleza,le ha brindado esta hermosa apariencia...

Hoy voy a expresarme en las palabras de Jorge Bucay, de su libro EL MITO DE LA DIOSA FORTUNA, Editorial del Nuevo Extremo, Argentina 2006.

El nos desea:
- Que nos haga sonreír
- Que nos guste leerlo y
- Que nos sea útil.

Comencemos con un cuento, que su abuela, le contaba hace mucho tiempo atrás:

....¨Había una vez un pueblo muy particular en un país muy lejano, cuyos habitantes compartían hábitos tan extraños como originales. Al crecer, cada joven de la ciudad debía acercarse a un enorme local instalado cerca de la plaza al que todos llamaban , la Proveeduría. Allí, cada joven podía y debía retirar un cubierto( Cuchara, cuchillo o tenedor) que le entregaría el Ayuntamiento y que cada uno usaría durante los siguientes años para poder comer.

Como decían los más ancianos,para poder comer, en el mundo en que vivimos, debemos usar cubiertos.... Por lo menos para comer con dignidad...

Uno de estos jóvenes, al que llamaremos Giorgio, se enteró un día , junto con otros vecinos y compañeros del barrio, de que debía presentarse en la Proveeduría a retirar el cubierto que le entregarían para poder comer valiéndose de él. Después de postergar la decisión varias veces, una mañana decidió ir a por el suyo.

En el camino, Giorgio pensaba en qué iba a pedir. Después de todo, era una herramienta que posiblemente lo acompañara durante muchísimos años. éste sería el único cubierto que recibiría gratuitamente.

El joven  se decidió por el tenedor. Una herramienta práctica, estéticamente hermosa, y como se iba diciendo mientras se acercaba, posiblemente insustituible.

- ¿ Tenedor? - le preguntó el dependiente con una expresión compasiva- No jovencito. Los tenedores se agotan cada mañana con las primeras cincuenta personas. Todos quieren tenedores. la gente hace colas frente al local durante tres noches para pedir un tenedor.

Giorgio se sintió casi halagado al saber que su elección era acertada, aunque por el momento su acierto no alcanzaba para conseguir lo que pretendía.

- Entonces voy a llevarme un cuchillo- dijo, negándose por principio a hacer una cola de tres días para conseguir un tenedor.

- Cuchillos tampoco tengo- sonrió el dependiente- después de los tenedores, lo primero que se agotan son los cuchillos. Si pretender conseguir un cuchillo, deberías venir, muy temprano en la mañana...Mucho más temprano que hoy.-

Giorgio sabía que la única  cosa que le molestaba más que levantarse temprano, era tener que hacer dos viajes para la misma cosa. Posiblemente por eso, preguntó,con cierta ingenuidad. 

- Y ¿ Qué hay?-

- Cucharas-le contestaron como previsiblemente  esperaba.

¿  Cucharas?- repitió-¿ y eso es todo?¿Solamente cucharas?-

-Es lo único que queda-concluyó el dependiente  a modo casi de  disculpa- a esta hora...

¨Cucharas¨, pensó Giorgio. ¨Las cucharas no pican ni cortan¨.

Las personas que estaban en la fila, detrás del joven, esperando ser atendidos, cuando escucharon la conversación fueron abandonando la tienda mientras pensaban en volver temprano el día siguiente  a por el cuchillo o a por el tenedor, o regresar esa noche  y acampar frente al almacén , para intentar conseguir uno de los deseados tenedores.

- A ver las cucharas-  se animó a pedir Giorgio.

Las que quedaban, que no eran muchas, le recordaba a la casa de su abuela.

Eran unas de aquellas enormes cucharas amarillentas, reliquias de la época de  María Castaña. No eran bonitas, ni prácticas, ni brillantes, y hasta Giorgio, que no era demasiado refinado se  dio cuenta  enseguida de que estaban allí porque nadie las había querido... pero él estaba ya en la Proveeduría, y era todo los que había.

Como siempre pasaba, los madrugadores y los esforzados se habían llevado lo mejor...

El señor que despachaba miró impaciente el reloj de pared, se acercaba la hora de cerrar.

- Me llevo ésa- dijo al final el joven, señalando la menos abollada.

Mas conforme que satisfecho y más aliviado que contento, el muchacho salió  de la Proveeduría con su enorme cuchara en la mano.

Esa tarde, cuando Giorgio salió a la calle con lo único que había podido conseguir, sucedió algo inesperado, algo que nunca antes había pasado.

¨LLOVÍA SOPA¨

NADIE PODÍA CREER LO QUE ESTABA PASANDO... TAMPOCO EL PROTAGONISTA, PERO EL CASO ES QUE DURANTE DÍAS Y DÍAS LLOVIÓ SOPA.


Dice Bucay, con mucha razón, que a través de este cuento que le contara su abuela aprendió que:
  • Todos en alguna parte de nuestra vida, nos enfrentamos a situaciones  en las que algunos hechos, que no hemos decidido ni elegido del todo, cambian significativamente el rumbo de nuestras vidas.
  • Supe que a esto la gente le llama suerte
  • Aprendí, que en estos y en otros casos, siempre hay algunos que aplauden de pie lo que interpretan como tu sabia decisión de elegir una cuchara cuando estaba a punto de llover sopa...
  • Aprendí que siempre están aquellos que dicen envidiar la lucidez que en realidad no tienes...
  • Aprendí que siempre aparecen los que, sin darse cuenta de lo sucedido, dicen que admiran  tu visión previsora de los hechos...
  • Y aprendí también triste y dolorosamente, que nunca faltan los que se retuercen de odio, quizás porque hubieran querido estar en tu lugar en ese momento y deciden, desde el rencor o desde la peor de la envidias, que no te mereces nada de lo bueno que puede sucederte.
  • Pero quizás lo más interesante de todo lo que aprendí es que, si bien la suerte no depende sólo de ti, también depende de ti. Quiero decir que siempre hay algún mérito en el que tienes suerte....

La vida, nos pone en situaciones insospechadas, merecidas o no, para algunos, la visión de ver más allá de lo real, de imaginar una escultura y lograr sacarla de su tumba de mármol, decía Migue Ángel, ...que él no hizo El David, sino que fue el mármol, el que le dijo cómo hacerlo y darle casi vida...

Dios nos dota de dones, a cada ser humano, y está en cada uno de nosotros, la potestad de utilizarlos y explotarlos a su máxima expresión. Si nos limitamos a esconderlos para que no nos roben, como en la parábola, el joven que lo enterró para después devolverlo salvo y sano... No debemos tener miedo, si tenemos capacidad para cantar, así sea en una Masa Coral, pues compartamos nuestra voz con ese número de voces y brindemos lo mejor de nosotros mismos. Si tenemos inteligencia para pintar, diseñar, crear, escribir, hablar en público, estudiemos y desarrollemos esas capacidades, para que podamos brindar al mundo, todos los conocimientos que hemos adquirido a través de nuestras vidas.

Porque señores y señoras, cuando nos vayamos, esas facultades, no se irán con nosotras o nosotros, se quedarán en este plano, como todo lo que hayamos cosechado o producido, sólo nuestra alma, nos acompañará en ese último viaje....


Que Dios los Bendiga.



Mireya Pérez.





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