Cuando era una mujer muy joven, siempre tenía sueños románticos, no de pareja, pues ya estaba casada y con hijos, sino de hacer pequeñas cosas que siempre había soñado con realizar, pero que el tiempo, el día a día, o la seguridad personal me lo habían impedido.
Uno de esos sueños bonitos, de los que no cuestan nada, era caminar al atardecer de un día lluvioso o con neblina, por una playa solitaria, con mis pantalones remangados, para no mojarlos, y un suéter con mangas largas y bolsillos, donde esconder mis manos, y caminar arrullada por el ruido de las olas, por la orilla de la playa, sintiendo la brisa acariciar mi rostro, y si caía algo de lluvia, de la que llamamos en mi tierra ¨garuita¨, mejor!!.
Siempre me ha gustado caminar bajo la lluvia... De niña, cuando salía del colegio y estaba lloviendo, caminaba despacio hasta mi casa, disfrutando del placer de sentir la lluvia en mi cara, lo malo era que al llegar a casa, mi madre me regañaba con razón, pues podía enfermarme, darme una pulmonía o quizás algo peor, pero es que siendo yo un signo de agua, pues es para mi, mi mágico elemento, claro está, jajajaja.
Pues bien, un día, estando de vacaciones en el Oriente del País, en un Resort enclavado en un lugar precioso, y con una playa maravillosa, se presentó de repente la oportunidad, que yo tanto había anhelado, y mi marido, que me conoce mejor que nadie, me dijo de repente:
_ Anda, vístete y sal a caminar a la playa, que yo te estaré mirando desde el balcón_ cumple así tu sueño!!
_ ¿ En serio?- exclamé- creo que ha sido uno de los mejores regalos que me ha dado en la vida, a parte, claro está de mis dos hijos, que son lo más grande para mi corazón de madre y de mujer.
Y rauda y veloz, corrí a mi maleta a buscar un par de vaqueros, una camiseta, mi suéter, unas alpargatas para mis pies y corrí, escaleras abajo, hasta llegar a la playa, y ahí estaba, mi amado mar, limpio, cristalino, susurrante... Y el sol empezaba a desdibujarse en el horizonte, brindándome un caleidoscopio de colores, únicos de esa tierra de Gracia, llamada Venezuela.
Pues me remangué mis pantalones, me saqué mis zapatillas y caminé lentamente a lo largo de la playa, de una punta a la otra, sintiendo la brisa acariciar mi rostro, y la espuma del mar, jugando con mis pies y la arena...
Uno de los sueños, que luego, ya mayor, he vuelto a hacer muchas veces, pero en otras latitudes, ante otro mar, otra arena, otra luz, diferente, pero también única.
Creo que a veces, en nuestro ajetreo diario, no nos damos cuenta de las cosas simples de la vida, y de lo accesibles que son a nuestra vida. Y quizás perdemos energía, afanados en buscar otros placeres, que son efímeros, que luego de saciados, no nos dejan recuerdos en los sentidos y ni siquiera en el cerebro... Y es una verdadera pena...
Otra de las cosas que me encanta hacer, y que aprovecho cada vez que puedo hacerlo, es sentarme en la grama de algún jardín, de alguna plaza, o de alguna vereda, y poner las palmas de las manos en contacto con la tierra, cerrando los ojos, tratando de escuchar el murmullo de la naturaleza, que no es silente, al contrario, tiene luces, colores, aromas, sonidos muy diversos, y si hay pájaros, o aves de hermosos plumajes,mucho mejor!!!; el canto de los grillos, que a veces son tan molestos, pero que en esa sinfonía natural, suenan maravillosos, te hacen sentir parte de la naturaleza, y al rato, en nuestro corazón, retumba gloriosa la magnífica sinfonía de la vida, que transcurre en y a través de nuestros sentidos y la propia naturaleza.
Quizás por eso, añore el poder hacer alguna caminata por veredas, como las que hacía alguna vez, en el Parque Nacional el Avila, en Caracas, bien por La Julia, bien por Altamira, o bajando desde el teleférico hasta Los Venados, especie de museo botánico y estación forestal...
Recuerdos y más recuerdos...
Por supuesto, escribir ha sido, es y será uno de mis más grandes sueños, que estoy realizando ahora, que ya puedo hacerlo. Saramago, Nóbel de Literatura Portugués, dijo una vez, que empezó a escribir su primer libro a los 58 años... Y yo bueno, en eso ando, un año mayor... jajajajaj.
Y me encantaría poder pintar..., pero reconozco que no tengo ese don, que sí tiene mi hija, pero como hay escuelas de arte para adultos, pues lo pongo en mi lista de cosas por hacer, que tengo un montón!!!.
Espero si, que el Señor me de el tiempo suficiente, porque las ganas, esas las tengo de sobra!!!!.
Que Dios nos bendiga cada día, con las cosas simples y hermosas de la vida, que nos de salud para disfrutar y apreciar todas sus maravillas, y que podamos contarle a los nuestros, esos pequeños grandes milagros de cada día.
Mireya Pérez
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