A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 6 de julio de 2014

Un Hombre ejemplar...










Cuántas veces en la vida, hemos escuchado que tal o cual persona, son un ejemplo para la sociedad en que vivimos, pero sólo lo escuchamos de las personas que son celebridades, sin embargo, y gracias a Dios, hay en el mundo de seres anónimos y normales,muchos ejemplos de personas, tanto hombres como mujeres, que son ejemplo para su familia y amigos,como para aquellos que tienen p tuvieron la suerte infinita de conocerlos.

Yo soy, una de esas personas privilegiadas, porque durante casi 30 años de mi vida adulta, conocí y compartí, con este ser extraordinario, ser humano ejemplar, cristiano devoto y hombre de familia, que crió y educó a sus hijos, con los mismos principios que un día, su padres le enseñaron a él y a sus seis hermanos, en aquel pequeño pueblo de las riberas del río Miño.

Fue un emigrante que como tantos otros, allá por los años cincuenta emigraron a América, buscando un futuro mejor para su familia y  aunque su oficio era de músico, trabajó como mejor sabía hacerlo, junto a su esposa, otro baluarte de este matrimonio,con esfuerzo y trabajo formaron a sus hijos, les dieron los mismos preceptos con los cuales habían sido criados: honestidad, trabajo, Fe infranqueable, temor de Dios, respeto a sí mismos y a los demás, y amor incondicional a la familia. Y los hijos e hijas crecieron, estudiaron, fueron todos muy buenos estudiantes, tanto las hembras como los varones, y cuando cada uno iba ingresando a la Universidad, sus padres más trabajaban, para que los chicos salieran adelante y lo hicieron con creces, el que no se graduó Summa Cum Lauden, lo hizo con Matrícula de Honor, luego vinieron las especializaciones, cada uno en su campo,también llegaron los novios y las novias.

Y nuestro padre ejemplar, veía como iban escogiendo cada uno la pareja para su vida, y al verlos felices, se sentía cada vez más dichoso, porque los valores en los cuales los habían criado, habían germinado en tierra fértil y la cosecha era buena. Y qué alegría cuando empezaron a llegar los nietos, ahora la mesa de familia, donde se sentaba toda la familia a almorzar no tenía ni un solo espacio vacío, y le recordaba a la de su terruño y supo que aquella nostalgia del pasado, había sido sustituida, por esta hermosa familia, y viendo a su esposa sentada a su derecha en la mesa, sin que los chicos lo notaran, le agarraba la mano y con un simple apretón, le decía lo feliz que era.

Nunca faltaba a misa los domingos, y era tan bonito verlos todos juntos entrar a misa, primero con los chicos, luego con las novias y novios, por último, ya con los yernos y nueras, los nietos, y él cada día le daba gracias a Dios porque le había dado unos talentos y los había utilizado bien, y prueba de ello, eran sus hijos e hijas.

Pasarían los años, y cuando cumplió 70 años, en una reunión familiar, levantó la copa de vino, y les dijo lo feliz y orgulloso que estaba de todos y cada uno de ellos, y de que se sentía satisfecho de haber logrado formar tan hermosa familia, esos rostros tan amados, tan conocidos, tan queridos, cada uno a su manera,unos más expresivos, otros más introvertidos, pero todos gente trabajadora y noble, sencillos y atentos, buenos cristianos y sintió que había terminado con su misión, y así lo dijo, medio en broma, medio en serio, - Si Dios me manda a llamar, ya estoy listo,porque he terminado mi misión-

Y así, un buen día, leyendo el periódico, se quedó dormido, y cuando lo fueron a despertar, ya se había ido. Su funeral era más bien de regocijo, porque él se había dio feliz, los extraños, los compañeros del trabajo de los hijos o de la Universidad o del colegio, seríamos los que mostraríamos más dolor, la familia en cambio, todos sin excepción, tenían la certeza de que se había ido feliz.

Ahora, que han pasado casi 10 años, creo que tenían razón, y como en la canción de Alberto Cortés, la añoranza es regocijo, porque cumplió todos y cada uno de sus sueños, y los compartió generosamente con propios y extraños.

Dios lo Guarde en las alturas, y gracias por haberme dejado compartir una etapa de esa vida tan inspiradora y por darme a una de mis amigas compañera de tren, que a veces se baja, se para en una parada, luego vuelve a aparecer, como una mariposa de alas maravillosas, que siempre vuelve, después de un viaje o de un acontecimiento, pero ella es así y la quiero, tal cual es.

Dios los Bendiga


Mireya Pérez





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