Cuando pensamos en la palabra Soledad, la mayoría de las personas se aterra, lo ven como el ogro de dos cabezas inmenso y terrorífico!!!. La Soledad no es un estado malo por sí mismo, no, a veces es bueno estar en soledad, aquietar nuestra mente y concentrarnos solamente en nuestra respiración, acompasadamente, en esa soledad escogida a propósito, pueden surgir ideas maravillosas para crecer como personas y como individuos.
Pero a la gente le aterra quedarse solo, no tener con quien hablar, a quien mandar, con quien compartir o a quien fastidiarle la tarde, si no es la vida...
Porque debemos estar claros en algo, el que se aferra a alguien o algo, para no estar solo, está perdiendo tiempo y energías valiosas en cosas que no tienen sentido. Y adicionalmente está manipulando a otro ser vivo, que necesita su espacio, y al que muy posiblemente estemos ahogando con nuestra solicitud para no estar solos. Es como aquellos casos en que una persona se interna en el mar o en un río y de repente se está ahogando, y alguien viene a salvarlo, y se ahoga el salvador, y el que estaba ahogándose se salva.
La Soledad en el buen sentido de la palabra, es importante, porque nos permite recogernos en oración, darle gracias a Dios por el hermoso día que se nos presenta, por la oportunidades, por las personas amigas y/o familiares que están a nuestro lado, aunque a veces no estén en la misma casa, pero sabemos que basta con tomar el teléfono y escucharemos su voz, o abriremos el ordenador y veremos que está conectada y podremos charlar o chatear un rato, construyendo el mundo de nuevo, y nos damos cuenta de que la soledad es solo una apariencia, una más de las que nos muestran nuestros sentidos, y a veces la mente.
En lo personal, cuando estoy sola, escribo, leo, hago meditación, me invento algún postre, organizo algún armario, pienso, rezo, a veces salgo a caminar sola, y si hay una garuita o llovizna leve, mejor, porque me encanta recibir esas gotas en la cara, me dan la sensación de que estoy viva, recuerdo mi patio de San José, en donde tantas veces jugué con la lluvia, aunque después mi madre me regañara, porque me podía resfriar y los zapatos del uniforme se dañaban, pero era niña, y no sabía nada de la vida.
A veces veo con asombro a personas, preparadas, instruidas, capaces... Aterrarse ante la posibilidad de estar solas!!!, se que si se enferman a lo mejor no tengan quien les cuide, y eso es duro, pero tenerle miedo a la soledad y aferrarse a alguien, para no estar solo, no me parece justo, ni para el que se aferra, ni para el que es aferrado. Y lo peor es que al final creen que eso es amor, y no lo es, es un pobre sustituto del amor.
Porque cuando uno se enamora o ama a alguien, quiere lo mejor, aunque uno no sea lo mejor, y lo reconoce, y deja espacio, respeta la individualidad, el derecho a pertenecer a la vida, a que otros lo conozcan y compartan trabajo, estudios, gustos, etc.
Pero a veces, los celos se entremezclan y ven entonces cosas donde no las hay, crean tormentas, donde solo sopló la brisa, y se apoderan del espacio del otro, sofocándolo, sin dejarlo respirar, aferrados a su cuello, con cadenas invisibles, pero con capacidad de ahogar como soga para la horca. Y si un día por fin, se rompen las cadenas, en vez de auto analizarse y reconocer sus fallos, no, lo primero que hacen es culpar al otro, despotricar del otro, insultar al otro, sin darse cuenta de que en la medida que insultan, vilipendian, y atormentan al otro, lo están haciendo consigo mismo, porque en una época fueron pareja y compartieron todo lo que ahora los separa, y les hace mucho daño, a los dos. Pero sobre todo al que se ha quedado solo, con su dolor ciego, con su amargura y con su tristeza...
El tiempo todo lo cura, y hasta el desamor desaparece, y con el tiempo si la persona es sabia y escucha a su corazón, poco a poco entrará en razón y aceptará que lo que ocurrió fue lo mejor, y posiblemente lea en algún libro, el viejo proverbio que dice que cuando se cierra una puerta se abren cien ventanas. Así, pasado un tiempo, las heridas sanarán, la soledad no pesará y quizás si Dios así lo quiere, un buen día aparecerá en el horizonte la persona perfecta, la que soñamos en nuestro fuero interno, que será para nuestra alma como el complemento, y entenderán que el tiempo es sabio, y que el tiempo de Dios es perfecto.
No temamos a la soledad, a veces es muy buena consejera, dentro de la quietud aparecen ideas maravillosas, solo hay que tener fe en Dios y paciencia, porque a veces las cosas ocurren, no cuando queremos, sino cuando estamos preparados, y eso solo lo sabe Dios.
Que Dios nos bendiga a todos.
Mireya Pérez.
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