Había una vez en una aldea muy alta en la montaña,escondida entre riscos y saltos de agua, una pequeña aldea de apenas 30 habitantes, las casa antiguas de piedra y techos de madera y cubiertas de tejas cocidas al sol, tenían más de 100 años de construidas, pero la mayoría estaban vacías, sus dueños o habían muerto,o se habían trasladado a un pueblo más grande o tras los hijos que se fueron a estudiar a la gran ciudad. Sólo Manuel y su esposa Jacinta, junto a otros campesinos todos ya mayores, continuaban en esas cumbres tan frías.
Manuel se levantaba apenas amanecía, revolvía las cenizas de la lumbre y la avivaba con leña nueva y seca que tenía en el cobertizo, preparaba una taza de café y llamaba a Jacinta para que tomara el café mientras él iba en busca de la única cabra que les quedaba a ver si quería darle un poco de leche.
La cabra estaba en el cobertizo, muy contenta, calentita entre la paja y el buey , pero cuando oyó los pasos de su dueño, empezó a refunfuñar,- ya venía este hombre a molestarme, a pedirme que le de leche, si ya no tengo macho que me preñe, ya hace más de dos años, que crié por última vez, y este hombre todo los días viene con lo mismo, porqué no me busca una pareja a ver si así hacemos el milagro entre los tres, yo vuelvo a criar, tenemos una cría y yo les doy leche-.
El buey que la escuchaba, se hecho a reír,- pues la tienes muy difícil- le dijo- , a menos que tu misma busques otro rebaño, no vas a poder cumplir con tu misión, y para las fiestas serás el plato principal....
El buey que la escuchaba, se hecho a reír,- pues la tienes muy difícil- le dijo- , a menos que tu misma busques otro rebaño, no vas a poder cumplir con tu misión, y para las fiestas serás el plato principal....
La cabra se asustó, se levantó, atisbó por entre los maderos y con la pata le dio al madero a ver si cedía, y cedió,y la cabra feliz, se escapó para el monte.
Cuando Manuel llegó al cobertizo y vio que la cabra no estaba, agarró su morral, se puso la manta al cuello y cogió el palo que le servía de apoyo cuando las rocas entorpecían su camino- pensaba para sus adentros- esta cabra está loca de remate ¿a dónde se fue a pastar?, y ahora Jacinta tendrá que mojar el mendrugo de pan solo con el café, bueno, no importa, tengo que encontrar a esta cabra.
Y comenzó el rumbo hacia la montaña, de vez en cuando paraba y oteaba con la vista a ver si la veía , pero nada,- esta cabra,- pensaba- me va a matar, ¿qué se le habrá ocurrido esta vez?-pensaba- creería que la iba a sacrificar- pobre si es mi compañera, llevamos tantos años juntos, que me da mucha pena de ella, pero tengo que encontrarla.
Mientras tanto,la cabra subía por la parte más escabrosa de la montaña, y de vez en cuando mordisqueaba los matojos de hierba que aparecían aquí y allá en la subida. De repente, escuchó el sonido del agua, y brincando de alegría se acercó al manantial, bebió hasta saciar su sed, y descansó un rato, pero tenía todavía miedo y decidió continuar su camino, así siguió hasta que el sol se pudo en la mitad del cielo, hacía mucho calor, así que agotada buscó refugio debajo de un árbol frondoso y se durmió.
Manuel por su parte había encontrado las huellas de la cabra y las siguió hasta el manantial, donde lavó sus manos, refrescó su cara y bebió agua, también llenó su cantimplora, por si la búsqueda tardaba un poco de tiempo más.
Cuando la cabra se despertó se sintió como rodeada por un montón de cabras y carneros de diferentes tamaño y edades,las cabras más viejas le preguntaron- ¿que haces por estos rumbos, acaso estás perdida?-la cabra que no cabía en sí de la alegría- trató de hablar tan rápido,que las otras cabras se rieron, y le dijeron-, tranquila que tenemos tiempo de sobra, nuestro pastor acaba de almorzar y está durmiendo la siesta, así que tenemos tiempo de conversar.
-De donde eres? no te habíamos visto por estos rumbos-dijo la mayor de la cabras que se veía que era la matrona del rebaño.
