A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 3 de agosto de 2014

Anécdotas perrunas....









Para las personas que amamos los animales y que hemos tenido perros en casa desde niños, no nos es extraño, el tener anécdotas sobre las travesuras de esos ¨ángeles especiales¨que o bien nosotros escogemos,o al contrario son ellos los que nos escogen a nosotros...

Yo en ese sentido he tenido mucha suerte porque todos los perros desde mi niñez hasta el día de hoy, han tenido una conexión especial con nosotros o conmigo en particular.

El primer perro que recuerdo era un pastor alemán, que era propiedad de mi tío Joaquín, allá en Linares, cuando yo apenas tendría tres años, era un perro bravo, según decían, pero a mi me gustaba acariciar su pelo siempre lustroso, y era un buen perro guardián, pero alguien se cansó de sus ladridos, y lo envenenó, y yo que consideraba y aún lo pienso asi, a mi tío un hombre recio, ese día cuando encontró a Leñador, que era el nombre del perro, si vida, lloró un buen rato abrazando el cuerpo de este fiel amigo, y luego nos dirigimos al monte y vi cómo con sumo dolor y cuidado enterraba a su fiel amigo.

Al pasar el tiempo, cuando regresé a Venezuela a vivir con mis padres,me encontré con que teníamos una perra llamada Rebeca, era una perrita pequeña, blanca, una terrier, con una pollina que le tapaba los ojos, y que ella graciosamente los retiraba con un movimiento de cabeza, jugaba y corría conmigo en el jardín de la casa, pero un día, alguien dejó abierta la puerta del jardín y se escapó a olfatear algo que le había llamado la atención en la calle, con la mala suerte de que un coche la atropello, no se que hizo papá con ella, pero me imagino que el veterinario se habrá encargado de ella.

Pasado un tiempo, cuando ya nos habíamos mudado al apartamento donde mi madre ha vivido los últimos 53 años, papá un buen día apareció con una cachorrita que un compañero de trabajo le había regalado, y papá la llamó Laica, creció y era enorme, pero el favorito de ella era mi padre, bastaba que él se sentara a ver televisión, para que ella diera un salto acrobático y se montara sobre él tumbándolo de lado, cual largo era, y ella venga a jugar y a tratar de lamer le la cara, las risas de papá eran geniales, porque ese enorme perro tenía adoración por él, pero el piso era muy pequeño para un perro tan grande y con todo el dolor de su alma, le buscó un nuevo hogar, y Laica se fue y no supimos más de ella, pero papá se salió con la suya y nos trajo otro cachorrito, era una mezcla entre Collie y pastor alemán y le pusimos Lassie, como la perra célebre de la tele.

Lassie creció con nosotros y nos cuidaba a tal punto, que cuando venían visitas, nos iba llevando uno por uno a un rincón, y cuando ya mi hermano y yo estábamos ahí, ella se sentaba delante en posición alerta y si alguien se acercaba, se paraba, enseñaba sus dientes y gruñía, como diciendo con mis niños nadie se mete...

Era muy especial... mi hermana mayor tenía parálisis cerebral y a veces cuando íbamos a misa o hacer alguna visita, no la podíamos llevar con nosotros, porque no aceptaba la silla de ruedas,  gritaba como loca hasta que la volvíamos a acostar en su cama, aunque ella no se movía por sí misma, mi padre le colocaba una barandilla a la cama para evitar que se cayera.

Esa tarde cuando regresamos nos encontramos con que al lado de mi hermana había un pedazo de pan, y mi padre concluyó en que Lassie habría oído llorar a mi hermana y pensando que a lo mejor tenía hambre, le había llevado el pedazo de pan.

Siempre era muy especial, pero lo más triste fue cuando murió mi padre, el día que regresamos del entierro, toda la familia de mi padre y nosotros estábamos en el salón de casa, sentado en los sofás, en las sillas, o parados, simplemente, callados, porque hasta ese momento los tres días de velatorio que tuvo, habían sido muy agotadores para todos, y Lassie nos fue oliendo uno a uno y gimiendo, como si preguntara donde estaba él, y al notar que nadie tenía su olor, se fue directo al cuarto de mis padres y se montó en la cama y se puso a llorar sobre la almohada que él usaba. De ahí en adelante se echó a morir. No sabíamos qué hacer, y a mi madre se le ocurrió llevarla con nosotros al cementerio el domingo que íbamos a ponerles flores, pues ya estaban mi hermana y mi padre en la misma tumba. Al aparcar, no nos dio tiempo de abrir las puertas, saltó por la ventana y sin que nadie le dijera dónde estaba la tumba, ella sola llegó, y se acostó y ya no pudimos sacarla de ahí, al poco rato, cuando ya habíamos limpiado la tumba y cambiado los porrones con agua limpia, nos dimos cuenta que la perrita se había quedado dormida para siempre. Uno de los que limpiaba las tumbas aceptó ayudarnos a enterrar a la perrita.

Mi madre nunca más quiso perros en la casa.

