A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Las Navidades de Luna...









Luna, es un personaje de mi ¨Universo mágico¨, de mis recuerdos de niña, adolescente y mujer; del ser humano que fui, del que he sido y del que soy. No necesariamente, los cuentos que he creado sobre Luna, son pasajes de mi vida, a veces son, sólo una metáfora, de cómo vemos la vida las mujeres, a medida que vamos creciendo, aprendiendo, evolucionando, como seres humanos, con experiencia en este universo particular, tan femenino, que nos fascina y nos llena a veces de nostalgia y otras de alegría, pero nunca totalmente indiferentes...

Hoy en la voz de Luna, viviremos aquellos recuerdos de la infancia y de la pre adolescencia de Luna, quizás una de las épocas más felices, por la inocencia, la ternura y la alegría de la propia niña que fue.

¨ Desde el mes de noviembre hay un continuo ir y venir de actividades en todos los ámbitos de la vida de Luna, por un lado, al estudiar en un colegio de monjas españolas, las costumbres como: armar el Pesebre, preparar los villancicos, y enseñar los actos de la Navidad, que las Madres del colegio preparan junto a las maestras, con mucho afán, no le han dejado a Luna mucho tiempo para pensar, en casi nada. Este año está en cuarto grado, y han habido sucesos difíciles en casa, pues su hermana mayor, con apenas catorce años, ha fallecido en octubre, y aunque los padres de ella, hacen muchos esfuerzos para que la paz y armonía de la casa no se enturbie por el dolor, no es fácil...

Luna solía llegar del colegio con alegría y se dirigía con algarabía a saludar a su hermana mayor, que siempre la esperaba en su cuarto, con una sonrisa de par en par, aunque Milús, nunca habló ni caminó, sí reconocía a sus padres y hermanos, y cual bebé, les regalaba su espléndida sonrisa, cada vez que ellos le hablaban o acariciaban. Ella había sufrido una parálisis cerebral a los dos meses de nacida, y para aquella época, los tempranos años 60, muy poco se había avanzado, pero si algo jamás faltó en ese hogar, pequeño y sin lujos, fue mucho amor para regalar, y Milús lo sentía y agradecía con esas sonrisas tan suyas...

Ya no estaba, y sus padres, conscientes o no, de los cambios que se avecinaban, procuraban que los niños más chicos, diez y seis años, no echaran en falta las festividades, aún cuando en la casa hubiera un luto reciente. Por ello, haciendo de tripas corazón, animaron a los hijos a realizar la carta para el Niño Jesús, el menor, un varón, que era muy tremendo, quería por supuesto, los regalos típicos de esa niñez, un cinturón vaquero con pistolas y su sombrero. Luna en cambio, quería una muñeca para jugar con su nueva amiga, Rosa.

Su madre les había alentado a realizar la carta y ponerle un dibujo en agradecimiento al Niño Jesús, porque así él también se sentía niño y le encantarían los presentes que ellos le habían presentado en sus cartas.

El mes de diciembre llegó, y con él los preparativos de toda la familia, como siempre, la cena de Navidad se realizaría en casa de la abuela, donde tíos y primos, junto a su propia familia y algunos amigos de la vecindad compartirían ese día tan especial... Luna era, para ese momento la única nieta hembra, rodeada de siete inquietos y tremendos varones, entre su propio hermano y sus primos...

Era tanta la alharaca que armaban, que al final, uno de los tíos o su propio padre, los encerraba en una habitación, creando juegos divertidos, adivinanzas y cuentos, mientras los demás adultos, hacían las veces de duendes de Navidad, colocando bajo el árbol de la abuela, los regalos de toda la familia, pues ya eran cerca de las doce de la noche, y los niños todos, estaban muy emocionados....

Al final, a un toque en la puerta, y tras ruidos de pasos como si en ese momento se escaparan los duendes, los ocho niños acudían en tropel y se quedaban fascinados ante la expresión de colores y lazos de regalos, de los pequeños y grandes presentes que habían recibido. Bendita inocencia!!!. Por supuesto, todos los sueños de esa tropa de chiquillos se habían hecho realidad, y los postres típicos de la casa familiar, hacían sentir a todos, que esa era la mejor de las Navidades, aunque las mujeres vistieran de negro y los hombres llevaran un botón negro en la solapa en memoria de la niña ausente, pero esos detalles escapaban a la alegría de esos ocho pilluelos...

Pero lo mejor de todo estaba por llegar, pues cuando Luna y su hermano llegaran a casa, el Niño Jesús también les habría dejado algún regalo especial, que él no había querido compartir con los otros niños, porque era un premio a lo buenos hermanos e hijos que habían sido, como si su hermana mayor, desde el Cielo, les enviara de esa forma, su gran amor... Luna, sorprendida descubrió que la muñeca que tanto quería, a la que llamaría Diana, estaba esperándola, junto a otros regalos, que les habían hecho amigos y padrinos. Luna estaba radiante!!!...

A medida que Luna iría creciendo, el recuerdo de esa Navidad de sus diez años, la marcaría para siempre, y cuando llegó a la edad adulta, trataría siempre de que esa fecha, jamás pasara por debajo de la mesa... Por supuesto que, en su casa, nunca faltarían los postres de la tía, hermana mayor de su padre, ni el árbol de Navidad, así fuera una rama de árbol, que en cacería, con sus hijos, buscarían, para que ¨fuera perfecta¨, y luego de bañarla con espuma de jabón, adornarían con detalles hechos por ellos mismos, o que habían ido guardando de un año a otro... Para sus hijos, en esos ocho y cuatro años, era toda una aventura, que ella alimentaba con su natural alegría y sensibilidad, sin importar cómo fuera su día a día, la Navidad era en su casa, un tiempo especial!!...

Quizás hayan pasado muchos años, desde aquellas Navidades de los 60, cuando parecía que todo sería siempre mejor...Pero para Luna, esos recuerdos atesorados en su alma, siempre han ocupado un lugar especial. Por ello, en la medida que fue creciendo, formando su propia familia y entorno, procuró que su hogar luciera en esas fiestas, como el sitio más cálido y entrañable posible, ningún rincón de la casa quedaba exento del adorno respectivo, ni los baños, jajaja, hasta allí llegaban adornos, lencería y plantas de Navidad. Escaleras, y patios, todo debía darle la bienvenida, no sólo a los que llegaban a casa, sino también a la propia Navidad, con música, luz y calor de hogar...

Los hijos crecieron, llegaron los nietos, y a pesar de las ausencias que se han ido marcando en el calendario de su vida... Luna sigue preparando aquellos dulces familiares, escuchando de vez en cuando los villancicos de su niñez, esperando con ilusión el momento en que los nietos descubran lo que les trajo Papá Noel, y abrazar a su propio Lucero con miles de besos y abrazos guardados con ilusión...¨

Hoy queridos lectores quisiera hacerles llegar mi abrazo de corazón a corazón, para todos y cada uno de ustedes, donde quiera que estén. Sin importar su credo o religión, su condición o situación personal. No hay nada más hermoso que un hogar a donde llegar, donde brille la ilusión y la alegría y que aquellas cosas que nos identifican, nunca se aparten de nuestro corazón, aunque el destino nos haya llevado por derroteros inesperados. Pues lo más importante es lo que llevamos en el corazón, nuestro propio ser, nuestros sentimientos y emociones.

Dios los bendiga en esta fiestas!!!.

Mireya Pérez






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