-Es que esta mañana me asusté cuando vi que se acercaba mi dueño, porque el pobre quiere que le de leche, y ya hace tiempo que mis ubres están vacías, y decidí huir antes que decidiera sacrificarme´
La cabras sonrieron comprendiendo su problema, y la dejaron estar tranquila un rato, siguieron pastando tranquilas, y cuidando de sus cabritos, mientras la cabra extraña, paseaba por los alrededores, hasta que un macho cabrío con una enorme cornamenta,la hizo parar en seco y le dijo- ¿de dónde eres cabrita?- que pareces perdida- y la cabra quizo contarle su historia,pero el macho se había movido y con descaro la revisaba de arriba abajo- pensaba para sus adentros, que a pesar de no ser entrada en carnes, tenía buena planta, y a lo mejor le podía hacer un favor.
La cabra se puso nerviosa, pues entendió lo que vendría después.pero también eso sería su salvación, pues si quedaba preñada,volvería a tener leche y su dueño a lo mejor cambiaba de opinión.
Pasó un buen rato, hasta que por fin se oyó el silbato del pastor que estaba durmiendo, y con el llamaba a sus cabras, y también de reojo la cabra se dio cuenta de que su pastor había llegado al pastizal, el pobre venía sudando, pero cuando la vio se alegró de verla y la abrazó. Luego fue a hablar con el otro pastor, y algo debían haber comentado, pues se echaron a reír, y se despidieron.
La cabra vio alejarse a la manada de cabras y cabritos y al macho cabrío que orgulloso caminaba sintiéndose el rey del harén.
Manuel,se acercó a su cabra, la acarició y le dijo- eres una cabecita loca, pero quizás sin querer nos has ayudado-casi diría que fue cosa del destino- bueno vieja amiga vamos para casa, que el camino es largo, y nunca habíamos subido tan alto.
Cuando se vio la silueta del pequeño pueblo, la cabra brincó de alegría, ya estaban cerca de casa, y cuando el pastor la dejó en el cobertizo, la pobre estaba tan cansada que ni siquiera pudo ver la cara del buey que la miraba extrañado y la alegría del pastor.
-¡Jacinta, Jacinta!- llamaba Manuel a su mujer al abrir la puerta de la pequeña casa,- nuestra cabra nos ha salvado,- sabes que se me escapó y tuve que llegar hasta más allá del manantial y en la planicie del lago encontró a otro rebaño de cabras y un macho cabrío-,¡Jacinta ,que para la primavera tendremos un cabrito o dos!, quien sabe, a lo mejor así nos cambie la suerte, y Jacinta, abrazó a su marido y trató de esconder las lágrimas de felicidad, eran muy pobres, ella araba el campo con la ayuda del buey y cosechaba algunas verduras, pero no eran tierras ricas, y apenas daba para sostenerse , pero la cabra sin saberlo, les había dado un rayo de esperanza.
Y al llegar la primavera, la cabra de Manuel y Jacinta dio a luz dos cabritos, un macho y una hembra, y no había más felicidad en el pueblo, porque por fin después de mucho tiempo quizás podrían hacer que poco a poco la gente regresara y hubiera más vida.
Por lo pronto Manuel y Jacinta tenían de nuevo la esperanza de empezar de nuevo, ya no eran jóvenes, pero la terquedad de la cabra les había enseñado, que si se quería se podía, ahora, viendo como los cabritos buscaban a la madre para beber de su leche , cerraron los ojos y le dieron gracias a Dios.
Por lo pronto Manuel y Jacinta tenían de nuevo la esperanza de empezar de nuevo, ya no eran jóvenes, pero la terquedad de la cabra les había enseñado, que si se quería se podía, ahora, viendo como los cabritos buscaban a la madre para beber de su leche , cerraron los ojos y le dieron gracias a Dios.
Y la cabra daba gracias a su destino que le había hecho buscar por entre los riscos la salvación a su pena, ahora estaba tranquila sabía que poco a poco Manuel con la ayuda del otro pastor podría ir acrecentando poco a poco la manada, y Jacinta podría hacer queso, y sus retoños comer flores de esos paisajes tan hermosos. Todo había valido la pena.
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