A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

lunes, 5 de diciembre de 2016

Reza... aunque a veces creas que no te escucha....











Para las personas que profesan una religión, independientemente del nombre que tenga esa Fe, el rezar simboliza su conexión con ese Dios al que dirigen sus plegarias. ese Dios al que se aferran en las horas bajas, y al que dán las gracias cuando sus temores se disipan.

Desde niños, nuestras madres o familiares nos han enseñado a rezar, siendo las primeras oraciones que aprendemos, aquellas que siempre guardamos en nuestro corazón, las que acuden a nuestra memoria con imágenes nítidas que casi podemos ver ante nuestros ojos, como aquella primera vez...

Tuve la suerte de nacer en un hogar muy católico, mi padre era cofrade del Cristo de la Buena Muerte, en su Andalucía natal, hay fotos de él vestido con su traje blanco y su capirote, junto a un nutrido grupo de cofrades que acompañaban cada Madrugá al Santísimo, igual haría al emigrar a América, junto al Nazareno de San Pablo, del que fue devoto hasta su último suspiro...
Quedan, por supuesto en mis retinas, esa imágenes, pero también otras, donde de rodillas y con los brazos en cruz, mis madres del colegio La Consolación de Caracas, rezaban, mientras estaban ajenas a que una niña curiosa las miraba, jajaja, por supuesto que era yo, jajajaj

Desde niña aprendí que, al rezar, no sólo me comunicaba con Dios, sino que también, cuando tenía pesadillas o miedo a algo, el rezar me daba calma y serenidad, y desde el momento en que sólo pensaba en Dios, el miedo se disipaba y respiraba tranquila, pues mi ángel de la guarda me acompañaba y mi Fe me hacía sentir fuerte. También aprendí que, por muy duro que fuera el momento o circunstancias que afrontaba, todo pasaba y gracias a la oración jamás me he sentido sola...

Puede que para algunos sean cosas de niña, o de ¨madurita soñadora¨, no, la Fe es algo mucho más serio de lo que puedan imaginar, en primer lugar, porque mis sentimientos como hija de Dios, no perjudican a nadie. En segundo lugar, respeto a aquel que se auto define como agnóstico, como no creyente, pero no comparto sus razones, sin embargo, espero que respeten las mías. Porque en las relaciones interpersonales debe haber y reinar el respeto mutuo, yo así lo hago. No estoy ciega ni sorda y sé que muchas veces, aunque me agarre a mi Fe, las cosas no salen como las esperaba, quizás porque no supe pedir, o porque simplemente aquello que pedía, no era para mí, o no le convenía a mi alma, pues siempre prevalece la voluntad de Dios, aunque a veces, como humana que soy, no entienda sus razones....

¿Significa entonces que si Dios no me concede lo que pido, dejaré yo de rezar?. No, porque mi visión de Dios es el de una padre amoroso que cuida y protege de sus hijos, pero a veces, lo que creemos que es mejor para nosotros, no lo es, y por ello las situaciones o soluciones, no se dan como esperábamos. Nuestra fe tampoco puede ser un: ¨Si me das esto, yo creo, si no, no creo¨, eso no es Fe, es capricho, que está muy lejos de ser Fe.

Con el tiempo aprendí a Confiar en Dios, a dejar en sus manos, aquello que no puedo solucionar, cuando yo ya he agotado todas las instancias a las que tenía o debía acudir, al final, siempre se hará la voluntad de Dios y mi sentimiento de Fe absoluta me dice, que siempre ocurre lo que era mejor.

Eso no quiere decir que, de vez en cuando no me revele, que sí lo hago, al fin y al cabo soy de carne y hueso, pero no por ello, voy a renegar de mi Fe. Al contrario, cuando las cosas se han puesto patas arriba y creía que ya no podía sufrir más o tener más angustias..., de repente, todo se ponía en su lugar y la solución aparecía a la vuelta de la esquina, con una llamada telefónica, o a través de algún otro medio, no específico. Y lo he aceptado como la ¨respuesta a mis plegarias¨.

Por ello, invito a los que me leen, que independientemente de la religión que profesen, se comuniquen con su Dios, no importa el nombre que le den, la comunión de cada alma con su creador, da paz, da serenidad, consuelo, compañía, pues jamás existe el sentimiento de soledad, cuando  confías en El, de alguna manera, te hace saber que está ahí, que el consuelo y la paz, está contigo, y siempre lo estará...

Todos los grandes pensadores de la historia, incluso aquellos que se auto proclamaban como no creyentes, en algún momento han dirigido una oración al que está allá arriba, para su sorpresa, quizás, pero lo han hecho, así fuera un Dios mío!. Muchos de los autores que he seguido a lo largo de mi vida, me han demostrado que, aún en el final de sus días, la Fe, los ha acompañado y no han renegado de ella. Entonces por qué nosotros no vamos a tener Fe?.

Comparto al final de este escrito una de las oraciones que rezábamos en la capilla de nuestro colegio, arrodilladas frente a la Santísima Virgen: el Dios te Salve.

Dios te Salve, Reina y Madre
 de misericordia,
vida y dulzura, 
y esperanza nuestra
Dios te Salve, a tí llamamos
Los desterrados, hijos de Eva
a tí suspiramos gimiendo y llorando 
en este valle de lágrimas
Ea, pues Señora, abogada nuestra
vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
Fruto Bendito de tu vientre
¡Oh clemente Oh piadosa, Oh siempre dulce Virgen María!
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
para que seamos dignos de alcanzar las promesas 
de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Que Dios nos bendiga cada día.

Mireya Pérez




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