Si alguna vez hubo un hombre que, aunque estuviera enamorado hasta las trancas, era incapaz de expresarlo en palabras, ese fué mi marido...
Hoy, escuchando la canción que comparto en este Post de Hoy, me ha venido a la mente esa frase que me dijo cuando, loco de emoción, por fín había visto por primera vez a nuestra hija, a escasos minutos después de nacer, en la medianoche de ese 31 de enero de 1978...
Creo que para los hombres es difícil imaginarse a un hijo, como lo hacemos las madres. Quizás porque nosotras somos las que sufrimos las diferentes transformaciones que va sufriendo nuestro cuerpo, o porque los sentimos cuando se mueven, cuando se agitan... Este fue un embarazo precioso, a pesar de que estaba estudiando 4º año de la carrera, y esos dos últimos años eran en el horario de 6 a 10 de la noche. Pero tuve la fortuna de que mi bebé era súper tranquila, y salvo mi tripón, tuve muy pocos malestares y casi fuí a clases hasta el último día, jajajaj, si no fuera por el Dr. Breddy qepd, hubiera sido así...
Mientras pasaban los meses de gestación yo pensaba que era un varón, hasta que llegaron estas fechas y de repente hablé de ella en femenino, y mi marido extrañado me preguntó:
-¿ Por qué hablas del bebé en femenino?-
Y yo le contesté, abrazando mi barriga:
- No te sabría decir por qué, pero creo que es una niña, jajajaj-
Y fué la niña más bonita del mundo!!!, esa noche, nació mi catira, con sus enormes ojos y su boca roja como la grana, con una pelusita que indicaba que era rubia, pero en comparación con las melenas que tenían sus otros compañeros del retén de bebes, con sus melenas negras... Era la única niña, entre un montón de varones y con su mantita especial que yo le había tejido a crochet, jajaja.
Nuestra niña creció, nos ha dado grandes y hermosos momentos de vida, dos nietos que son nuestro tesoro más preciado, y el amor más grande de nuestras vidas...
¡ Te quiero princesa mía, luz de mis ojos...!!!!
Dios bendiga a todos y cada uno de nuestros hijos, sobrinos y nietos, que nunca les falten unos brazos amorosos que los acurruquen y les den calor y sentido de pertenencia. Que nunca dejen de brillar para ellos la luz, el amor, la felicidad, la ilusión y las ganas de vivir.
Hoy sólo soy una madre y abuela, que habla como siempre, desde el corazón.
Mireya Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario