A veces en la vida nos hemos encontrado con personajes, muy sui géneris, que nos parecen diferentes, como si la vida para ellos tuvieran un sentido diferente, y me temo que así fue . Les hablo de la generación de finales del siglo 19 y de principios del siglo 20. Les tocó la aparición y desarrollo de la era industrial, y la primera guerra mundial, que traería hambre, enfermedades, desapegos en las familias, pobreza, emigración, buscando en otras provincias, lo que en sus tierras tan cercanas al desarrollo de la guerra, no les podía brindar.
Si un niño quedaba huérfano en la primera guerra mundial, las instituciones como La Cruz Roja, no se daban abasto para atender, heridos de guerra, enfermos de tuberculosis, tétanos, y la orfandad. Algunas congregaciones religiosas hacían lo que podían con los escasos recursos que tenían para alimentar y vestir a tantos niños y niñas, los cuales muy posiblemente al pasar el tiempo abrazaran la fe y se hicieran seminaristas o religiosas, con o sin vocación, no lo sabemos, aunque a decir verdad en esos tiempos surgieron varias ordenes sacerdotales y religiosas , que perduran hasta nuestros tiempos, y muchos mártires fueron inmolados a la causa, pues dependía de que en zona te tocara, los rojos,o los otros, no te aseguraban la vida, pues había no solo factores de orden ideológico, sino también, como siempre las inquinas personales, las venganzas, la envidia, y tantos pecados del hombre contra el hombre.
No sé si por todo esto, esa generación, al formar un hogar no lo hacía bajo los estereotipos románticos, de parejas que se enamoraban y que después de un noviazgo se casaban y formaban una familia ejemplar.
Muchas historias se han escrito de matrimonios de conveniencia, para así unir tierras, y formar un gran negocio de explotación agrícola, vinícola, o por el prestigio de que fulanito de tal y cual se casara con sutanita de tal y tal.
A esa generación de matrimonios concertados a la fuerza, por la conveniencia de los padres, les llamo yo, una generación perdida para el amor. Porque se pueden contar con los dedos, los esposos, que con el trato y el día a día lograron amarse y respetarse, y criar a sus hijos con devoción y entrega.
Pero los que se casaron forzados por las circunstancias, si además tenían gustos y educaciones diferentes, el choque era mucho mayor, hasta que después de 8 hijos, y de la pena que sentía la mujer por siempre estar embarazada, llegaba el día en que ella apoyada en su prole, dejaba el lecho conyugal, y se mudaba al final del pasillo, por supuesto estos niños nunca recibían de ninguno de sus padres palabras de amor o de consuelo, al contrario todo se regía bajo la estricta mirada de la madre, que se había propuesto ser un modelo de ama de casa y los niños siempre bien limpios y con las manos y la cara siempre impecables, para no faltar a la misa del domingo todos juntos, a pesar de la cara del marido, que esas sensiblerías, le ponían enfermo pero en un pueblo pequeño, las autoridades eran respetadas, y él era una de ellas y había que dar ejemplo.
Y cuando los hijos crecían se esperaba que lo hicieran bajo los mismos preceptos, que el padre escogiera entre lo mejor de la comarca las uniones ventajosas para seguir escalando mejor posición social y económica. Pero si alguno de los hijos cometía el error de enamorarse de alguien, que no fuera del agrado de los padres, quizás se avinieran a aceptar el matrimonio, pero se les excluía del seno familiar con una frase demoledora: Con la cuchara que busques con esa comes....
Ya no habría reunión familiar, ni cartas , ni regalos, aunque el joven se empeñara de hacerle conocer los nietos, no, era como si el día en que se decidió a llevar la contraria, lo hubieran enterrado y sepultado. La mayoría de estos casos, se vieron en la disyuntiva de quedarse y sufrir el escarnio público o emigrar. Y así comenzó la gran oleada de emigrantes italianos, españoles, portugueses, griegos a Estados Unidos y a otros países de América, donde partiendo de cero, pero unidos, son célebres los casos de los Irlandeses católicos, o de los Italianos que se acentaron en diferentes ciudades, y criaron a sus hijos, y les dieron amor, y les acompañaban a misa con el orgullo de su pequeña familia, de sus manos llenas de callos, pero con el futuro por delante.
Sin embargo,nunca dejaron de escribir al padre, buscando la reconciliación que nunca llegó, hasta que el viejo fallecía generalmente solo, porque no había fomentado afectos, y al final, la buena fe de un vecino le cerraría los ojos, y avisaría a los nietos a ver si alguien se quería hacer cargo de los gastos, y todos mirando para las paredes, pero el que emigró si, ese llegó, con sus canas en el cabello, con su amor en las lágrimas y con el perdón que él nunca recibió. Cuando iban a cerrar el sarcófago, le puso a su padre en el bolsillo del traje, la foto de los nietos que no quiso conocer. El se encargó de todo, y él lo acompañó hasta su última morada, viendo con dolor, todo lo que el orgullo le había impedido a su padre disfrutar, porque su mujer, aunque pobre era una buena chica, que había enseñado a sus hijos a ser buenos ciudadanos, y el más pequeño de los tres ya iba a la Universidad, sería el primero en graduarse en una universidad, él mismo sólo había llegado a tener la primaria, pero tenía buena cabeza para los números y un deseo inmenso de progresar y lo había logrado, no era rico, pero a su familia no le faltaba nada,o sí, haber tenido el calor de unos abuelos.
Y a mí me duele por sobre todo, que nunca esta generación hubiera dado su brazo a torcer, el orgullo era lo primero, lo demás no importaba.Y se perdieron lo más hermoso que nos da la vida, la llegada de los nietos, y la posibilidad de redimirnos y de ser mejores con ellos, de lo que fuimos con nuestros propios hijos.
Por esa generación perdida para el amor rezo hoy Un Padre Nuestro:
Padre Nuestro que estás en los Cielos
Santificado sea tu nombre
venga a nosotros tu Reino y
Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas
así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden
Y no nos dejes caer en la tentación,mas líbranos del Mal.
Amén.
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