Cuando Luna llegó a Venezuela, sus padres vivían en un edificio cuyas habitaciones daban a un lateral del mismo, y la habitación que ella compartía con sus hermanos daba a un jardín, el jardín de la casa de al lado.
Para Luna era ¨su jardín encantado¨, el jardín era rectangular dominado en una gran parte del mismo, por un hermoso y frondoso árbol de flores rojo ladrillo, este árbol tiene diferentes nombres, pero para Luna era el Flamboyant. Su tronco era grueso, quizás medía más de un metro de diámetro y unos 8 metros de altura, pero era tan frondoso, que su sombra abarcaba más del 50% del Jardín. En las tardes se veía a los dueños de la casa conversar y tomar el té a la sombra de este maravilloso árbol.
La casa era una casona antigua, quizás de los años 20 o 30, y para acceder al jardín se tenía que bajar una escalera en forma de caracol, a Luna le fascinaba la vista, y todos los días, al finalizar de hacer las tareas del colegio, Luna se sentaba a ver el Jardín, y se imaginaba corriendo por el césped, sentarse debajo del árbol y escuchar el sonido de las chicharras, del turpial que de vez en cuando se paraba en sus ramas a cantar, o de las hadas. Luna soñaba con las hadas de los cuentos, y como asistía a clases de ballet, se imaginaba haciendo piruetas y saltando de un lado para otro,como si ella también, fuera un hada.
¿Y si las hadas existieran? ¿qué les preguntaría?- ¿se reirían de ella? o le enseñarían todos los pequeños secretos de ese jardín. Luna, soñaba despierta y se quedaba embelesada mirando como el sol jugaba a hacer sombras junto al Flamboyant. Nunca pudo entrar a la casa y disfrutar del jardín, pero ella elaboraba historias de niños jugando en el árbol, columpiándose en sus ramas y recogiendo sus flores, que en Mayo siempre convertían en alfombra colorida, el césped del jardín.
Los años pasaron, y Luna fue testigo de los cambios que en el tiempo sufrió el jardín, hasta que un buen día, la gente que habitaba la casa, la vendió, y llegó la demolición, y Luna quedó destrozada, ¿porqué nadie abogó por salvar ese árbol, su árbol....?
En aquella época, a principios de los 80, no habían llegado los movimientos ecologistas a su ciudad, y por supuesto, a nadie se le ocurrió tratar de salvar al Flamboyant, nadie lloró como Luna, cuando lo vio hecho pedazos, acerado y convertido en pedazos de tronco, con sus venas al desnudo, nunca volvería a florecer y llenar de flores el jardín. Ahora toda esa zona sería un edificio sin gracia, sin armonía....
Hoy que vive en otra ciudad, donde existen leyes que protegen la fauna y flora autóctona de la ciudad, donde incluso las plantas llamadas berodes o Aeonium se cuelan entre las tejas de los tejados de las casas antiguas, están protegidas por Ley y no pueden ser removidas. Le asombra ver construcciones donde se apilan unos sobre otros hasta 7 capas de tejas con su planta de Aeonium de adorno singular.
Existen parques y avenidas, donde da gusto pasear en cualquier época del año, porque existe un sistema de protección y urbanismo de la ciudad, de manera que se nota el cuidado y el mimo con que cuidan todos y cada uno de los aspectos de la misma, que atrae a propios y a extraños por su colorido, limpieza y mantenimiento .
Hay una calle principal donde han sembrado una serie larga de Flamboyanes, y a pesar de ser plantas jóvenes, esta primavera han florecido y mostrado orgullosos su hermoso color, y Luna sueña con el pasar de los años y poder verlos ya adultos en su máximo esplendor.
Si los gobernantes de turno, pensaran más en el mañana y en la inmensa responsabilidad que tienen con vista al futuro, cuidarían más de sus ciudades, de sus parques, de las avenidas y calles, del lugar de esparcimiento de sus ciudadanos, de la atmósfera, de las plantas, que son el pulmón de una ciudad, de su Jardín Botánico, en el caso de tenerlo, porque es la memoria histórica de una ciudad, generalmente allí se mantienen vivos ejemplares desde la época de la colonia, o de la fundación de la ciudad, o de la Biblioteca donde se pueden tener almacenados especímenes perfectamente registrados y dibujados o fotografiados, que sirven para el curioso o el estudioso.
Luna ama la naturaleza y quisiera que los niños aprendieran a amar la tierra, a cultivar una pequeña huerta en el balcón de su casa, a cuidar las plantas, a mimarlas, regarlas, limpiar sus hojas, incluso a hablarles, porque son seres vivos, solo que no se mueven, porque tienen raíces que los afincan al suelo, pero que sienten y padecen y que agradecidas nos muestran sus flores y frutos, para el deleite y disfrute de todos.
En cada planta hay vida y hay que amarla y respetarla, como amamos a nuestros seres queridos, todos los seres vivos estamos entrelazados de una forma que desconocemos, pero todos y cada uno somos necesarios y cumplimos un papel dentro del inmenso marco que es la Naturaleza.
Mireya Pérez 30/12/2013.
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