A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

martes, 6 de mayo de 2014

Travesuras de adolescentes....




Hace muchos años ha, que un montón de jovencitas de un colegio de monjas fueron a pasar un fin de semana de retiros espirituales, específicamente en Villa Pignatelli, ubicado en Los Teques, del estado Miranda de Venezuela.

Para muchas de nosotras era nuestra primera experiencia y la última en el colegio, pues ya estábamos en 5º Año de bachillerato y en unos meses nos graduaríamos y nos dispersaríamos por distintas partes del mundo o de la geografía nacional para seguir la primera parte de nuestro destino, estudiar en las Universidades que habíamos escogido.

Decir que yo en lo particular iba emocionada era poco, mi mamá por primera vez me dejaba ir a un retiro, y mi maletín lo había preparado con esmero y sencillez: unos vaqueros, una falda por si acaso, otros pantalones, camisas y franelas y suéter para el frío, el libro que estaba leyendo, que creo que era el último de la Saga de los Reyes Malditos, la Biblia, porque seguro que en algún momento tendríamos que hacer uso de ella, mis cosas de aseo personal, mis mudas de ropa interior, cepillo de dientes, jabón y champú y mis chanclas para la ducha y dos pares de zapatos, unos tenis para caminar por el monte y mis mocasines de todos los días, mis medias blancas y algunas trabas para el pelo para recogerlo, en caso de que me fastidiara mucho. Y mi fascinación por todo lo que veía. después de morir papá. dos años antes, mis salidas eran siempre dentro de la ciudad, pero no fuera.

Recuerdo que pasamos en el autobús del colegio por la entrada del Parque de El Encanto, y  que secretamente lo anoté para ver si mi madre aceptaba que mi novio, que después sería mi esposo, nos llevara a ese parque, para conocerlo.

Después de casi 45 minutos de viaje llegamos a Villa Pignatelli, todas estábamos emocionadas, nuestras madres del colegio también, porque aunque la mayoría eramos muy tranquilas, había un grupito, que eran las más divertidas y traviesas, y ellas sabían quienes eran, así, que tratando de que las más tranquilas neutralizáramos a las otras nos fueron asignando las habitaciones, que eran de dos metros de largo por 1, 70 de ancho, tenían una cama de un sólo cuerpo, es decir,menor de 90 cm de ancho, un lavabo, un reclinatorio y una mesita de noche, ese era todo el mobiliario,a mi me tocó en la planta baja, a cuatro o cinco puertas de la escalera que daba al segundo piso.

En esta planta baja, al fondo dormían tres de nuestras madres, la madre Josefa , la madre Rosa María Campos y otra religiosa que no estoy segura si era nuestra madre de primaria, la madre Rosa López. En el segundo piso, las habitaciones tenían balcón, y eso hizo que el grupo más alegre se pusieran vibrantes de felicidad, pero también estaba en ese piso, empezando el pasillo, nuestro padre confesor, el Padre Francisco Arruza, S.J., que en Paz Descanse.

Bien, una vez que todas colocamos nuestras cosas en cada celda o habitación,cerramos y nos dirigimos al salón donde recibiríamos las clases, haríamos intercambios de opiniones, y las primeras grandes travesuras, si y gordas, porque las de Humanidades se habían llevado escondida una revista Cosmpolitan, aun me acuerdo de su tema central¿Cómo besar a un hombre para que no te olvide?. Las chicas por  supuesto lo habían escondido entre el cuaderno de apuntes y el libro de guía que nos habían dado para los ejercicios espirituales, se lo habían estado pasando unas a otras, cuando llegó a mis manos, y entre el miedo a ser descubierta, el azoro de ver algunas fotos, y el miedo de que justo a mi me pescaran, fueron una sola, y yo debo explicarles, que al ser tan, pero tan blanca, el más mínimo sonrojo, se me nota a leguas!!!!!!!!!!!!!. Pobre de mí, la madre Josefa se dirigió a mi pupitre, me agarró el dichoso cuaderno, vio a quien pertenecía y nos llamaron a cuatro de nosotras fuera. La cara de mis amigas más cercanas, era de ¿tú metida en un lío de estos?.

Gracias a Dios, mis compañeras reconocieron que ellas lo habían traído, y el hecho de que hubiera llegado a mis manos había sido por pura casualidad porque era para hacérselo llegar a otra de las de Humanidades. Nos preguntaron quién lo compró y lo trajo, y la compañera lo reconoció, y fue expulsada del retiro, sus padres apenados tuvieron que venir a buscarla, y a mi me dio pena, porque en verdad no era una revista para verla justo en esto que era tan importantes para todas, o por lo menos para mí. Yo estaba indecisa entre ser religiosa o ser seglar, como soy hoy en día, pero todavía estaba pensando mucho en ello.

