A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

viernes, 21 de julio de 2017

El Amor a través de los cuentos, los juegos y las experiencias de los abuelos.



Muchos de nosotros, cuando éramos jóvenes imberbes o adolescentes con sueños e ilusiones mil, al escuchar esta hermosa palabra AMOR, pensábamos quizás, en los cientos de miles de libros y películas que forman parte de nuestros recuerdos, en donde la joven se enamoraba de su ¨príncipe azul¨y el joven ¨salvaba de todos los peligros¨a su joven amada...

Hasta ahí no está mal la cosa, pero la realidad es que no son princesas ni príncipes, solo gente joven que empieza a sentir las primeras llamadas de la vida, y tras las primeras quimeras vuelan envueltas en la neblina de la ignorancia, tras los primeros rayos de sol de la vida que despierta...

Las generaciones han pasado, y los pre adolescentes de hoy, son quizás más realistas, y ya no se dejan llevar por aquellas ideas del pasado y se fijan en otras cosas, que quizás nos preocupen más a los adultos de hoy. Me refiero a que las chicas de hoy se fijan más en el joven que llama la atención, no porque sea brillante y estudioso, sino porque además de tener cierto atractivo físico, es también el que se las da de ¨malo¨, y a las jóvenes les llama la atención el peligro, más que la seguridad y el buen hacer de un joven educado y con principios.

¿Será producto de la rebeldía propia de la edad, que las lleva a ir en contra de los ¨buenos consejos¨maternos o familiares?. Frente a la imagen equívoca de ese joven macarras que hace trisas los sueños de los padres que, criaron con amor y devoción al tesoro de sus vidas: su hija.

Hoy en día hace falta, más que nunca, la comunicación entre padres e hijos e hijas, es fundamental, porque si no, será imposible detectar el momento en el que ese ¨tesoro¨ es raptado emocionalmente, por el lado oscuro de la vida. 

Quizás crean que estoy siendo alarmista, pero no lo soy, lo he visto y escuchado muchas veces, a lo largo de mi vida, y tras no escuchar las palabras de ¨cuidado¨que se les han dicho y expresado, después de un tiempo, la joven descubre en su propia piel, la verdad de las palabras de aquellos que trataron de prevenirlas, pero se dejaron cegar por la luz de las bombillas y al acercarse, quemaron sus alas, y no pudieron volar a tiempo... A la familia no les queda más remedio que extender los brazos y acunar de nuevo, como si tuvieran a un niño, a ese hijo, que a pesar de los consejos, se quemó en aras del ¨descubrimiento de sus vidas¨.

En mis tiempos mozos existían una novelitas rosas, las de Corin Tellado, que eran motivo de zozobra de más de un educador, madre o Religiosas de colegios de monjas; por la salud emocional de nuestras vidas. Pero ahora, es peor quizás, porque niñas de siete y ocho años, a las que están calificando de niñas en camino de pre adolescentes , horror de horrores, les están comprando sus padres y madres, unos ¨cuentos¨que no lo son, que hablan de las ¨primeras llamadas de la naturaleza¨, sin ellos estar preparados, y aparecen en el texto palabras en letras tres veces más grandes y en color diferente, para llamar la atención, por supuesto, palabras como: Envidia, celos, manipulación,  venganza, lo prohibido, etc...

Me pregunto: ¿ Son esos vocablos para niños, tan pequeños, los que deban aprender a esa edad? ¿Por qué nos empeñamos en saltarnos años en los que los niños deben seguir siendo niños y aprender las destrezas típicas de cada edad?. 

Ellos están en una de las edades más bonitas de la vida, donde se aprenden a través de juegos y enseñanzas: nociones básicas como el compañerismo, la disciplina, la maravillosa experiencia de hacer descubrimientos naturales, de lo que nos rodean, o estaré equivocada y como algunos dicen, ya mi arroz se quemó y yo no entiendo nada?.

Esos niños que ahora observamos, no son nuestros hijos, son nuestros nietos, o sobrinos, y si ayer cuando me tocó preservar lo más que pude, la inocencia de los míos, cuidando incluso el que jamás nos vieran pelear a su padre y a mi o si teníamos una diferencia de opinión, jamás hacerlo con altibajos de voz, o utilizando palabras fuera de tono o sentido... ¿Qué hacer ahora que esos libros anti inocencia, abarrotan las estanterías de las librerías y todas las madres ¨modernas y progresistas¨los están comprando para que sus hijos no estén ¨out¨?. Confieso que me siento algo desarmada...

Pero no he perdido para nada la Fe, seguiré intentando realizar juegos, hablar y contar anécdotas, que quizás no recordaba, pero ahora, que tenemos más tiempo, podemos sacar del baúl de nuestros recuerdos y acompañarlas con algún gesto o mímica, que les haga reír; pues aquello que aprendemos rodeado de sonrisas y cantos, queda siempre más fijado a nuestra memoria, que cualquier otra cosa.

Puede que algunos de nuestros hijos nos reproche con razón, que a ellos no se lo enseñamos, e incluso los miremos extrañados, pero será cierto en parte, porque en la época en que éramos padres, también estábamos inmersos en crear nuestro mundo de adulto y profesional, y muy posiblemente en esos tiempos, no tuvimos disponibilidad horaria suficiente para, rememorar aquellos momentos en que fuimos niños. Por ello, el papel de los abuelos de hoy en día, sea tan importante, pues somos el reservorio de memoria de varias generaciones y lo que ayer nos impidió compartir con los hijos, hoy nos permite emparejar el ¨tanto¨y hacerlo con los nietos, aunque algún hijo cele ese momento que él no pudo disfrutar, jajajaj.

Ante esta disyuntiva que nos presenta la sociedad actual, los invito amigos lectores a ver y a observar lo que rodea a nuestros pequeños, los invito a tratar, en la medida en que, nuestros propios hijos nos lo permitan, a rememorar con esa tercera generación, los cuentos, los juegos y las experiencias de vida, en la que nuestros hijos fueron los héroes y protagonistas de cada momento de nuestras vidas. Estoy segura que habrá situaciones que nuestros hijos no recordarán, pero nosotros sí, porque para nosotros todo era importante, y podemos contribuir así, al crecimiento y afianzamiento de valores de nuestros nietos. Algún día, ya no estaremos, pero habremos compartido ese amor tan profundo que sentimos, y que de alguna manera, sin que ellos lo recuerden como tal, estará siempre en su memoria. O por lo menos, así lo espero yo.

Dios nos bendiga a todos, y ojalá que nos dé el tiempo suficiente para sembrar esas semillas de amor que llevamos dentro.

Mireya Pérez.


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