Creer, confiar ciegamente en algo o alguien y convencer, son para mí una sola cosa, pues cuando crees , tienes Fe infinita en lo que crees, y lo haces a pies puntillas, sin que nada o nadie te obligue, te sale del corazón de lo más hondo del alma, de lo que nos anima, como seres humanos. Y si creemos, lo proyectamos hacia afuera de una manera tan natural y tan íntegra, que sin querer convencemos a los que nos observan, porque lo transpiramos, lo vivimos plenamente.
Estas creencias van desde el plano Espiritual, pasando por un sin número de situaciones, cosas o personas, hasta el mero plano de los negocios. Y hoy voy a hablar sobre ese plano, que muy pocas veces toco, no porque no exista, si no simplemente, porque para mi, es el menos interesante.
Les voy a narrar una situación que me ocurrió hace muchos años, pero que reflejan la importancia de creer en lo que hacemos, en lo que sentimos, y en cómo ese actuar nuestro puede abrirnos o cerrarnos puertas, para el futuro o el presente.
Allá por los años 90, trabajando como Gerente de un Broker de Seguros, me tocó visitar al Presidente de una transnacional, el cual era un Sr. Inglés, sumamente ocupado, pero que sólo quería ser atendido por alguien que fuera ¨inteligente¨y que no le quitara tiempo... decirles que fui a la cita concertada con ciertas reservas, me quedaría corta. No porque el hecho de que fuera una persona tan ocupada, me coartara o me hiciera sentir aprensiva, no, era el hecho de que sin conocernos ya había hecho una evaluación sobre mis compañeros y la empresa que trabajaba, a priori, y en esa etapa de mi vida, yo consideraba que mi trabajo, no sólo era importante, sino que de mi buen hacer, mi responsabilidad, y los méritos propios, había alcanzado el puesto de responsabilidad que ostentaba.
Para mi no valía de nada que fuera una mujer joven, no había cumplido todavía los cuarenta años, ni que fuera medianamente agradable, jajaja. nunca fui vanidosa, siempre quise demostrar que detrás de mi apariencia, había un ser humano inteligente y capaz.
Así que esa tarde, me apersoné en la empresa del cliente Inglés, elegantemente ataviada, con traje de chaqueta y falda, mi cabello recogido en un moño, y mi carpeta con los posibles productos de seguros que el cliente podría necesitar. Antes de visitarlo, había hecho una investigación sobre su empresa, los negocios que tenía asegurados con nosotros y las posibles coberturas que podríamos ofrecerle. Estaba totalmente segura de lo que iba a hacer, no titubee en ningún momento.
Así que esa tarde, me apersoné en la empresa del cliente Inglés, elegantemente ataviada, con traje de chaqueta y falda, mi cabello recogido en un moño, y mi carpeta con los posibles productos de seguros que el cliente podría necesitar. Antes de visitarlo, había hecho una investigación sobre su empresa, los negocios que tenía asegurados con nosotros y las posibles coberturas que podríamos ofrecerle. Estaba totalmente segura de lo que iba a hacer, no titubee en ningún momento.
Cuando el cliente Inglés me atendió, se quedó sorprendido de mi habilidad al hablar, de mi diligencia al actuar y de mi capacidad para tomar la información que me ofrecía y transformarla en hechos concretos. Sin embargo, para afianzar aún más la idea que se había forjado de mi persona, me hizo la propuesta de buscarle una cobertura de Terceros a nivel Internacional, pues detestaba viajar y tener que contratar pólizas de RCV a terceros, donde quiera que iba, quería, como en USA, una cobertura internacional. En ese momento, no tenía la información, pero quedé en informarme, y enviarle mi respuesta vía correo electrónico, así como la Prima que debía pagar por esta cobertura.
Nos despedimos con un apretón de manos, y viendo que tenía tiempo de ir a la compañía de seguros, donde trabajé muchos años, y donde sabía que mis ex compañeros podrían ayudarme, me dirigí a la empresa, directamente a la gerencia de Automóvil. Y efectivamente, como yo pensaba, existía esa cobertura, pero como casi nadie la usaba, no solían ofrecersela a los clientes. Yo le hablé del cliente, de su potencialidad y de la importancia, que para nuestro Broker de Seguros, representaba captar definitivamente al mismo. Así que diseñamos la póliza, con las coberturas que el señor Inglés necesitaba, y establecimos la Prima adecuada. Con esa información, ya desde mi oficina, le escribí a nuestro cliente, informándole que teníamos la posibilidad de emitir la póliza con las coberturas solicitadas.
Satisfecho, nos respondió que por favor pasara por su oficina para que me dieran la solicitud firmada, y que por favor, le dedicara una media hora más para hablar con la Gerente de Recursos Humanos de su empresa.Fijamos la entrevista para la tarde siguiente, y la sorpresa fue que me dieron las pólizas de HCM, Vida y Accidentes Personales. Me había ganado la confianza del cliente. Pero esto no fue lo único. Cuando fui a entregarle su cuadro de póliza internacional, me pidió otro favor más: Necesitaba que la póliza estuviera en Ingles, pues así cuando el viajara, podría presentarla en las empresas de alquiler de coches y evitar así el pago extra.
Una vez más me dirigí a la empresa de seguros, para solicitar la póliza en Inglés, pero ellos no podían hacerlo, así que a mi, en ese momento se me ¨prendió literalmente el bombillo mental¨, y recordé que una de mis compañeras de la empresa de Broker era traductora oficial, así que sin hablar previamente con ella, pregunté en la compañía de seguros, que si yo les traía, todo el condicionado de la póliza traducido, ellos lo avalarían, y me dijeron que sí, una vez que lo revisara el Departamento Legal.
Al día siguiente, me presenté ante mi jefe inmediato y le hablé de todas las gestiones que había realizado, y de la importancia que representaba el que mi compañera nos ayudara con la traducción del condicionado. El se encargó de hablar con ella, y se le pagaron sus honorarios al respecto. Y una semana después, estaba entregándole al señor Inglés su flamante póliza de RCV internacional.
Les he comentado este episodio de mi vida profesional, porque en términos cuantitativos, la comisión que mi empresa se ganaba con esta sola póliza era apenas de 40 Bs, que no era nada. Pero el hecho de que fuera diligente, seria, comprometida y tenaz, me valió que durante el año lectivo, a medida que se fueron venciendo las pólizas de la empresa, nuestro Broker se fue haciendo con ellas, y al final de año, teníamos no sólo las pólizas de la empresa como tal, sino también la de muchos de sus empleados.
Yo no era más que una empleada, con un sueldo, pero para mí era una responsabilidad representar en cada momento, no sólo a la empresa para la cual trabajaba, sino a los compañeros que formábamos parte de la misma.
Ha sido una gran experiencia, y recuerdo con cariño todas y cada una de las etapas vividas, en mis 25 años de experiencia en el mercado asegurador.
Por ello, cuando creemos en algo, cuando confiamos en nuestra capacidad de trabajo, en nuestra disposición al logro, cuando nos trazamos metas y vamos tras ellas, todo, absolutamente todo, se convierte en éxito, pues hemos puesto, Alma, Vida y Corazón, en ello. Sin atropellar ni llevarnos a nadie por delante, sólo con el fruto de nuestro trabajo.
Tanto en lo personal, como en lo humano. Guardo grandes recuerdos, y muchos aprendizajes en todos los niveles de mi vida, así como amigas y amigos hechos al calor del trabajo cotidiano con responsabilidad y tesón.
Dios los bendiga a todos.
Mireya Pérez.
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