A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 10 de agosto de 2014

No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.











Rebuscando entre mis libros, encontré este del Dr. Wayne Dyer, que se llama Los Regalos de Eykis, Editorial Grijalbo 1990. lo que quiere decir que hace más de 20 años que me acompaña en mi equipaje existencial...

Releyendo en sus páginas encontré partes subrayadas, cosa que ya no hago, sino cuando estoy estudiando, pero en los demás libros que no son de mi carrera o especialidad, no suelo marcarlos; ahora que lo miro de nuevo, me parece que en ese momento, seguramente necesitaba hacerlo, para reforzar algunos conocimientos o pensamientos, y muy posiblemente, me hayan ayudado en ese momento, que ahora no recuerdo. Pero siempre, independientemente de que no recuerde específicamente, por qué lo leí, y por qué lo subrayé, estoy segura que era necesario para mí en mi búsqueda interna de crecimiento espiritual y posiblemente, como me ha pasado con otros libros, al entrar a una librería al pasar, me haya llamado la atención el título, o posiblemente porque desde hace muchos años he ido comprando casi todos los libros que he podido del Dr. Dyer.

Hoy al abrir al azar una de las páginas, vi varios fragmentos que me han llamado la atención, y por ello, hoy voy a compartirlo con ustedes, espero que les sea de utilidad...

En el libro que es de ciencia ficción, pero con enseñanzas importantes para nuestra vida, el Dr. Dyer, al final establece las enseñanzas de su personaje de ficción Eykis, y dice asi...

