A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

viernes, 13 de junio de 2014

Primer y grado y Primera Comunión.....2ª Parte.


Creo sin equivocarme, que para todo niño el cambio del Pre escolar, a la primaria es muy importante, primero, porque dejas el cobijo de tus maestras que te han tenido durante esos primeros años, (casi bajo una cúpula de cristal), para entrar en un edificio nuevo, donde ya hay niñas mayores, en ese edificio estarían los primeros, segundo, terceros y cuartos grados, todos divididos en dos secciones, A y B , agrupadas por orden alfabético, y comenzando por la primera de muchas separaciones de grupos, que tendríamos en los años venideros. 

El segundo gran cambio para mí fue, el nuevo uniforme, ya no llevaríamos el uniforme blanco con tachones en la falda y de mangas largas, con puños y cuellos ribeteados de rojo, ahora sería azul marino, con falda de tachones, pero la parte de arriba sería con una especie de Jumper cruzado con cuatro botones, y una camisa blanca de manga corta, rematada en un puño con dos solapas abiertas, las medias serían largas hasta debajo de las rodillas y los zapatos, tipo pepito, con correa.

Otra de las diferencias notables, es que de ahora en adelante, bajaríamos a la planta baja del ese edificio nuevo a hacer las filas por secciones y años, y por orden de tamaño, y ahí comenzaría mi calvario, porque hasta que me graduara de bachiller,  siempre estaría entre las últimas cinco de la fila. Ahora, cada mañana, una de las monjas más  jovenes, muy delgada y elegante en su porte, a través de una especie de micrófono, rezaría con nosotras el Ave María, y luego, cantaríamos el Himno Nacional, todos los días de Dios.

Y luego de nuevo en orden y calladitas volveríamos a subir las escaleras hasta el piso donde estaríamos ese primer año, de la Primaria.

A mi grupo nos tocó la Madre María Cinta, que nos daría algunas materias, y la señorita Reina Rodríguez, nos daría Ciencias, estudios sociales, Geografía e Historia.

La madre María Cinta batallaría con todas nosotras, para que empezáramos a escribir como era correcto, y para ello, durante todo el año haríamos cada día una o dos páginas del cuaderno de caligrafía Palmer, a mi me encantaba porque cada página tenía un dibujo y si la hacía bien, nos permitían pintar el dibujo que encabezaba  la página. Y trataría en la medida de lo posible porque comenzáramos a colocar bien, tanto el cuaderno, como nuestros dedos al garrar el lápiz, y cuando ya empezábamos a escribir palabras largas, que nunca, pero nunca levantáramos el lápiz, del papel, ni siquiera para poner el punto de la i, o la línea que hacía la T. Conmigo, fracasó en ese sentido, nunca he podido, y menos después de pasar por las clases de la Universidad con Canestri, hacer la palabra completa de un tirón, y después ponerle las tildes o puntos y/ acentos.

Ya en primer grado sabíamos leer, y prueba de ello, es que nuestra hora de lectura era con un libro que guardo como un tesoro, Mi Historia Sagrada, de las Ediciones Paulinas, de 1959. En este libro empezó mi amor por la Biblia, y por personajes como José y sus Hermanos, por la Reina Esther, y luego algunas de la Parábolas de Jesús, como la de los Talentos, y el Hijo Pródigo.

A la hora del recreo, que lo hacíamos en aquel inmenso patio, volveríamos a hacer algunos juegos aprendidos anteriormente, pero ahora, nuestra maestra Reina, se uniría a nosotras para jugar nuevos juegos como saltar la comba, jugar al escondite, El Arroz Con Leche me quiero casar...., Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está, ¿Lobo estás?....

Ese año, también sería importante para nosotras, porque empezaríamos a recibir las primeras clases de religión, que nos la daría la madre Anunciación, era la más viejita de todas, pero era un amor de mujer, nos preparó con tanto mimo y desvelo, que llegado el mes de mayo, todas estábamos deseosas de recibir El Cuerpo y La Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, aunque sabíamos que en realidad el sacerdote, nuestro querido y siempre recordado Padre Carmelo López, quien nos daría la Hostia Consagrada y apenas mojada en el vino también consagrado. Creo, que fuimos las últimas en llevar el vestido que nuestras mamás escogieran, porque al año siguiente, las chicas que hicieron la primera comunión ya llevaban todas un mismo traje, así evitaban la competencia, entre las niñas, y el cotilleo, cosa que gracias a Dios en nosotras no cuajó del todo, claro que a lo largo de los años, haríamos nuestros grupos, porque era lógico, que sintiéramos más cariño por algunas que por otras, pero nunca fuimos groseras, ni tampoco discriminatorias, ya que al año siguiente, las que habíamos estado en una sección, eramos mezcladas con otras de la otra sección, y los nuevos grupos A y B, siempre se mezclarían.

Mis recuerdos más gratos de esa nueva etapa, están asociados también a que la madre Victoria Palau, un día en misa, pasando por mi reclinatorio, y oyéndome cantar, me sacó del mismo, y me pidió que cantara, lo que ella me estaba dando, y de ahí en adelante, además de mis clases del colegio, y de mis clases de Ballet, también tendría el Orfeón del Colegio, que duró unos cuantos años. Con el Orfeón iríamos a otros colegios católicos a cantar, y aprenderíamos la disciplina y el amor a la música. De esa etapa recuerdo dos canciones o mejor dicho dos estrofas, pues han pasado más de 45 años:

- ¨En la punta de un manzano,
en la punta de un manzano,
hay un pajarillo, un pajarillo, 
que sin cesar canta esta canción:
Pio Pio Pi, Pio Pio Pa,
Canta pajarillo, canta y canta siempre así....

y  - Dan, Din, Don, Dan...
Intima y alegres las campanas
siempre alertas,
Intimas y alegres,
las campanas,
siempre alertas, 
siempre alertas, 
intimas y alegres, 
las campanas, 
siempre alertas
Din, Don, Dan, ( coro).

Hermoso recuerdos, de nuestra niñez, algunas seríamos compañeras, hasta graduarnos de Bachilleres, otras, se irían cambiando de colegio, bien porque los padres se mudaban, o porque a las niñas no les gustaba el colegio, a mí, en lo particular, significó mi mundo especial, y cuando descubrí que había chicas internas en el colegio, les pedí a mis padres que me pusieran interna, pero yo vivía, justo en la calle de atrás, y era imposible...

Mi felicidad hubiera sido completa, en aquella etapa, si yo hubiera podido ser interna, las veía como mis heroínas, quizás era porque todavía no tenía amiguitas que vinieran a casa a jugar, pero para eso, solo tuve que esperar dos años más, entonces llegó mi amiguita Mary, de ahí en adelante seríamos inseparables, hasta que cada una se casó, se mudó a otra ciudad, pero a ella y a su familia, están unidos los mejores años de mi infancia y adolescencia, por eso los quiero tanto, y los recuerdo con amor y agradecimiento, aquí me reservo los apellidos, ellos saben quienes son, algunos ya no están entre nosotros, pero sonreirán con benevolencia, las chiquilladas de nuestra infancia, tan bonita.


Estas remembranzas, no me pertenecen única y exclusivamente a mí, también a mis compañeras del colegio, a nuestras madres religiosas del colegio, que ya la mayoría están en el Cielo, a nuestro siempre recordado Padre Carmelo S.J., y a  esas benditas paredes del colegio, que ya tienen más de 75 años, y siguen en pie, cuidadas por las amorosas manos de nuestras madres de La Consolación. Dios las Bendiga.


Mireya Pérez






No hay comentarios:

Publicar un comentario