A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

miércoles, 25 de mayo de 2016

Superamos la ausencia? ... O nos resignamos...?












Hace muchos años descubrí que al perder a un ser querido, aunque creyera que me iba a morir del dolor, de la angustia y del pesar, no ocurría nada de eso, al contrario, los días se seguían sucediendo uno tras otro, y luego se convertían en meses, los meses en años, y la vida en un continuo seguir... Así de simple, así de práctico.

¿Quiere decir que dejamos de amar a los que se han ido?. No, simplemente que la vida exige que sigas tu camino, llevando, como parte de tu equipaje, ese trozo de vida que ya no está, pero que siempre formará parte de tus recuerdos... 

En mi equipaje están: mi hermana mayor, mi padre añorado, mi suegra, mi hijo amado, mi esposo y mi madre adorada... Todos y cada uno de ellos, me han dejado una huella en el alma, que me hace sentir a veces, desconsuelo, tristeza profunda y examen de mis actos, buenos o malos, simplemente mi mente racional busca a veces, una respuesta para lo cual no la hay.

He tenido que elaborar mi Duelo, a partir de los trozos deshilachados de mi vida, como quien arma un puzzle de 300 millones de partes. No hay un solo pedazo que duela más que el otro, todos son parte de mí, y yo de ellos, pero cada uno, a su manera, forma parte del ser humano que soy, del que seré mañana..., a mi manera, a mi tiempo y a mi espacio.

Por qué hablo de a mi tiempo, a mi manera, a mi espacio?. Porque siempre a nuestro alrededor existen personas, muy bien intencionadas, amorosas y cercanas que quieren lo mejor para nosotros, yo no lo pongo en duda, pero sé por experiencia propia, que cada uno de nosotros necesita vivir ese duelo, a su manera, no a la de los demás, simplemente a la nuestra, que es tan válida y perfecta como la de los otros. Nadie puede ni debe imponernos una forma de llevar un Duelo, el dolor que sentimos, cómo lo vivimos y nuestros recuerdos, son parte íntima e íntegra nuestra. No quiere decir que el dolor de los demás sea malo, es simplemente diferente, y sobre todo, perfectamente humano.

A través del Duelo pasamos por diferentes etapas, que no son secuenciales, en absoluto, diría incluso que a veces se solapan una sobre otra, e incluso se regresan al punto de partida, que es siempre:

¿ Por qué a mi?...

No hay respuesta válida para esta pregunta, me recuerda una canción de Los Impala o Los Darts de mi época de estudiante de bachillerato, en mi amada Venezuela, en cuya canción habla de la pérdida de una novia amada: 

¿ Por qué se fue? 
¿ Por qué murió?
Se ha ido al Cielo
Y para poder ir yo
tengo que ser bueno
para estar con mi amor...


Las chicas y yo la cantamos innumerables veces, así como también el bolero Perdón:

Perdón
Vida de mi vida
Perdón
si es que te he faltado
Perdón
cariñito amado
ángel adorado
dame tu perdón...



Entre las etapas de ese Duelo, está la resignación y la aceptación, cuál viene primero, y cuál después... depende de las circunstancias, de los apegos, del afecto, del dolor, de las causas, de lo que se pudo hacer y de lo que se escapó de nuestras manos o control...

Yo he vivido todas y cada una de las cinco etapas, y a veces, a pesar de mi mente racional, pueden más mis sentimientos, incluso de autocompasión, que de la razón, que siempre es una compañera de mi existencia, una muy cruel compañera, porque ella está formada para investigar, revisar desde todos los ángulo, formular preguntas e incluso auto responderse, es obsesiva incluso, pero a pesar de sus defectos, que son muchos, me mantiene en mis dos pies, me sostiene y me acompaña, quizás sea ella la culpable, en parte de esa entereza con la que doy la cara ante la vida.

Al final del duelo, nos resignamos y apechugamos, recogemos nuestras velas, recomponemos los pedazos y levantamos la mirada para seguir el camino, el que nos han trazado, o que nos hemos trazado... He visto en la TV películas o series que se cuestionan el qué hubiera pasado en el devenir de la Humanidad si tal o cual hecho histórico no hubiera sucedido. Yo también lo pienso, aplicado a mi vida... Pero es un ejercicio inútil, la vida es como es, no hay cabida para un mil si hubiera, o si lo hubiera hecho de tal o cual forma, quienes me conocen saben, que hice hasta lo que no podía, en ello se basa mi fortaleza, en haber agotado hasta mis fuerzas físicas y morales, para salvar, ayudar y proteger a aquellos a quienes amo profundamente. Ya no están en presencia física, pero están en mi corazón...

Mientras haya un hálito de vida en mi cuerpo, siempre su recuerdo me acompañará. A ustedes les debe pasar lo mismo, es parte de nuestro sino como seres humanos que somos.

Las personas que formaron parte importante de nuestras vidas, que ahora están en modo ausente, siguen en nuestros recuerdos, a ellos nos aferramos en las horas bajas, a ellos les damos las gracias por lo que nos enseñaron, por el amor compartido y por la maravillosa experiencia de haber estado unos al lado de los otros, por el tiempo que Dios tenía destinados para ellos.

Hoy hace tres años que hablé por última vez con el amor de mis amores, mi hijo, se que nunca volverá, que ha descansado, pero yo lo extraño siempre y así será hasta que a mi tambien me toque partir. Dios te guarde ángel mío, donde quiera que estés. Te amo!!!

Que Dios nos bendiga a todos y cada uno, a nuestros hijos y a nuestros nietos.

Mireya Pérez


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