  • Tenéis que aprender a cultivar vuestro jardín. Significa, poner orden en nuestra vida interior, antes de fijarnos en la vida de otros, el atender al propio jardín significa aceptar a los demás como perfectos, no desear cambiar ni corregir a quienes se ama, y dedicar la propia energía vital a ser una persona feliz, realizada y moral como sea posible. Debéis primero poner en orden vuestra propia vida, antes de poder ayudar a otros o de aplicaros a mejorar vuestro mundo. Si así lo hicierais, pronto quedaría eliminada la infelicidad en casi todas sus formas.
  • El reino  de los Cielos está en vuestro interior. Vuestra realidad os concede el maravilloso privilegio de obtener cuanto podáis desear o necesitar, sólo con buscar dentro de vosotros mismos. Enseñáis a vuestros hijos el pensamiento externo en todos los aspectos de la vida. Miráis, casi como si se tratase de una enfermedad la confianza que la gente tiene en sí misma y en sus voces interiores. Reprobáis y castigáis a quienes piensan  por cuenta propia y se niegan a adaptarse. Pedís a todo el mundo que se comporte como rebaño, y encarceláis a quienes rehúsan hacerlo. La Felicidad, la propia realización y el sentido de la vida son hechos interiores. Si no tenéis Paz y serenidad interior, no tenéis nada, y a pesar de ello desdeñáis a quienes os piden mirar hacia adentro y proscribís a quienes lo  hacen sistemáticamente. El reino de los cielos es un símbolo de la perfección máxima. No es un lugar al que haya que ir, ni una recompensa para el conformismo. La posibilidad de alcanzar sin esfuerzo esa maravillosa perfección está dentro de vosotros. Sólo tenéis que quererlo. El interiorizar os traerá la serenidad en todas sus exquisitas formas.
  • Todas las cosas del Universo son exactamente como deben ser. La mayoría, os negáis tozudamente a aceptar lo que existe, y en lugar de ello optáis por utilizar la preciosa moneda de vuestra vida, vuestros momentos presentes, en juzgar lo que existe y en disgustaros voluntariamente ante lo que os desagrada. Necesitáis aprender a mirar el Universo y a deciros a vosotros mismos: ¨esto es lo que tengo. Lo tomaré y disfrutaré tal como es. Lucharé por cambiar lo que no me agrada y aceptaré el resultado. Me niego a dejarme inmovilizar por nada que pueda salirme al paso.
  • Olvidáis a menudo que en el planeta Tierra todos los seres y todas las cosas son como son, independientemente de vuestras opiniones. Si queréis ser felices, debéis aprender a trascender las actitudes de juicio. He observado que entre vosotros los ancianos juzgan a los jóvenes, que a su vez les juzgan a ellos. Los blancos juzgan a los negros, y viceversa. Que las mujeres juzgan a los hombres y los hombres hacen lo mismo. Esa es una gran enfermedad de vuestro pensamiento, ya que los juicios nacen en nuestra mente. En lugar de ir por la vida enfadados por lo que existe y por lo que la gente decide ser, podríais considerar la alternativa de la aceptación. En lugar de desear que vuestra realidad sea diferente, podriais intentar verla como un milagro. El libraros de los juicios os permitiría utilizar los momentos que antes pasaban juzgando a los demás , en disfrutar y ser felices, en esforzaros en mejorar lo que no os gusta. La verdadera seguridad interior escapará siempre a los que juzgan pues éstos gastan energías vitales en encolerizarse ante lo que existe. Antes de intentar ningún cambio positivo, debéis  aceptar a la gente y a las cosas exactamente tal como son.
  • Por desgracia, la mayoría de los seres humanos, ven el mundo con arreglo a su propia imagen, y por tanto se sienten decepcionados cuando descubren que el mundo no responde a lo que ellos quisieran. Los seres humanos que mejor funcionan, son aquellos que comprenden ese secreto. Utilizan su sentido común para aceptar lo que no pueden cambiar, emplean su fuerza en cambiar lo que pueden cambiar, y su sabiduría en discernir la diferencia. Pero lo primero y principal es que aprenden a aceptar que todos los seres y las cosas  del universo son tal y como deben ser.
  • Lo que se oye, se olvida; lo que se ve, se recuerda; lo que se  hace, se comprende. La mayoría de los seres humanos desconocen este sencillo secreto. Vuestra especial realidad os impide comprender las cosas sin interiorizarlas y experimentarlas. En la tierra, nadie puede comprender el nadar, o ir en bicicleta, bailar, hacer el amor, ni ninguna otra cosa sin antes experimentarla. Sin embargo, gastáis mucha energía dando conferencias a los demás, explicándoles interminablemente cómo se hacen las cosas, mostrándoles imágenes e incluso comentando unos con otros lo fácil que le resultó a alguien aprender. Para comprender, los individuos deben experimentar su realidad a su manera. Nadie, por más que lo desee, puede poner comprensión en la mente de otro ser humano. La comprensión sólo puede venir de la acción, y lamentablemente, en nuestro planeta nadie puede hacer comprender a otros.
  • Si uno avanza confiadamente en la dirección de sus sueños, y se propone vivir la vida que ha imaginado, se encontrará con éxitos que no esperaba. El buscar el éxito es como el intento de agarrar un puñado de agua: cuanto más se le aprieta, menos agua se tiene. Cuando se  busca el éxito, la vida se convierte en esa búsqueda, y nunca se llega al lugar que llamamos éxito. He observado que cuando lleváis vuestras vidas de tal manera que os sentís personalmente realizados, cuando hacéis lo que para vosotros tiene sentido y os satisface, es el éxito el que os busca a vosotros.
  • Una de las grandes ironías de la vida en la Tierra es que aquellos a quienes no obsesiona la búsqueda de nada, ni del amor, ni del dinero, ni de las posesiones, ni de la aprobación ajena, son los únicos que consiguen esas cosas en grado suficiente para satisfacer sus necesidades. Los que no se preocupan de si obtienen o no la aprobación de otros, son quienes más aprobación reciben. Los que se niegan a perseguir el amor lo encuentran en cantidad. Los que corren tras el dinero lo consiguen a veces en cantidad suficiente, pero a ellos no les parece asi, de modo que interiormente siguen siendo pobres. Podéis alcanzar el éxito si lo convertís en un proceso interior y no externo, y si empezáis a encauzar vuestras energías en la dirección de una vida plena.