En la noche después de cenar todas juntas, nos dejaron que nos reuniéramos por grupos y que a las 10 nos fuéramos a dormir, porque las luces de los pasillos se apagaban a esa hora. Pues bien, las chias del primer piso tenían las guitarras, los balcones, y algunas habíamos llevado galletas de soda, mermelada de guayaba y queso crema y chesewess para comer mientras nos reuníamos unas veinte chicas en una habitación que no cabía más que dos. Nos habíamos puesto de acuerdo con los relojes de manera que apenas vieran que la luz de las habitaciones de las madres se apagaran, empezáramos a salir cada minuto, una de cada habitación y reunirnos en el rellano de la escalera. La escapada iba muy bien, todas empezamos a salir en orden, en pijamas, batas largas, shorts y franelas, había todo un desfile de glamour para dormir esa noche, hasta que yo que era una de las últimas y estaba esperando a mi compañera de la puerta de al lado, veo venir algo amarillo fosforescente, que no tenía pies ni manos y la cara toda blanca y el cabello con rulitos de papel toilette, yo ahogué un grito de terror al verla porque creía que era un fantasma, y Patricia que venía detrás, soltó la carcajada, era Chela que venía en pijama y con crema para la noche, puesta en todo su rostro y cuello, subimos como pudimos agarradas unas a otras al pasamanos de la escalera,pero aguantando la risa, hasta que al tropezar con el sillón que estaba justo antes de la puerta del padre Arruza, me tropecé y caí, y conmigo unas cuantas, las que fueron más osadas corrieron hasta la habitación que ya habíamos señalado y unas cuantas como yo, nos devolvimos a nuestros cuartos temblando de la risa y de la angustia a haber sido descubiertas.

Les cuento, que nos salvamos porque ya las madres se habían cambiado el hábito y no podían salir en bata y que las vieran, porque si no ese día nos habría caído la gota gorda.

Cuando nos levantamos corrimos a las duchas y cuando ya me tocaba entrar a mí, escuché el grito de una de mis amigas, porque estaban saliendo sapos de los sumideros de las duchas, así que tuvimos que armarnos de valor y de pudor, sobre todo yo, porque no me gusta que me vean en paños menores y menos como Dios me trajo al mundo, así que acordamos, que mientras una se bañaba, la otra mirando a la puerta, pero dentro de la ducha, esperaba para evitar que salieran los sapos, y a la inversa. Mi compañera un día fue Mirentzu y otro Nuria, qué risas. Luego desayunar, el responso por lo que había pasado la noche anterior y que esta noche no se repetiría, y por lo menos conmigo no, porque cuando nos fuimos a acostar, yo me metí en mi cama, encendí la lámpara y seguí con mi libro que estaba muy interesante, hasta que la madre Josefa abrió mi puerta de par en par y me preguntó por una de las compañeras, a lo que le respondí que si la que faltaba era Milagros, como le tenía miedo a la oscuridad seguro estaba con zutana.

El resto del retiro fue fantástico, nos unió mucho a todas, cantamos, jugamos, salimos de senderismo con nuestra madre Josefa, cantamos  canciones que no conocíamos, nos contaron la historia del lugar, y del porqué en la cima del retiro habían tres cruces de madera.

Salimos renovadas en muchas cosas, las que todavía no tenían definido su camino, creo que al final tomaron las decisiones que consideraron correctas, y las que no fue un momento de hermandad, de unión y de felicidad. Siempre recuerdo ese retiro espiritual con mucho afecto, y guardo las pocas fotos que pude hacer como un tesoro.

Ahora que soy adulta, tengo ganas de hacer uno, me han dicho de uno que es de Silencio, y con lo que me gusta hablar, creo que sería beneficioso para mí no lo creen?

Espero que les haya gustado este pequeño recuerdo de ese fin de semana tan entrañable, por respeto a la intimidad de todas, no voy a poner las fotografía, pero todas éramos y seguimos siendo unos seres humanos especiales y únicos.

Dios las Bendiga y a nuestros guías, que supieron entender que 16 y 17 años no se tienen todos los días, y que para algunas era nuestra primera vez, fuera de las alas de nuestras madres, salvo el primer viaje a El Junquito,donde también departimos con todas juntas ese desayuno y almuerzo, cantar entre la niebla, buscar moras salvajes, bajar hasta lamina abandonada,

respirar aquel aire puro, comer fresas con crema, comprar las infaltables galletas de mantequilla, el chicharrón y los golfeados y los suspiros de merengue.

Todos estos recuerdos son nuestros de nuestra adolescentes de chicas sanas, nuestras guitarras y nuestros cantos, cómo nos gustaba cantar de todo, desde boleros viejos,hasta las canciones de Silvio Rodrigues que empezaba a ponerse de moda.

Hoy he querido compartir recuerdos y alegrías con todas, con las que están aún entre nosotras, y con las que ya se nos han adelantado. Un abrazo graaaaaaaaande, lleno de amor y buena vibra, que Dios nos Bendiga a todas.


Mireya Pérez




2 comentarios:

  1. ¡Que lindo! Gracias por plasmar las memorias en este espacio y por los comentarios acertados. Es un placer leerte.

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    1. Gracias Irene, hay tantas anécdotas de situaciones tan pintorescas nuestras, que a lo largo del tiempo as iré sacando poco a poco, porque recordar es vivir, y la vida de estudiantes nuestra fue memorable. Gracias por leerme. Que Dios te Bendiga. Mireya

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