A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

jueves, 27 de octubre de 2016

Cuando creemos que no hemos hecho algo diferente...








Muchas veces,  alguno de nosotros, en un momento de bajón emocional, habrá sentido que ¨remó en el mar¨...  que todo lo que hizo y a lo que se dedicó en cuerpo y alma, no significó nada...

Eso le pasó al protagonista de este cuento...

Cuando pensé que no te habías dado cuenta...

Manuel era un hombre que había pasado toda su vida trabajando, ayudando, enseñando, compartiendo los conocimientos que había ido adquiriendo con el tiempo, llegaba incluso a dar una mano a aquel que lo necesitaba, aunque fuera sólo un rato delante de una taza de café, cuando escuchaba atento a cada gesto de su interlocutor, cuando con una sonrisa y una palmada en el hombro, le restaba importancia a aquello que él creía firmemente que en realidad no era tan fuerte como el otro pensaba. Como hombre de experiencia sabía que la vida pasaba, sin remedio, y que  todo podía ser superado, salvo la muerte, y eso porque nadie se había regresado.

Pero los años pasaron, y de repente Manuel ya no era el joven dinámico, había llegado a peinar sus canas, y para más inri, se enfrentaba a la soledad, pues sus hijos crecieron e hicieron sus propias vidas, y su adorada esposa ya no estaba... 

Su trabajo se había convertido en la ilusión de cada día, despertar a las seis, bañarse, mirarse al espejo, tomar el primer café de la mañana y salir raudo, impecable como siempre con su sonrisa abierta... pero hoy, de repente, su vida cambió, la empresa a la que le entregó lo mejor de sí mismo, de repente lo dejaba cesante, en libertad... ¿Cuál libertad? ¿a donde creen que va a volar?.

En la época de las comunicaciones, él se sentía como si le hubieran dado un mazazo, a quién iba contar su ¨tragedia personal¨, porque quedarse de repente sin empleo es muy duro, nadie se prepara para este momento, se confía en que el empleo es eterno... pero no...

Ahora, Manuel desde la ventana de su piso vacío de voces humanas, mira al infinito más allá de la urbanización, a la loma que de niño tantas veces escaló, primero con los amigos cómplices de su niñez, luego con su Aurora, el primer beso robado,  un te quiero, un sueño, mil sueños...

Decide salir de la casa y camina sin rumbo, a veces cabizbajo, otras con la frente en alto, mirando y buscando respuestas, al cielo que se le antoja más negro, noche sin luna, y estrellas difuminadas por la luz de las farolas.

Sin darse cuenta llegó a los pies de aquella montaña, que no era tan alta como pensaba, era sólo una colina, su colina, y la sube sin esfuerzo, sus pasos recuerdan los senderos marcados por cientos de pisadas de hombres y mujeres que, cada mañana, suben y bajan para hacer ejercicio, para tomar instantáneas de la ciudad que duerme a sus pies. Ahora él, a estas horas de la noche, cree estar a solas, y casi emite un grito de dolor agudo, cuando de repente, por el rabillo del ojo le parece observar un movimiento, presto se voltea decido a luchar por su vida, cuando el fulgor de una cerilla le permitió ver el rostro de una mujer mayor, casi diría que una anciana, pero no podía ser...

Sin saber por qué le habla a la mujer:

- Disculpe señora, ¿acaso se ha perdido, necesita ayuda?...

_ No, Manuel, desde aquí es muy hermoso el paisaje, siempre miro a la ciudad cuando el sol se va poniendo, y las luces empiezan a encenderse, sin importar el estrato social o la condición de sus gentes...

_ Como sabe mi nombre?- extrañado le pregunta-

_ Conozco a casi todos los hombres y mujeres de esta ciudad, que alguna vez fueron niños y vinieron a jugar entre los árboles y las veredas que surcan esta colina, tú fuiste uno de esos niños, ¿verdad?_

Manuel piensa que está alucinando, que algo extraño pasa, y tantea en sus bolsillos, pero hasta el móvil lo ha dejado en casa, sólo las llaves de casa, que apenas hacen algún sonido en sus bolsillos vacíos.

_ No temas Manuel, no estás alucinando_ responde la mujer a la muda pregunta que ve reflejada en el rostro de Manuel.

_ Esta noche has venido aquí, a buscar respuestas, y yo puedo ayudarte_ dijo la mujer, mientras caminaba sin hacer ruido, casi como si flotara.

Manuel no sabía si correr asustado o si dejarse llevar por el extraño momento, mientras tanto, su mente daba vueltas y vueltas tratado de recordar si en alguna parte u ocasión la había visto, pero nada, no encontraba la llave a sus recuerdos, o quizás nunca la conoció, pero ¿cómo ella sabía quién era él?

_ No temas Manuel, podría decirse que vengo del tiempo... del pasado, en realidad no es importante_ Ven, caminemos un rato,_lo invitó a seguirla.

Manuel siempre se había sentido como un hombre valiente, jamás había conocido el miedo, y reconocía que en estos momentos, mientras observaba a la mujer, no lo sentía, le intrigaba, pero nada más.