  • La vida misma es un milagro, por lo cual no necesitais buscar milagros. En nuestra vida todo es un milagro admirable: un grano de arena, una abeja en una flor, un velero, una taza de café, un pañal mojado, un gusano, son otros tantos milagros. Quienes ven la vida como un milagro no tienen tiempo para desesperanza o la autocompasión. Cuando se aprende a ver la vida como un milagro y todo lo que ésta contiene, pronto se descubre que el quejarse equivale a desperdiciar el milagro que es uno mismo. Los que se quejan, casi nunca se detienen a considerar la alternativa a sus problemas, que es no tener vida alguna. Uno es libre de aceptarla y deslizarse alegremente por ella o de oponérsela. Pero cuando se decide emplear el tiempo en luchar con ella, no se puede emplear ese mismo tiempo en disfrutarla. En la Tierra son demasiados los que no valoran el don que representa la vida. Os lamentáis de vuestro destino, en lugar de percataros del milagro que constituye el simple hecho de estar aquí. Cuando aprendáis a valorar el simple hecho de estar vivos, no tendréis tiempo de encolerizaros por esta o aquella injusticia. Amareis la vida en lugar de pelearos con ella
  • .Nunca es demasiado tarde para vivir una infancia feliz. En vez de pasaros el tiempo quejándose de vuestra infancia y echándole la culpa al vacío de vuestra vida adulta. No perdáis tiempo en el pasado, y atended el presente, y haced de este una experiencia única y llena de preciosos momentos.
  • Las relaciones deben funcionar sin esfuerzo. Todos consumís muchos de vuestros preciosos momentos analizando exhaustivamente vuestras relaciones, y eso es destructivo para dichas relaciones. El hablar de una relación parece ser vuestra manera de encubrir que esa relación no funciona. Pero sólo existe una manera segura de funcionar vuestras relaciones: reconoceros mutuamente el derecho a ser seres humanos distintos, únicos, sin expectativas de ejercer ¨propiedad¨sobre el otro. Las relaciones no necesitan esfuerzo; lo que necesitan es mutuo respeto.
  • Esta es mi manera de hacer las cosas, cuál es la tuya?. No existe una manera válida para todos. Si renunciarais a imponer a los demás vuestra manera de hacer las cosas y empezaseis a escuchar lo que ellos pueden ofrecer como alternativa, eliminaríais todas vuestras luchas, desde las peleas familiares a las guerras mundiales. Escuchar más y exigir menos eliminaría la necesidad de tener razón.
  • A nadie le gusta que le digan lo que ha de hacer. Cuando se le dice a un niño, a un colaborador, a un cónyuge, o a un desconocido lo que ha de hacer, esa persona casi siempre se rebelará y hará algo en sentido contrario. El que le digan a uno lo que debe hacer viola su libertad. Es una ofensa para el pensamiento libre, que constituye una parte tan importante de vuestra realidad.
  • En la vida a uno le tratan conforme enseña a los demás a tratarle. No tenéis motivo para culpar a nadie del trato que os dé, y sin embargo, la mayoría piensa que  los problemas con que os enfrentáis y el trato que recibís son resultado de la falta de consideración ajena. Lo cierto es que tenéis la facultad de enseñar a cualquiera como deseáis ser tratados. Cuando aceptáis pasivamente que se os trate mal, os hacéis responsables de ese maltrato. Debéis enseñar a quienes os rodean, con vuestra conducta y no con discusiones vacías, que no pensáis tolerarles ninguna falta de respeto. Eso nunca le resulta difícil a quien siente respeto por si mismos, ya que una persona que se autoestima, espera el mismo respeto de los demás.
  • Allá donde voy, estoy yo. No podéis escapar de vosotros mismos. No podéis huir a un lugar lejano, tratando así de solucionar un problema. La causa de vuestras dificultades está en vuestro interior. Debéis enderezaros primero a vosotros mismos y entonces no importará dónde estén Cualquier cosa que os preocupe es un problema sólo en vuestro interior. A vuestro mundo no le preocupa. Sólo vosotros la experimentáis, y solo vosotros podéis corregirla.
  • Simplificad las cosas. Os gusta complicaros la vida. En la religión, la filosofía,  la educación, la economía, la psicología, la medicina, y en casi todas las disciplinas humanas, complicáis las cosas y os parece que el uso de palabras complicadas y difíciles de asimilar los hace más valiosos, en realidad simplicidad no significa simpleza. En cambio, los escritores, compositores, artistas y educadores, utilizan un lenguaje y un estilo claro y preciso para expresar sus ideas.
  • No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino. ese es el mensaje que encierran todos los puntos que hemos tratado antes. Si no  habéis descubierto ese secreto, la felicidad se os escapará siempre.
  • El amor está en el interior de la persona que ama. Es suyo, y puede alimentarlo y saborearlo y puede darlo a los demás del modo que prefiera.. El amor no debe imponer condiciones ni formular exigencias. Debéis aprender a encontrar felicidad en la felicidad de los otros. las personas que aman, aman sin condiciones.  Aman incluso a sus enemigos y a quienes desean su mal, y si todo el mundo aprendiese a querer asi, no habría guerras ni divisiones....
Estas son las grandes verdades y sabias palabras de Eykis, en el libro Los Regalos de Eykis.

Espero que puedan aplicar algunas de sus enseñanzas en su vida cotidiana, yo por lo pronto voy a aplicar algunas en la mía, porque siempre los roles se intercambian, a veces somos alumnos y aparece el maestro, y otras somos el maestro para el alumno que necesita del consejo oportuno o de la palabra amable, que ayude a cicatrizar las heridas.

Que tengan un feliz día y que Dios los Bendiga.


Mireya Pérez


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