Desde siempre, cuando he escuchado la palabra Milagro, lo he asociado, no sólo a las apariciones Marianas, que a lo largo del planeta y de la Historia humana se han dado y se dan, sino a aquellos sucesos que sin explicación científica alguna, devengan en la ¨curación milagrosa¨de alguna persona enferma.
Pero los Milagros no están supeditados, a esas grandes demostraciones que hemos visto, conocido o escuchado... En la vida de cada uno de nosotros se suceden pequeños grandes milagros, a veces sin que nos demos cuenta. Por ejemplo, el hecho de poder amanecer a un nuevo día, ver la luz del sol, escuchar el trinar de los pájaros o las risas de los niños, son un gran milagro, por sí mismos, pero estamos tan acostumbrados a considerar que esto es natural y consecuente, que apenas nos damos cuenta.
La diferencia se hace evidente, cuando aparece algo que perturba nuestra paz, la enfermedad o la angustia por alguien a quien amamos, y entre todos los frentes a los que nos presentamos como valientes combatientes, también está el batallón de Honor de la Oración. Todos, absolutamente todos, en los momentos angustiosos acudimos a pedir, a rezar, a suplicar a nuestro Padre Celestial, independientemente de cual sea nuestra convicción o fe religiosa, pues todos, incluso los agnósticos, en el fondo de su alma, creen en un ser superior, aunque en su vida pública lo nieguen.
Pero la mayoría de las veces nuestras plegarias parecen no ser escuchadas, digo parecen porque, nosotros esperamos que aquello que hemos pedido desde el fondo del corazón, se nos conceda. No hay nada malo en ello, es humano, y natural, pero los milagros no suceden, en la forma en que los esperamos, aunque haya un pequeño porcentaje que sí ocurren, quizás porque en ese milagro, hay una gran enseñanza y aprendizaje para la persona enferma y curada, para su entorno familiar y hasta para el grupo social en el cual se desempeña.
¿Qué sucede con el gran porcentaje de los que no ocurren?.
No vayan a pensar que es por ¨castigo divino¨, al contrario, hay situaciones que se presentan en la vida de una persona para su evolución espiritual, para que al salir adelante de esa tragedia humana, personal y cercana, se convierta a la Fe, sea ejemplo para otros, o cumpla con la misión que le ha sido encomendada... ¿ Dios es acaso cruel con sus criaturas?... No, Dios es Amor, y tanto nos ama, que nos ha dado libertad para desarrollarnos, para cometer errores, para subsanarlos y para superarnos, aún en aquellos momentos en los que el dolor parecía que era más fuerte que nuestra Fe, que nuestras esperanzas, en fín que nosotros mismos...
La mujer que les escribe ha pasado por un camino de espinas muy duro... Desde la temprana niñez, en mi camino he tenido que decir adiós a las personas que más amaba, aún por encima de mí misma. ¿Qué madre no cambiaría su vida por la de su hijo?... Yo perdí al mío, hace tres años, a mi esposo hace apenas casi 8 meses, a mi madre... Sin embargo, nada en mi semblante, ni en mi forma de comunicarme con la gente, expresa la profundidad del dolor sufrido y vivido. Aquí estoy, como testigo valiente o resiliente de que, a pesar del dolor, hay todavía mucha vida y camino que transitar.
Cada día es para mí un nuevo milagro, que me trae sorpresas que jamás hubiera tenido en mi vida, si no hubiera hecho acopio de fe y de gratitud. Puedo decirles que en mi vida están ocurriendo cambios que jamás habría imaginado, ni siquiera hace diez meses, pero se están dando y le doy gracias a Dios por ello.
Cuando dejé de cuestionar la aparición o no, de los milagros que pedía, y acepté que los designios de Dios eran los que tenían que ser, es decir, cuando dejé de oponer resistencia, en mi vida fueron apareciendo: oportunidades como el de editar mi segundo libro, Princesa y su Mundo; la oportunidad de estar presente en el día de San Jordi con otros tantos escritores noveles como yo; la oportunidad de ser parte de un grupo de mujeres valientes, generosas, brillantes y humanas, como lo son las mujeres de Amate, donde ahora soy voluntaria y hago servicio de voluntariado en hospitales, y me siento llena, plena, serena, feliz porque sé que estoy compartiendo algo de mí a los demás, que no me estoy quedando con la música que llevo por dentro, al contrario, estoy compartiendo mi música y mi voz...
Hoy sé que se presentan en mi horizonte nuevos desafíos, nuevas oportunidades, nuevos retos, pero confío plenamente en que Dios sabe lo que es mejor para mi alma y estoy aquí para cumplir con lo que él crea mejor para mí, para mi entorno, para mis amigas y amigos, para todos. Porque yo estoy embarcada en esta gran nave que llamamos planeta Tierra, y que no soy un ente aislado, al contrario cada acción que realizamos tiene consecuencias, yo quiero que las mías sean positivas, maravillosas y humanas.
Demos gracias a Dios todos los días, por los pequeños grandes milagros que nos brinda cada día, y por la templanza que en algún momento llegamos a desarrollar, para hacer frente a la adversidad.
Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros.
Cada día es un Milagro, como bien dices Mireya, y muchas veces no nos percatamos de lo que hay detrás de muchas maravillas, un abrazo enorme y Bendiciones, TQM
ResponderEliminarcada dia es hermosa, con sus climas variados pero solo existir es un milagro y si uno esta en paz con los demas esta en paz con uno mismo que cada dia quiere ser mejor es otra cosa yo agradesco cada dia sin importar el clima
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