A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

miércoles, 24 de mayo de 2017

Sólo una madre sabe esperar....

No sé si es porque, durante la gestación del embarazo, esos nueves meses, nos hacen vivir cada mes con alegría, optimismo, esperanzas, dudas y a veces hasta algo de miedo...pero cuando llega el momento en que ¡por fín! tenemos a nuestro bebé en brazos, todo se borra y sólo una gran sonrisa y una amorosa mirada nos acompaña, siempre que vemos a nuestro hijo o hija, e incluso cuando ya ha crecido, y ha emprendido su propio vuelo, el sólo pensar en ellos, nuestro rostro se transforma y la madre luce su hermosa sonrisa, su mirada se llena de alegría y hasta un leve rubor asoma a sus mejillas...

Todo esto hace que las madres seamos capaces de esperar, el tiempo que sea necesario, así nuestro hijo ya peine los treinta o los cuarenta, etc., porque una vez que somos madres, lo somos para toda nuestra vida.

Sin embargo, cuando la espera se traduce en la despedida más cruel, el adiós definitivo...Cuando las leyes naturales de la vida se trastocan y es el hijo el que se va antes que sus padres, el desconsuelo, la rabia, la indignación, el dolor contenido y sordo, nos invade hasta tal punto, que aún cuando pasen los años, la madre, esa mujer que lo dió todo, no puede olvidar y los años le increpan, las fechas se agolpan y cual Loca Luz Caraballo, va contando los años: Uno, Dos, Tres, Cuatro...

Comparto hoy con ustedes este Poema La Loca Luz Caraballo, del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, de su libro La Juambimbada de 1936...

De Chachopo a Apartaderos
caminas Luz Caraballo
con violetitas de mayo
con carneritos de enero
inviernos del ventisquero,
farallón de los veranos,
con fríos cordilleranos,
entre riscos y ajetreos,
se te van poniendo feos
los deditos de tus manos.

La cumbre te circunscribe
al solo aliento del nombre
lo que te queda del hombre
que quién sabe dónde vive
Cinco años que no te escribe,
diez años que no lo ves, 
y entre golpes y traspiés
persiguiendo tus ovejas
se te van poniendo viejos
los deditos de tus pies.

El hambre lleva en su cachos
algodón de sus corderos
tu ilusión cuenta sombreros
mientras tú cuentas muchachos
una hembra y cuatro machos.
Subida, bajada y brinco
y cuando pide tu ahínco
frailejón para olvidarte
la angustia se te reparte
uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Tu hija está en un serrallo
dos hijos se te murieron
los otros dos se te fueron
detrás de un hombre a caballo.
La Loca Luz Caraballo
dice el decreto del Juez
porque te encontró una vez
sin hijos y sin carneros
contandito los luceros
seis, siete, ocho, nueve, diez...


Yo he llegado al cuarto aniversario, triste y resignada, y miro hacia las estrellas tratando de ver en ellas, una que me recuerde a tí, como si fuera posible olvidar al que me falta...

Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros, a nuestras madres, a las que somos madres, a las que somos abuelas...

Mireya Pérez


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