Este cuento maravilloso es sobre dos amigos de toda
la vida, que empezaron su andadura por el mundo, haciéndose novios desde el
tercer año de bachillerato.
Hoy Celeste se ha asomado a la ventana y ha llorado
de alegría al ver su hermoso jardín lleno de flores, como un arcoíris,
floreciente y hermoso, fruto de horas dedicadas a cuidarlo, mimarlo y
consentirlo, a pesar de los diferentes climas que afectan la zona geográfica en
donde viven. Pero Celeste ha ido recogiendo consejos de los campesinos y
agricultores de la zona, ha escuchado consejos para realizar ella misma el
compost para sus plantas, y cuándo y cómo podar cada una de ellas, que a lo
largo de estos últimos años ha ido sembrando en su jardín, haciendo de este
lugar, un sitio de solaz, de tranquilidad para leer, para escuchar a los nietos
que juegan en el patio, y a las nueras, que solícitas y atentas vienen a
ayudarla algunos días entre semana.
Por otro lado, su marido, ese hombre jovial,
cariñoso y dedicado, ha dirigido sus energías no sólo a su profesión, de
catedrático en la Universidad, sino que además, en sus ratos libres, ha ido
sembrando árboles frutales, que después de varios años han crecido, ofreciendo
sombra fresca y frutos dulces y variados.
Lo primero que sembró, en recuerdo de su tierra
Venezuela, fueron dos matas de mango, que ahora con más cinco metros de alto,
le permiten incluso colocar su amada hamaca y balancearse y hasta tomar una
siesta un sábado en la tarde. Otro de los árboles, es una mata de aguacate, que
cada año da sus frutos generosos para toda la familia, es la delicia de las
nueras, jajaja, cosas de la vida. Un amigo le dio unas semillas de Guanábana y
aunque no pensaba que podría darse, la sorpresa fue grata cuando al cabo de un
tiempo empezaron a emerger los primeros brotes, y ahora que es ya un árbol
adulto, da su hermosa carga también una vez al año.
Pero el mérito de esta pareja no reside en su labor
de jardinería, sino en cómo a pesar de los cambios que tuvieron que acometer en
sus vidas, por cuestiones de trabajo, traslado de ciudad, viajes incesantes,
cursos de profesionalización, doctorado, etc. Supieron siempre llevarse bien,
ajustar sus vidas y ceder cuando fue necesario en aras del bien común que eran
y son los hijos: Tres varones; chicos independientes, nobles y generosos como
su madre, y respetuosos de los valores y de la tradición familiar, lo que ha
sido una ganancia para las chicas que fueron llegando a sus vidas, tres nueras
maravillosas, que han visto en Celeste no a la suegra, sino a la amiga,
conciliadora, jovial y siempre dispuesta a dar la mano. Nunca Celeste se ha
quejado de ayudar a tal o cual hijo, nunca se ha negado a quedarse un día de
descanso con los nietos, tienen cuatro
nietos, para ella es el mejor tiempo del mundo y habla siempre de la
importancia de la calidad del tiempo y
del tiempo de calidad.
Celeste se horrorizaría si descubriera cómo hay
suegras a las que les molestan los nietos, y se asombraría aún más si alguien
hablara mal de sus chicos o sus chicas, como ellas las llama.
El Jardinero Fiel, siempre tiene un detalle para esa
compañera especial: un chocolate de la bombonería que está en la Plaza Mayor de
la Ciudad; una invitación para ir a la Exposición de Orquídeas en el Jardín
Botánico; un pequeño crucero para el aniversario de bodas que es en Noviembre.
O simplemente unas semillas o bulbos de tulipanes, que ella tanto quería.
Y cuando él llega a casa, caminando con el
portafolio en una mano, y en la otra, escondida detrás de la espalda, con su
pequeño gran tesoro, Celeste corre alborozada como si tuviera quince años de
nuevo, al encuentro del Jardinero Fiel que siempre ha cuidado su amor, como el
más entregado de los jardineros de Palacio, de este su pequeño Edén, que es su
hogar.
Mantener el amor durante más de 50 años juntos es
una gran milagro, y pronto cumplirán 45 años de casados, y él la sigue viendo
tan hermosa como ayer, aquella chica maravillosa que siempre lo esperaba llegar
con una sonrisa en los labios y la mirada más alegre que ha visto en su vida.
A veces, en el transcurso de alguna clase, alguien
dice alguna palabra, y él de repente emite una sonrisa, recordando quizás otras
palabras dichas por una voz juvenil, muchos años atrás, y se ajustará las gafas,
hará como si fuera a limpiar los cristales, con la mirada pensativa pero
risueña, dándole gracias a Dios, por esta maravillosa vida que han tenido, los
chicos y sus familias, sus nietos, cada uno distinto, pero cada uno con atisbos
semejantes a sus padres, y su adorada Celeste, que siempre tiene una sonrisa
para hacerle la llegada más dulce y algún cuento del mercado, del tendero del
pueblo, o de las amigas que pasaron a tomar una taza de café o de té.
Hoy le dirá a Celeste que para el aniversario se van
de crucero solos, como en el primer viaje de novios, y quizás protestará porque
le gustaría que alguno de los chicos fueran con ellos, pero él no cejará y la
convencerá, este es su viaje de la enésima luna de miel, y van a ir solos, a su
vuelo, a su ritmo, sacarán muchas fotografías, pero será su viaje especial y ya
sonríe emocionado, pensando en el rostro amado de su esposa, ese ser angelical
que ha llenado su vida de tantas alegrías y de tantas emociones.
Gracias amigos por prestarme un pedacito de vuestras
vidas, para compartirla con gente hermosa que busca un rato de solaz, amor y
comprensión. Es maravilloso verlos, conocerlos y compartir ese mundo mágico
lleno de amor con todos nosotros, Dios los bendiga siempre.
Mireya Pérez
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