¿Cómo era la mujer?... Madura, en los 70 quizás, su rostro irradiaba una paz serena, iba vestida con una sencilla túnica y pantalones oscuros, pero al no haber luz suficiente, no sabía si eran negros, azules o de otro color; sus cabellos tenían canas y su cabello debía ser algo largo, pero lo tenía recogido en un pequeño rodete, su piel se veía casi reluciente, no tenía casi arrugas, pero su caminar y sus modales eran de una mujer mayor, aunque asombrado, se daba cuenta de que, a su pesar, se sentía bien a su lado.

Caminaron hasta llegar a una parte de la loma, desde donde se podía ver la ciudad, de repente la voz de la mujer rompió el mágico silencio que había reinado durante su leve caminata.

_ Manuel, mira hacia esa pequeña luz que se acaba de encender, ¿la reconoces?_ dijo la mujer y él miró tratando de entender, y de repente reconoció el lugar, era la casa de su amigo de la infancia Pedro, que siempre iba a clases puntual, orgulloso de su ropa limpia y bien planchada, que su madre le preparaba cada noche antes de acostare...

_ Hace mucho que no ves a Pedro, ero él si se acuerda de tí, porque cuando hubo el brote de sarampión, y estuvo enfermo, tu le llevabas cada tarde el resumen de las clases, y las tareas para que las hicieran juntos, hasta que pudo regresar al colegio y poder pasar los exámenes_ Manuel recordó de repente a Pedro, un niño de tez morena clara y enormes ojos negros, con la dentadura más blanca que jamás había visto...

_ Sus hijos no te conocen, pero han escuchado cientos de veces lo que hiciste por él, siempre te ha estado agradecido por ello_

Manuel miraba sin mirar, absorto en el tropel de recuerdos que venían a su mente, a él no le dio sarampión, pero a varios de sus compañeros sí, y ayudó a los que estaban más cercanos a su casa. Sonrió para sí, Pedro...

- Ahora mira hacia aquella calle que parece de un sólo sentido, la del sauce llorón, esa_ señalaba la mujer y Manuel siguió con la mirada y reconoció la casa de una amiga de la familia, de cuando era adolescente, la mujer se había quedado sola, sin hijos, sin familia, y su madre, siempre pendiente de sus vecinos, le mandaba de vez en cuando, alguna tarta, algunas flores o alguna planta sembrada primorosamente por sus manos, para que la mujer no se sintiera sola, y él nunca le dijo que no.

_ Mira ahora Manuel a la izquierda, esa luz que se enciende, sabes de quién es?

Manuel reconoció la casa de un compañero de la universidad, habían sido grandes amigos, pero la vida los fue separando poco a poco, y ahora cuarenta años después, a su pesar, reconoció que no había vuelto a pensar en él. Titubeando le preguntó:

_ Viven Carlos y Adelina?_

Ella sonrió, intuyendo que se preparaba para que le dijera que ya no estaban, pero no, ellos vivían y tenían tres hijos, uno de los cuales llevaba su nombre, Manuel.

El hombre no entendía, cómo su amigo de tantos años le había puesto su nombre, y la mujer entendiendo su incertidumbre, le contó:

_ Carlos y su mujer te recuerdan con mucho afecto, pues fuiste su amigo y confidente y los ayudaste en los momentos difíciles en los que la familia no aceptaba su unión, pero gracias a tí, poco a poco las partes se fueron conciliando y han sido sumamente felices._

Poco a poco Manuel fue reconociendo cada luz de la ciudad, que la mujer le iba indicando, desde su pasado remoto, hasta el más cercano, la presencia de Manuel había representado un antes y un después en cada uno de ellos. Poco a poco el sentimiento de pesar de Manuel se fue desdibujando, y el rostro de la mujer se hacía cada vez más dulce y sereno.

_ Como vez Manuel, has tenido y tienes una vida hermosa, llena de logros, no sólo personales, sino también humanos, sin querer, has dado apoyo, amistad, consejos, ayuda y afecto a cientos de seres humanos, haciendo en ellos un antes y un después- ¿ Crees ahora que tu vida no ha tenido sentido?-

Manuel veía anonadado hacia los cientos de luces de la ciudad que tenían un brillo dorado especial, cada luz era un trocito de su vida compartida, ya no se sentía solo, ni triste. de repente miró con gratitud a la mujer y le hizo una pregunta:

_ ¿ Cree que podré acercarme y saludarlos?- titubeaba Manuel

_ Anda hijo mío, todos te recibirán con los brazos abiertos y los que ya no están, brillan para tí en el firmamento _ de repente al mirar al cielo, la noche que parecía estar cerrada parecía un universo iluminado, su universo...

Manuel bajó la mirada para darle las gracias a la mujer y preguntarle su nombre, pero se había marchado... ¿O acaso todo había sido un espejismo?. Pero no, las luces que le mostrara seguían brillando, incluso ahora mucho más.

Manuel agradeció a la desconocida, al Creador, y comenzó el regreso a su casa, con miles de ideas surcando su pensamiento, buscaría a los amigos, para eso estaba el Facebook  ¿no?, comenzaría una nueva vida, rescatando ese hermoso pasado y viviendo agradecido por el presente que tenía....


Que Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros.

Mireya Pérez.



No hay comentarios:

Publicar un comentario