Luego yo me casé y hasta que no tuvimos a los dos niños no se nos ocurrió tener perros de nuevo, pero un día alguien nos vendió una cachorrita de terrier, que mis hijos enseguida llamaron Princesa, era una terrier mediana, loquita perdida, se la pasaba jugando con los niños, dormía en el cuarto de ellos y era la locura de mi marido, se querían a rabiar, pero también tenían juegos bruscos, porque jugaban a guerra de almohadones, y ella muy lista lo engañaba y más de una vez, jugando le dio alguna que otra mordida con los dientes afilados que tenía.

Después de princesa tendríamos perros grandes, porque vivíamos en una casa y ellos eran perros guardianes, en 25 años tuvimos a Blacky y Skeletor, dos pastores negros, que luego regalamos porque a los niños los daba miedo Tizona una doberman tigre preciosa, que se enfermó y tuvimos que sacrificar, Blondie otra doberman, que murió de viejita y el último mi adorado pittsburgh gris acerado con ojos verde azules llamado Nerón, ese perro me adoraba, apenas sentía que ya me movía a las 5 de la mañana me hacía ruido para que lo fuera a saludar, le cambiara el agua y le pusiera su pienso, pero lo que más le gustaba era que yo le diera de comer en mi mano, -yo le decía- despacio Nerón, y él mi miraba como diciendo- no te voy a hacer daño-.

Como el jardín era grande a veces me retaba a que lo siguiera a un lugar secreto, donde a lo mejor me iba a encontrar con alguna presa que él hubiera cazado, y ahí se me revolvían las tripas, pero no podía hacer nada al respecto.

Un día la madre de la novia de mi hijo me pidió que por favor  aceptara por unos días a la madre de Nerón, Buchanan, igual al hijo, pero de piel rosada y gris, ahora eran dos monstruos en casa, que impedían el acceso a la misma, si yo no estaba por ahí. Cuando mi hija regresaba del trabajo, me llamaba a gritos para que recogiera los perros y ella asi poder entrar, nuca los soportó.

Siempre estaban afuera, pero un día cuando salí a lavar el patio, de alguna manera lograron entrar a la casa y cuando me dí cuenta empecé a llamarlos y no los encontraba...y de repente un movimiento que pude ver por el rabillo del ojo me indicó donde estaban, no lo podía creer, como los muebles de la sala estaban forrados con unas fundas estampadas en tonos azules rosa y blancos y con almohadones, pues ellos, no se como, se habían puesto debajo de los almohadones, y solo asomaban sus caritas, yo no aguanté y en vez de regañar los tuve que sentarme en el piso a reírme hasta las lágrimas, todos subieron a ver lo que pasaba, y mi hijo riendo de la ocurrencia de este par de sin vergüenzas los sacó de nuevo al patio.

Una de las últimas travesuras de Nerón, fue cuando se nos escapó por el jardín de atrás, yo si noté que en la autopista que distaba de casa un par de km, se escuchaban bocinazos, pero jamás se me hubiera ocurrido que era por mi Nerón. Y mi hijo se le ocurrió salir a buscarlo al jardín y como no lo encontraba, nos montamos en el coche y fuimos a tratar de encontrarlo, cuál fue nuestra sorpresa que cuando ya íbamos a llegar al puente que conectaba con la autovía, lo vimos venir y a un silbido de mi hijo, corrió como una exhalación y se metió en el coche y a que no saben sobre quien se montó esa mole de 100 Kg, claro está sobre mi.... Yo no sabía si reír o llorar o regañarlo, el apoyó su cabeza sobre mi falda y lo que hacía era gemir, suspirar, mirarme,levantar una ceja, como diciendo- qué susto pase-ahí afuera hay cosas muy extrañas- y yo rompí a reír- éramos un cuadro tan simpático, mi hijo pasando el susto de perder a su perro, Nerón, contándome a su manera, con gemidos y suspiros, su hazaña, y yo conduciendo con una risa que me saltaban las lágrimas.

Por supuesto, al llegar a casa no había quien lo sacara a fuera, tuve que sentarme en el sofá, y dejar que él se calmara, mientras yo lo acariciaba y le hablaba, el pobre aprendió una lección muy dura, y creo que nunca la olvidó.

Luego cuando vendimos la casa, regalamos a Nerón, fue la despedida más amarga de mi vida, me abracé a él y lloré como si se me hubiera partido el alma, mi esposo, se apartó para que yo no lo viera llorar a él también. Pero saben?, el muy bandido se fue feliz, porque lo pusieron en la parte de atrás de una 4X4 y se sentía como quien va a una nueva aventura.

Hoy tenemos a Princesa, de las que ya les he hablado, pero creo que a pesar del trabajo que dan, el tener que salir a pasear los dos veces por día, el que si te vas de vacaciones tienes que buscar un albergue donde dejarlos para que no les pase nada malo. Los perros, son seres tan inteligentes y tan fieles, que a quien les gusta los animales, no podemos vivir sin ellos, los amo y los recuerdo a todos y cada uno de ellos.

Gracias Señor por habernos dado la posibilidad de encontrar un animal capaz de ser domesticado y que es el amigo fiel que nunca nos falla.


Que Dios los Bendiga


Mireya Pérez




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