Para toda persona enfrentarse a sus propias verdades y a sus propios miedos, es la cosa más difícil de hacer, porque desde niños nos han entrenado a mirar al exterior, a observar, analizar y evaluar al otro, pero nunca nos han dicho que primero debemos conocernos a nosotros mismos, reconocer nuestros fallos y nuestros errores, así como conocer nuestros puntos fuertes y renonocer nuestra propia valía, en palabras sencillas, nunca nos enseñaron a amarnos a nosotros mismos, e incluso llegamos al extremo de pensar en el otro o los otros, antes que en nosotros mismos, no que sea malo, sólo que en ese empeño por ser buenos hacia los demás, solemos ser muy duros con nosotros mismos, y a veces tenemos una imagen errónea de nuestra persona, y nos sorprendemos cuando alguien alaba alguna característica de nuestra personalidad que pensábamos que no teníamos o que simplemente pensamos que no valía la pena.
Hoy en día está muy en boga el estudio de la personalidad, la inteligencia emocional y el valor agregado que una persona puede brindar a un entorno laboral. Ya no bastan sólo los conocimientos y la experiencia, también son importantes cosas que dábamos por hecho como la empatía, el saber estar, la actitud ante situaciones de estrés, y muchas más áreas de nuestra personalidad, que en conjunto forman el ser humano que somos, con sus buenas cosas y las cosas que se pueden mejorar y sobre todo las cosas que podemos aportar como un plus al entorno del trabajo, al grupo de estudios o incluso en acciones tan simples como compartir un vehículo, un campamento, un viaje de trabajo, etc.
El Dalai Lama tiene una frase que me parece esclarecedora:
...¨Somos visitantes de este planeta. Permanecemos en él por 90 o 100 años, en algunos casos. Durante ese período de tiempo debemos tratar de hacer algo bueno y útil con nuestras vidas. Tratar de estar en paz con nosotros mismos y ayudar a los demás a compartir esa paz. Si contribuye a la felicidad de otras personas encontrará la verdadera meta, el verdadero significado de la vida....¨
Todas nuestras acciones en la vida o a lo largo de nuestra vida, deben estar enclavadas dentro de un comportamiento ético, simentado en los valores que nos inculcaron en casa, con los amigos, los compañeros del colegio, de la universidad y en el trabajo. Si toda nuestra vida hemos sido personas que han reconocido sus errores, sin achacarlos al otro, sin mentir, ni siquiera a nosotros mismos, sin engañar, al final, aunque nosotros no lo veamos, la verdad siempre saldrá a la luz, y en la memoria colectiva resonará como en una caja de altavoces, las acciones bien realizadas, las cosas buenas y los hechos realizados de forma ética y de verdad. Es el mejor ejemplo que podemos legar no solo a nuestros hijos, sino también a los demás, aunque no se den cuenta, porque el agricultor que siembra las semillas en tierra fértil, no se pavonea de su siembra, al contrario, la cuida, fortalece y mantiene para que al final haya una buena cosecha, y si la cosecha es abundante no sólo da de comer a la familia, sino que además la comparte con los demás. Es un ejemplo de una huerta personal, obviamente a nivel macroscópico, las cosechas se venden al mayorista, pero nunca sabemos quién las produjo y cómo fue su esfuerzo, sin embargo disfrutamos de su labor, hecha la mayoría de las veces en silencio, sin protagonismo.
Pedro Luis Díaz García, un profesor de Psicología de la Educación, en la Universidad Católica Andrés Bello, allá por el año 1978, nos decía que ¨El Educador es un agente de cambio¨... y hacía hincapié en nuestra responsabilidad al impartir una clase, dar una información e incluso en nuestro comportamiento, porque los alumnos son como esponjas que absorven todo, lo miran todo y sin analizarlo, lo introyectan en su psique, y a la larga, nuestra influencia los marca de por vida. Por eso recordamos a nuestros maestros y profesores, porque dejaron una huella indeleble, de otros ni siquiera nos acordamos, y es una pena, pero no es culpa de nadie, cada quien llega al corazón de una forma diferente.
Confusio,hace más de 2500 años dijo:
Si hay luz en el alma
habrá belleza en la persona
Si hay belleza en la persona
habrá armonía en la casa.
Si hay armonía en la casa
habrá orden en la nación
Si hay orden en la nación
habrá orden en el mundo
Al leer de nuevo estas palabras, pareciera que el mundo no ha avanzado nada. Todavía no tenemos paz en el mundo, ni orden en la nación y mucho menos tenemos armonía en los hogares y la belleza, muchas veces es solo una mera apariencia, y es muy desolador. Para mi la belleza no radica en el aspecto físico, sino en la forma en que esa persona nos mira, en su franqueza, en la paz que transmite y en la sonrisa que generalmente asoma también a los ojos y los hace más brillantes.
¿Cómo podemos ayudar a nuestro nivel, casi microscópico?, simplemente comportándonos con equidad, siendo siempre honestos con nosotros mismos, si empezamos con algo tan simple y cercano, como nuestro hogar, poco a poco, sin darnos cuenta iremos marcando una huella, que se unirá a cientos de miles de huellas, como las nuestras, caminando en función de la honestidad, de la autenticidad, del bien común y general. Si todos a una ponemos nuestro grano de arena, haremos una montaña, cambiaremos el curso de la vida de muchos, sólo con poner atención y obrar en consecuencia.
Nada es fácil en nuestra vida, pero vale la pena vivirla y dejar nuestra huella y ayudar a los demás,´no hay nada más gratificante que saber que hemos sembrado en tierra fértil, y que un día, mañana o tal vez pasado, aquél árbol que sembramos dará frutos y cobijo a otros, siguiendo el ciclo maravilloso de la vida.
Que Dios nos bendiga e ilumine siempre, que podamos cada día darle gracias a Dios por esa nueva oportunidad que nos brinda y poder sembrar cosas hermosas, palabras e imágenes imborrables, que como los grandes pensadores de la antiguedad continúan en nosotros a través de sus enseñanzas.
MIreya Pérez
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